La gran brecha generacional de nuestro tiempo es la ansiedad, y el ejemplo del Rubius es otra muestra de ello

La gran brecha generacional de nuestro tiempo es la ansiedad, y el ejemplo del Rubius es otra muestra de ello
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“Rubius, necesitas descansar. O algo. Cálmate las tetas por favor porque si no vas a explotar y no te va a gustar una mierda”. De muy buen rollo y con su cercanía habitual, la estrella mediática patria más importante de Internet ha dicho que, tras siete años de generar entretenimiento diario para millones de personas, va a tomarse un descanso de unos meses. Previamente nos ha enumerado los síntomas con los que se ha ido manifestando su ansiedad en estos últimos tiempos. Como bien afirma, lo más importante es la salud.

Un mensaje increíblemente valioso. Que el referente de tantos y tantos jóvenes, uno que ha sido además (en términos de exhibicionismo digital) especialmente celoso con su intimidad, mande un mensaje de advertencia a una audiencia potencial de unos 30 millones de chavales, es la mejor campaña de concienciación de los riesgos de los trastornos mentales imaginable. De todas maneras, ¿quién no se esperaba que una persona con una presión así podría acabar petando?

Millennials, la generación de la ansiedad. Así se les ha tildado en multitud de artículos tanto opinativos como científicos. Los informes estadounidenses defienden que los nacidos después de 1981 son los humanos que reportan mayor índice de ansiedad de las últimas ocho décadas. Según los estudios epidemiológicos estadounidenses, se ha diagnosticado ansiedad a un 12% de los jóvenes, cifras que doblan el porcentaje de la generación de los baby boomers, sus padres, y que son también ligeramente superiores a las de la Gen X. Los porcentajes van en alarmante aumento.

¿Y no será que se diagnostica más y mejor? No exactamente. Cuando se les pregunta, los chicos de hoy indican sufrir mayores niveles de estrés que la gente más mayor. Los expertos explican parte de esta explosión en la desestigmatización de sufrir enfermedades mentales, lo que llevaría a que los chicos se animen a buscar más fácilmente ayuda. Pero resulta que los millennials también son los que sufren más síntomas físicos al margen de su valoración personal. Es decir, no sólo creen sufrir más y se lamentan más que sus padres, sino que efectivamente sufren más. No es algo a tomarse a broma, ya que ahí están también los mayores índices de intentos de suicidio.

La pérdida de control personal. “Sé que suena a 'problemas del primer mundo', ¿vale? Pero cuando se te junta todo y quieres hacerlo todo al 100% y dar el 100% de ti a veces no puedes con tantas cosas”. Esto que comenta el Rubius es uno de los rasgos más comunes entre los jóvenes de hoy. Un estudio británico sobre la ansiedad juvenil indicaba que muchos de los sujetos manifestaban lo que llamaron “perfeccionismo multidimensional”. El sentimiento de perfección tiene que ver con el control. Según algunas hipótesis, a los chicos se les ha dicho que pueden llegar allá donde quieran llegar siempre que se esfuercen, cosa que no es del todo cierta. Ahí están la decreciente movilidad social y el contexto de inestabilidad laboral para recordárnoslo.

¿La culpa es de Youtube o Instagram? Las herramientas digitales de mesurabilidad de nuestro éxito (y esa competitividad global) tampoco ayudan a mitigar esa necesidad de control, aunque la ansiedad lleva incrementando progresivamente entre los chavales desde antes de la llegada de las nuevas tecnologías, con lo que no es del todo astuto responsabilizar sólo a las redes sociales.

La soledad. El otro gran rasgo al que se suele aludir. Los jóvenes viven en familias más atomizadas que décadas anteriores, pero también tienen más facilidades para aislarse. Aunque los jóvenes de hoy se comunican mucho más y tienen más vínculos, éstos se mueven en la esfera digital, cosa que para nuestras mentes no funciona igual que el contacto directo. También es una era más individualista, narcisista, lo que hace que pongamos todo el peso de nuestros fracasos y éxitos a nuestras espaldas.

Trastornos emocionales unificados. La ansiedad, como la depresión, son problemas que demuestran el sufrimiento interno, emocional, de las personas. Durante décadas la enfermedad mental más extendida de nuestra sociedad era la depresión, pero desde 2017 la ansiedad tomó la delantera. Un macroestudio acerca de los indicadores sociales de los estadounidenses entre 1980 y 2013 mostraban que, aunque el porcentaje de población que indicaba sentirse “deprimido” no ha variado en 40 años, sí han aumentado enormemente algunos síntomas de trastornos de ansiedad, como tener problemas para dormir, para recordar eventos pasados o poseer menos apetito. Son dos caras de la misma moneda y ambas a tener en cuenta.

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