De José a Hugo: la evolución de los nombres más populares de España, explicada en dos gráficos

De José a Hugo: la evolución de los nombres más populares de España, explicada en dos gráficos
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Es posible recorrer la historia de un país a través de los nombres propios que lo componen. Echar la mirada hacia el pasado implica toparse con personas llamadas Honorio, Bienvenida, Lupicinio o Severiana, antropónimos que retrotraen a las primeras décadas de siglo y que hoy sólo atesoran los hombres y las mujeres de más edad. Comparados a los Logan, Daenerys o Arya de nuestro tiempo, parecen brotar de una sociedad distinta, de un mundo alternativo.

Lo cierto es que hay más continuidad histórica en los nombres que nos hemos dado de la que aparentan los extremos más estrambóticos de cada generación. Por cada Graciliano había veinte Josés; por cada Shakira sigue habiendo treinta Marías. De ahí que sea interesante repasar cuáles han sido los nombres más populares de cada década desde que tenemos registros, algo que hemos esbozado en dos gráficos a la carrera.

El primero versa sobre los bautizos masculinos y parte de los años veinte, gracias a las series almacenadas por el INE. Los cinco primeros de aquellos años son muy reconocibles: José, Antonio, Manuel, Francisco y Juan fueron durante más de dos décadas las figuras más empeladas para bautizar a los niños españoles; sólo José Luis, Francisco Javier y José Antonio, ya en los años sesenta, lograron desbancarles de lo más alto.

La llegada de la democracia en los setenta aseguró un reemplazo aún visible hoy en toda una generación de españoles: los Daniel, David, Carlos y Javier surgen de los setenta y de los ochenta, despojando de su antaño predominio a los antropónimos más vetustos y asociados a las generaciones que se criaron bajo la sombra del franquismo. Por allí también se empezaron a colar los Alejandro, Sergio, Rubén, y Adrián que dominarían a partir de los noventa.

Durante las dos últimas, dos nombres destacan por encima de los demás: Hugo, irrumpiendo de forma espectacular en los '10, y Pablo, no de los nombres más populares en tiempos recientes. Completan el cuadro Álvaro, Diego o Mario.

¿Qué hay de las mujeres? Una transformación similar. A principios de siglo el nombre más destacado era María, seguido de cerca ya en los años treinta por Carmen, Josefa y, a partir de los años cuarenta, María del Carmen, de estelar entrada. Durante el franquismo será el nombre abrumadoramente más empleado, seguido de otros compuestos como Ana María, María Pilar, María Dolores, María José o María Teresa.

Durante los setenta el elenco se renueva. Desaparece el carácter religioso en los bautismos y florecen nombres de un calado más laico y popular. Por ahí se cuelan los grandes dominadores del último medio siglo, mucho menos píos: Laura, Isabel, Cristina, Mónica, Raquel o Sonia simbolizan el mismo cambio de mentalidad que los David, Carlos o Javier. Durante los ochenta hay más diversidad: regresa María, una constante en España, y aparecen Patricia, Beatriz o Verónica, entre otros.

Durante los noventa y principios de los dosmil surgen de las generaciones más jóvenes, en otro cambio estructural. Aparecen Sara, Ana, Andrea, Paula y Alba. María disfruta de otro impulso, mientras Laura y Cristina se mantienen de forma consistente. A partir del siglo XXI, Lucía irrumpe con estrépito, de forma similar a Hugo, mientras Claudia y Carla ganan popularidad. Durante los últimos años florecen las Daniela, en compañía de otros nombres clásicos como Julia o Sofía.

El cuadro que emerge de ambos gráficos revela patrones bien establecidos. Los nombres clásicos de principios de siglo, los depositarios de la idiosincrasia más típica de la españolidad, sufren cierta crisis durante los años del franquismo en beneficio de los nombres compuestos (con el absoluto predominio de las María entre las mujeres). Los años setenta marcan en ambos géneros un cambio drástico, casi revolucionario, que agita los nombres clásicos de cada generación.

Los nuevos José y Francisco son David y Mario, mientras las nuevas Carmen y Josefa son Lucía y Alba. Hay una curiosa estabilidad en la popularidad de María, pero en líneas generales la línea que separa la España antigua de la nueva es clara. ¿Cuándo veremos el siguiente gran cambio estructural? Es pronto para decirlo. Los nombres, como vemos, son resistentes. Pero los Leo, Iker, Megan y Selena esperan a la vuelta de la esquina.

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