¿Existe el genuino altruismo entre los animales? Esto es lo que sabe la ciencia al respecto

¿Existe el genuino altruismo entre los animales? Esto es lo que sabe la ciencia al respecto
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Un simio reanimando a otro tras una pequeña descarga eléctrica; una piara de cerdos empujando de regreso al río a un pez varado en la orilla; un grupo de cuervos descubriendo el gigantesco cadáver de un reno y llamando a otros cuervos para disfrutar del festín. Los ejemplos se reproducen por doquier en las cuatro esquinas de Internet, y tras ellos, a menudo, subyace una pregunta voluntarista: ¿son los animales altruistas?

De fondo reside una lectura moral: al contrario que los seres humanos, egoístas, los animales son capaces de enseñarnos la auténtica bondad. Dar sin esperar nada a cambio. Es lo que ha sucedido durante el último día a raíz de la imagen viral de un pato cubriendo bajo sus alas a un joven perro. No importa que los hechos en sí sean difusos o que la conversación parta de dos capturas de imagen sin referencia a la fuente original. El debate es legítimo, y está vivo.

¿Estaba el ave protegiendo a un cachorro de otra especie por mera compasión, por un elevado altruismo moral? Es común que la respuesta a esta pregunta esté preñada de condicionantes morales. Queremos proyectar en los animales nuestras propias inseguridades, ansiedades y conflictos emocionales. Durante años, la idea del "altruismo animal" quedó reducida a los márgenes de la ciencia por sus connotaciones antropocéntricas.

Sin embargo, la cuestión ha gozado de un interesante revival durante las últimas décadas. Numerosos estudios han tratado de poner coto a la cuestión del altruismo, y de dar una respuesta efectiva al comportamiento en ocasiones inexplicable de algunas especies animales.

El altruismo, una definición

La biología y la etología han llegado a una definición relativamente precisa de "altruismo": aquella acción que beneficie a un tercero en detrimento de uno mismo. Es decir, los actos que tienen consecuencias positivas sin que al mismo tiempo se derive un interés propio. Diseccionar el grano de la paja es complejo, porque muchos actos "altruistas" esconden en realidad motivaciones profundamente egoístas.

Cuervo Inteligente
(Hossein Ghaem/Unsplash)

A finales de los años ochenta, un biólogo especializado en el comportamiento animal, Bernd Heinrich, observó algo peculiar durante un paseo por los bosques de Maine. Un grupo de cuervos había hallado los suculentos restos de un enorme reno, y había comenzado a llamar la atención de otros congéneres de forma llamativa y escandalosa. A primera vista, pareciera que los cuervos deseaban compartir la plenitud de carne encontrada por casualidad.

¿Tenía sentido? Desde un punto de vista algo simplista (la supervivencia del más fuerte), no demasiado. La lógica evolutiva (al menos como solemos entenderla) dictaba que los cuervos debían competir por aquel trozo de carne. Es un impulso básico y un vector que explica gran parte de las relaciones animales, la lucha por un alimento escaso y la supervivencia propia. Al llamar a otros cuervos para disfrutar del banquete, aquellas aves estaban rompiendo una dinámica largamente aceptada por la comunidad científica.

El particular hallazgo de Heinrich ha sido discutido durante años. En última instancia, es probable que los cuervos no mostraran comportamiento altruista alguno. Al encontrar al reno en el territorio de un cuervo adulto, y por tanto más poderoso, los jóvenes y advenedizos cuervos habían hecho algo bastante inteligente: llamar a otros colegas para evitar represalias. Pura defensa por acumulación. De aquel modo, el cuervo adulto limitaría cualquier tipo de defensa territorial.

Hormiga Altruismo
(Mikhail Vasilyev/Unsplash)

El caso de los cuervos de gran singularidad, pero hay otros que ayudan a limitar el alcance del "altruismo". Se sabe que, en algunas especies, los murciélagos hembra son capaces de compartir parte de su alimento con los macho cuando éstos llevan una temporada de escasez. El comportamiento es social, pero no altruista: el acto de compartir surge de la necesidad de perpetuar la especie, de proteger a los suyos en el largo plazo.

Es un mecanismo de defensa explicado por teorías bien asentadas (la "kin selection", por ejemplo), y que podemos identificar en otras especies animales (como las manadas de perros salvajes que advierten mediante ladridos de los peligros que acechen en el horizonte o las hormigas kamikaze que se sacrifican por la colonia). ¿Hay un punto de genuina bondad en la ayuda ajena? La pregunta parte de una perspectiva humana errónea. Murciélagos, hormigas o perros buscan algo más elemental: el beneficio de la especie. Y por tanto el beneficio propio.

Vale, ¿pero qué hay del pato y el cachorro? Pese a que es tentador explicar casi todo el comportamiento animal desde el determinismo, hay casos que escapan a su lógica. Se tiene constancia, por ejemplo, de grupos de orcas que han adoptado a delfines con determinadas malformaciones genéticas durante varias semanas. Las orcas no son animales demasiado sociales ni acostumbran a relacionarse con otras especies de forma amistosa.

Los ejemplos conocidos

En 2009, dos investigadores atestiguaron algo aún más excepcional. Durante una exploración en la Antártida, se toparon con una foca en apuros. Perseguida por un grupo de orcas, sus días parecían contados. En plena refriega, una pareja de ballenas jorobadas hizo acto de presencia y comenzó a maniobrar para proteger a la foca. Las jorobadas sólo se alimentan de pescado y crustáceos: ¿qué narices pitaban en aquella escena?

Ballena
(Michael Blum/Unsplash)

Según los científicos, manifestar un acto de raro altruismo entre animales. Las ballenas lograron proteger con éxito a la foca, interponiéndose entre las orcas y logrando que alcanzara tierra firme (previsiblemente alucinada). No había beneficio individual directo alguno para aquellas jorobadas, ni existía un profundo mecanismo biológico que pudiera explicar sus acciones. Bajo cualquier perspectiva, habían decidido ayudar a aquella pobre foca.

En el proceso, las jorobadas habían identificado una situación de peligro y vulnerabilidad ajena y habían decidido ponerse en peligro pese a la ausencia de un interés propio. ¿Pero es así?

No fue un incidente aislado. Algunos estudios recopilatorios han identificado más de 115 encuentros entre ballenas jorobadas y orcas durante los últimos 62 años. En algunas ocasiones hasta una quincena de jorobadas acudía al rescate de crías de otras especies de ballenas. Podría deberse de un mecanismo de defensa automático en base a incidentes previos (las orcas también atacan a las crías de las jorobadas) o a una respuesta a las llamadas de las propias orcas (de tal modo que las jorobadas acudirían al lugar de los hechos a ciegas).

Pero también podría ser mera y simplemente una ayuda. Desinteresada. Se sabe que los delfines y los cetáceos son capaces de generar pensamientos sofisticados y de tomar decisiones basadas en ellos; de solucionar problemas; y de formas más o menos complejas de comunicación. Es decir, de una cierta inteligencia que, en circunstancias extraordinarias, les podría llevar a actuar de forma altruista. Ya se trate de focas, de perros o de humanos.

Delfin
(Jeremy Bishop/Unsplash)

¿Cómo podríamos encajar el altruismo más allá de las consideraciones morales, entonces, cómo podríamos acomodar los actos del pato que cubre al cachorro? La ciencia aún no ha llegado a un consenso demasiado extendido sobre esta cuestión. La vía más sencilla, el deseo emocional de ayudar a otros individuos, la bondad, es compleja de testar: no sabemos qué piensan los animales, y sí sabemos que los humanos disfrutamos procesos cognitivos complejos.

El ajuste moral es difuso. Nuestras percepciones morales surgen de nuestra capacidad para pensar de forma abstracta, y a menudo sirven como acomodo, como conjunto de reglas, que contribuye a explicar nuestra conducta (y a ajustarla a las normas sociales). Nada de esto es extrapolable a los animales.

Lo que no significa que pensar en "altruismo animal" sea proyectarnos a nosotros mismos en la naturaleza. Otros estudios han asociado ciertas características genéticas (como el tamaño de la amígdala, por ejemplo) a los actos desinteresados manifestados por algunas especies animales. Determinadas estructuras cerebrales permitirían a algunos identificar el dolor o el riesgo ajeno, y vincularlo a una característica muy común: el cuidado y la protección.

Orcas
(Maxpixel)

Es decir, habría mecanismos biológicos que, a un nivel más simple y desgajados de cualquier consideración moral, empujarían en la misma dirección el comportamiento altruista de humanos y animales. ¿Está el pato, pues, cuidando y protegiendo del cachorro por puro altruismo? No lo sabemos, del mismo modo que no sabemos si las ballenas protegían a la foca por compasión. Quizá buscaba calor, o quizá manifestaba un síndrome de maternidad psicológica.

Lo que no podemos descartar de todo es que se deba al altruismo. La posibilidad existe.

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