Fin al experimento sueco: con unas cifras de contagios desbocadas, empiezan a aplicar restricciones

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"Creo que pasarán varios años hasta que descubramos cuáles fueron las medidas correctas. También tenemos que recordar que muchas de ellas han sido muy costosas para la salud pública": Anders Tegnell, el epidemiólogo jefe de la Agencia de Salud Pública Sueca (FHM), es el rostro visible de la campaña en pos tanto de la inmunidad de rebaño como de la oposición a muchos de los preceptos más restrictivos y aplicados en el resto de sociedades europeas para hacer frente a la pandemia. Su prestigio y credibilidad depende de esa atrevida baza por la que el país norteño decidió pasar casi en su totalidad de todas las medidas, desde prohibir reuniones hasta no obligar a la gente a usar mascarilla apelando a la responsabilidad individual.

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Nuevos casos detectados por millón de habitantes desde el inicio de la pandemia. Fuente: Our World in Data.
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Nuevas muertes diarias por millón de habitantes desde el inicio de la pandemia. Fuente: Our World in Data.

Crónica de una hecatombe. Al principio parecía salir bien. En abril contaban con una tasa de positivos diarios de 60 por cada millón de habitantes, más del doble que sus vecinos finlandeses y daneses, pero por debajo de los catatónicos países sureños (en España estábamos, por ejemplo, en 90 por millón). Mucho se escribió de la debacle sueca en junio, cuando lideró los contarios en toda Europa, llegando a 107 por millón cuando el resto de europeos estábamos por debajo de los 10 por millón gracias a la herencia de los confinamientos estrictos.

¿Pero dónde estamos ahora? En una segunda ola brutal. Para todos, sí, pero muy especialmente para Suecia: a 8 de diciembre esta es la incidencia diaria de contagios por millón de habitantes: Finlandia y Noruega: 60-70. Francia y España, 162 y 165. Alemania: 229. Italia: 322. Suecia: 523. En cuanto a muertes diarias por millón de habitantes hay un buen puñado de países que les siguen venciendo a fecha de ayer martes, caso de Italia (11.53), Reino Unido (6.28) o Francia (6.25), pero su curva no para de crecer con un aspecto casi exponencial, tienen 5.69 muertos por millón, que son muchos más de los que se están viviendo, por ejemplo, en nuestro país, pero unas cifras que no tienen parangón si además las medimos de igual a igual con quien toca hacerlo, países con una equivalente estructura poblacional, como son Noruega, Finlandia y Dinamarca. Ninguno de ellos sobrepasa los 1.36 muertos por millón. Dicho de otra manera: el FHM sueco reportó 307 muertos esta última semana, que son el doble de los que morían tres semanas atrás.

Si miramos el acumulado de toda la pandemia, Suecia ha conseguido sobrepasar a muchos importantes contendientes en la carrera por ser los países con más contagiados totales. Francia y España baten el récord con 36.000 contagiados detectados por millón de habitantes, pero ahora los escandinavos ganan con sus 29.600 a los 29.000 italianos o a los 25.000 británicos.

Si bien Tegnell tiene razón al decir que hemos actuado a ciegas y que tardaremos años en saber qué se hizo bien y en dónde nos excedimos, la cantidad de muertos a los que se han enfrentado innecesariamente los suecos (7.200 en total frente a los 424 de Finlandia o los 361 noruegos) provocará que se tengan que dar explicaciones.

Ya no vale todo: por eso mismo a finales de noviembre el ministerio de Educación forzó el cierre de institutos y universidades hasta más allá del 6 de enero y el FHM decretó que se prohibirían las reuniones públicas de más de 50 personas, las privadas de más de ocho y las visitas a asilos. También se han restringido las ventas de alcohol. Nada más por el momento. El Gobierno ya ha advertido de que será más claro y beligerante en sus comunicaciones públicas, especialmente de cara a Navidad, pero han dicho que la mayoría de sus anuncios seguirán siendo recomendaciones y no obligaciones. Con todo y con eso, se trata de un giro dramático para un país que tres semanas antes seguía celebrando actos deportivos masivos y una vida nocturna totalmente normal.

El laissez-faire pandémico no ha evitado los estragos económicos, como ya vimos previamente. En la primera mitad del 2020 el PIB nacional cayó un 8.5% y los pronósticos esperan un crecimiento del desempleo del 10%. No sólo esto, sino que ese no intervencionismo ha llevado al gobierno nacional a inyectar menos estímulos en su economía doméstica en comparación con la media europea. En The Wall Street Journal recogen algunos testimonios de lo más elocuentes: un economista de la Royal Academy sueca afirma: “los países que decretaron restricciones obligatorias están sobreviviendo mejor que nosotros”.

Tegnell predijo que los suecos podrían conseguir la inmunidad de rebaño gracias a una exposición controlada al virus, que las muertes de distintos países europeos terminarían convergiendo y que las vacunas tardarían más de lo planeado en desarrollarse. Con todo y con eso, la tasa de aprobación pública del epidemiólogo sigue siendo mayor que la de desaprobación.

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