Lo sentimos muchísimo: tu 38 en H&M es en realidad una 42. Pero no es porque te sobren kilos

Lo sentimos muchísimo: tu 38 en H&M es en realidad una 42. Pero no es porque te sobren kilos
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Seguramente hayas leído (o vivido en tus propias carnes) la siguiente situación. Una amiga o conocida va a una tienda de ropa y vuelve desolada. Sus vaqueros favoritos, de una 38, le quedan igual que el día que los compró hace tres años, pero en las últimas rebajas del Zara un pantalón de la 40 apenas le subía por los muslos. De la indignación se pasa a la planificación de dietas y después al mucho más confortable proceder de refugiarse en las marcas que mejor nos miran, como H&M o Primark.

Son escenarios comunes que hacen saltar en nosotros los sentimientos de mayor ofensa y encienden nuestros pilotos conspiradores. Sabemos que los medios nos presionan para sentirnos infelices con nuestro propio peso, así que muy probablemente todo tenga una explicación: es una conspiración para volvernos anoréxicas. Los tuis virales como este acaban asentando en nosotros el prejuicio confabulador.

Un paseo por la redacción de mis compañeros de Trendencias, especializados en moda, confirma mis temores. La realidad es distinta y más difícilmente interpretable. Las tallas en España son un sindiós y por cada mujer dolida por no encajar en su tallaje numérico de confianza hay otra que callan y que ven cómo lo que era una 40 se convierte en una 38. Personas para las que la talla XS les queda ya demasiado grande y están condenadas a la holgura textil al no encontrar pantalones que se correspondan con su cuerpo. Chicas que han pasado de una L a una S sin salir del mismo linear de ropa, apenas cambiando del estilo de la prenda.

EEUU: la gente feliz compra más. Sentirse delgado hace a la gente feliz

Vamos primero con el caso de H&M y otras multinacionales que basan su producción en el estándar estadounidense. Allí, como explicaron en Time, nos encontramos con que la mítica Norma Jean ha pasado de una 12 (talla de EEUU), la que usaba en los años 50 en los que vivió, a una 8 o incluso una 0 que, con sus medidas, gastaría en la actualidad. Cuando nos dicen que Marilyn Monroe tenía una 42, te están diciendo que, en realidad, es como si tuviese una 36 ahora.

A principios de 1940, el gobierno estadounidense quiso potenciar las maravillas industriales del pret a porter y llevó a cabo el proyecto Works Projects Administration, con el que quiso estandarizar las tallas y midió hasta 60 variables del cuerpo de 15.000 mujeres diferentes (eso sí, todas caucásicas, con lo que esto hizo variar los resultados).

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40 años después de aquellas pruebas las marcas, movidas por los resultados psicológicos de sus experimentos de campo y por el interés económico, empezaron a ensanchar camisas y pantalones, a darle ese empujón anímico a sus clientes para que se gasten unos dólares de más en esa chaqueta que, pese a ser de una talla inferior, les sienta como si fuese de la suya.

Así que, mientras en sus orígenes la talla 38 era la de las mujeres notablemente delgadas, la 40 era un ejemplo de esbeltez y la 42 sería un cuerpo de lo más apetecible, hoy sabemos que la mujer sin un gramo de grasa usa una 32 o una 34. Como muestran en Time, la actriz y directora Mindy Calling usa actualmente una 38.

Tallas

Esto tiene una parte claramente positiva y otra que al menos habría que cuestionarse. Las personas de razas distintas a la caucásica, como las personas afroamericanas, tienden a tener una constitución más amplia y a no ver tan fácil el consumir ropa de moda. La multiplicidad de tallas y el ensanchamiento de las mismas ha abierto el consumo a gente anteriormente excluida.

Por otra parte, también ha cambiado nuestra forma de ver la “normalidad”. La obesidad es cada día un problema más creciente en el mundo y en el país norteamericano lo sabe bien: la mujer estadounidense de 1960 pesaba entonces, de media, 63,5 kg. En 2015 pasó a pesar 76,4.

¿Y en Europa? Puro y simple caos

Y es esta misma fórmula la que aplican los suecos de H&M y el motivo por el que nos encontramos habitualmente mucho más guapos ante el espejo. Es pura estrategia de mercado, pero nos funciona, en vista de la indignación que sentimos al ver cómo nos ponemos cuando nos restituyen a nuestra talla original.

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Aunque hablando de esto, eso de una “talla original” es un concepto imposible. Hace ya casi una década y a raíz de la discusión sobre el peso de las modelos en pasarela el Ministerio de Sanidad y Consumo en España se puso manos a la obra en un intento por homogeneizar verdaderamente el tallaje en nuestro país, buscando primero hacer una serie de importantes estudios antropométricos y pactando después su cumplimiento con las grandes cadenas textiles.

No quisieron revelar cuál era la talla más usada por la mujer española de entonces (en un trabajo de El Confidencial concluyeron que aproximadamente el 60% de los españoles usaríamos el equivalente real de una 42), pero sí sabemos dos cosas: que la talla 44 es la más vendida a día de hoy en nuestro país y, sobre todo, que lo que se descubrió es que el sistema de tallas está obsoleto.

No es sólo que la misma talla de pantalón pueda variar en hasta 10 centímetros de cintura entre una tienda y otra, como descubrió la OCU (Bershka es quien más te anima a adelgazar). O que en España haya también muchas tiendas que estén adaptando el modelo norteamericano de engordar sus patrones para ensanchar la sonrisa de los compradores. El problema es que, con el desarrollo tecnológico y textil de hoy, es inaceptable que sigamos usando el mismo modelo para todos los cuerpos.

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Propuesta de mediciones del tallaje del Ministerio de Sanidad.

Las mujeres, en concreto y tal y como descubrió el estudio español, se catalogan físicamente en al menos tres grandes grupos, cilindro, diábolo o campana, como bien le sonará a los interesados por patronaje. Un sistema de tallas que mencione varias medidas corporales ayudaría a que las personas encontrasen productos más ajustados y se ahorrasen horas en los probadores o las molestias de devoluciones a tiendas online. Si hasta el 40% de las mujeres y el 60% de hombres tienen problemas para encontrar ropa que se adapte a su cuerpo, si atendienco a las cifras tiendas como Zara o Bershka dedican menos del 10% de su ropa al 40% de la población, es que está claro que algo no funciona.

Así que, aunque casi la mitad de los españoles opina que las tallas de la ropa son cada vez más pequeñas, la realidad es que buena parte de las cadenas lo que hacen es ensancharlas mientras que ninguna lleva a cabo un plan para acomodarse con precisión de sastre a nuestras medidas y nos evite disgustos. Al final, por unos motivos o por otros, estamos fallando a la hora de alcanzar el objetivo por el que se originó todo este asunto: que las tallas se adapten a los cuerpos de las personas y no que sean estos últimos los que se sientan presionados a amoldarse a unos números cambiantes.

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