La filosofía y la psicología están de acuerdo: gritarles a los que no llevan mascarilla no funciona

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Existen pruebas científicas contundentes de que el uso de mascarillas reduce el riesgo de transmisión del coronavirus. Tanto los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades como la Organización Mundial de la Salud recomiendan su uso.

De hecho, muchas personas consideran que es importante tomar precauciones para reducir los riesgos que representamos para los demás y por tanto piensan que usar una mascarilla es lo correcto.

Como profesora universitaria de filosofía especializada en ética de salud mundial, creo que el conflicto entre los que usan mascarilla y los que no plantea algunas cuestiones éticas importantes.

¿Es aceptable comentar la aparente irresponsabilidad ajena de las personas que deciden no llevar mascarilla o incluso intentar avergonzar a dichas personas para que la usen? ¿Se trata de un enfoque efectivo?

Indignación moral

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Existen pruebas a nivel psicológico que demuestran que las personas expresan la corrección moral, actuando desde un sentido de la justicia ultrajante, cuando se sienten inseguras y tienen miedo.

Cuando las personas sufren de ansiedad, a menudo tratan de recuperar la compostura aferrándose fuertemente a sus principios morales. Algunos estudios también muestran que dicha indignación moral puede ser "egoísta": una forma de reforzar el propio estatus moral.

Pero también hay motivos para creer que la indignación moral, cualquiera que sea su fuente psicológica, puede ser una herramienta importante a la hora de lograr un cambio positivo; ese tipo de indignación fue, por ejemplo, esencial para poner fin a la esclavitud.

La justificada indignación de los abolicionistas que trataron de poner fin a la esclavitud a mediados del siglo XIX hubiera estado justificada incluso si no se hubieran sentido tan indignados en otras circunstancias, como por ejemplo si Estados Unidos no hubiera estado al borde de una guerra civil.

La lucha de Marin Luther King por conseguir derechos sociales fue motivada tanto por ira por la injusticia como por amor. Para King, la ira formaba parte de un proceso en el que se incluía el perdón y que llevaba a tomar acciones constructivas.

Negarse a ponerse la mascarilla

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Para decidir si la indignación es una respuesta apropiada incluso cuando una persona se niega egoístamente a ponerse la mascarilla, considera las consecuencias de dicha indignación.

Los seguidores del filósofo del siglo XIX John Stuart Mill creen que las personas deben actuar para maximizar lo positivo y minimizar las consecuencias negativas de sus acciones en beneficio del mayor número de personas.

Pero incluso aquellas personas que rechazan las ideas de Mill y siguen las de Immanuel Kant creen que las consecuencias son importantes. Desde el punto de vista de Kant, necesitamos comprender cómo ayudar a la gente a seguir las leyes morales, puesto que Kant creía que lo más importante es la buena voluntad o las motivaciones de cada uno.

Pero en los tiempos que vivimos, las mascarillas se han convertido en un instrumento político en muchos países. Por lo tanto, algunos bien podrían argumentar que los logros obtenidos con el número de vidas salvadas gracias al uso de mascarillas podrían no superar las consecuencias de una mayor polarización de la democracia.

Por otro lado, puede que haya quienes argumentan que dicha polarización merece la pena. Estudios recientes han demostrado que las mascarillas reducen el riesgo de infección para el portador hasta en un 65%.

Escuchar con atención

Pero no debería ser una cuestión de elegir entre mayor polarización y reducción de riesgos.

La epidemióloga Julia Marcus argumenta que avergonzar a la gente que no usa mascarillas no beneficiará a ninguna parte. La gente puede convencer con más éxito a otras personas para que usen la mascarilla si les explican la angustia, el miedo y la incertidumbre que sienten y que les lleva a sentir dicha preocupación, en vez de utilizar su indignación para avergonzar a otras personas.

Tal y como argumentaba Kant, todo el mundo debería tratar a los demás con respeto, independientemente de la inclinación política de la persona. Todos compartimos necesidades en cuanto a seguridad, problemas económicos y salud. Los estudios sugieren que aplicar la vergüenza puede ser contradictoria a la hora de intentar promover la motivación moral.

Por otro lado, si una persona comparte sus sentimientos y explica con franqueza sus miedos y aspiraciones a los demás, podría promover un cambio positivo en los demás.

Muestra empatía

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Tratar de entender por qué la gente se resiste a llevar mascarilla podría ser un buen lugar donde empezar. Por ejemplo, a algunas personas les puede preocupar que una mascarilla pueda no permitir que el oxígeno fluya adecuadamente a los pulmones, aunque tales preocupaciones sean infundadas. A algunas personas también les resulta difícil respirar con la mascarilla puesta si están corriendo o haciendo ejercicio. Se pueden reconocer y argumentar todo este tipo de preocupaciones.

Del mismo modo, todo el mundo debería recordar que algunas personas tienen buenos motivos para no llevar mascarilla. Algunas personas pueden tener problemas de salud subyacentes como autismo o trastornos de ansiedad que dificultan el uso de la mascarilla.

Incluso cuando una persona se niega a usar la mascarilla por motivos políticos, es importante escuchar por qué le resulta tan importante. Tal y como argumentaba Kant, es necesario entender los diferentes puntos de vista.

Es posible que las personas que han perdido su trabajo vean en las mascarillas una amenaza que retrasaría aún más la vuelta a la normalidad de la economía.

Todos deberíamos recordar que en nuestra vida cotidiana cada uno de nosotros emprendemos actividades que suponen al menos un pequeño riesgo para terceras personas. Actividades cotidianas como hacer la compra o incluso mantener conversaciones con amigos o vecinos conllevan un pequeño riesgo de transmisión del virus.

Centrarse en los hechos (en las reglas y normativas que los gobiernos, las localidades o las empresas privadas ponen en práctica para la protección de las personas) en lugar de echar la culpa a otras personas podría ser una forma más eficaz de convencerlos.

Tanto las personas que defienden el uso de mascarillas como las que se niegan a usarlas han encontrado motivos para convertir su uso en un tema muy polémico. Puede que simplemente escuchando con atención y empatía a los demás podamos entender que estamos juntos en esto juntos.

Autora: Nicole Hassoun, doctora de Filosofía por la Binghamton University, State University of New York.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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