El gobierno británico está intentando que la gente vuelva a las oficinas. Pero la realidad Covid es tozuda

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“La economía británica sufre por la gente que no está volviendo a sus oficinas, dice el Secretario de Exteriores”, “¡Vuelve a montarte en el tren! Desplazarse te convierte en mejor persona”, “Gran Bretaña te necesita A TI yendo a la oficina: la economía y el futuro de nuestros hijos depende de ello”. Son titulares que mezclan columnas de opinión y declaraciones de representantes públicos publicadas estas semanas en medios ingleses. El mensaje de buena parte de la política parece bastante claro.

Y así lo está intentando también Boris Johnson, quien está elaborando una campaña informativa con la que empapelar algunas de las principales ciudades del país para que oficinistas y jefes vuelvan a cubículos y despachos para reactivar toda la industria de los taxis, los cafés y las comidas empresariales. Al parecer los esfuerzos del Gobierno son tales que están instando a los funcionarios de Westminster a regresar a sus puestos para trasmitir esa imagen de vuelta a la normalidad a la ciudadanía.

Pero las cosas no están marchando según lo previsto. Para empezar porque los propios legisladores del Banco de Inglaterra le han dado un toque a los conservadores: según las propias directrices oficiales sobre cómo deben organizarse los espacios de trabajo en tiempo de coronavirus, el regreso “masivo” al trabajo, tal y como solicitan, no es viable, y en muchos complejos oficinísticos estarían operando ya a un nivel de ocupación límite para que las medidas de seguridad sean eficaces. Por orientarnos, el número de desplazamientos en Londres oscila en estas semanas el 31-38% de los niveles anteriores a esta crisis.

Hay rebelaciones incluso dentro del propio ejecutivo: Matt Hancock, el secretario de Salud, ha socavado ante los medios de comunicación el mensaje de regreso a los puestos de trabajo diciendo que, siempre que se hable de sectores digitalizados, sólo debería ser importante cuán efectivo es el trabajo que hacen los empleados y no dónde tiene éste lugar. Es un tipo de mensaje que acompaña a la evolución de la pandemia: el nivel de tasa R de Reino Unido está subiendo (aunque de forma moderada), se están revirtiendo las políticas de alivio de restricciones en zonas que no están tan recuperadas como parecía, y apenas dos semanas después de que Portugal perdiera su entrada en la lista roja ha vuelto a entrar.

Salvar a la gente, salvar a la economía: Gran Bretaña se está volviendo a topar con este incómodo dilema político con el que le veríamos tantear en marzo, cuando optaron durante unas semanas por una estrategia de inmunidad de rebaño fallida tanto a nivel de mortandad como económico, ya que no le evitó la crisis. Pese a todo no se trata de un planteamiento erróneo, y habrá muchas regiones de todas partes del planeta que tendrán que enfrentarse a la debacle de la economía derivada del transporte, como son las cafeterías para oficinistas o el negocio de los viajes de trabajo. Sectores, por cierto, con alto volumen de empleados, baja productividad y bajos ingresos.

Foto: Kirsty Wigglesworth

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