Ninguna generación debe obstruir a otra: la opinión de Adam Smith sobre el impuesto de sucesiones

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Estamos, otra vez, en tiempos de discusión sobre la conveniencia o no a los impuestos a la muerte. Esta semana, como ha ocurrido también cuando se acercaban otras elecciones de peso, han aparecido noticias sobre ciudadanos arruinados por la recepción de una sustanciosa herencia. En El País denunciaba hoy mismo que "un hijo o hija que herede bienes por 800.000 euros pagará en Asturias 103.135 euros, 1.586 en Madrid y cero en Andalucía".

Para darle color al debate desde Magnet hemos decidido ir a buscar la opinión de aquellos que forjaron los cimientos teóricos de los Estados y economías modernas. Adam Smith, padre del liberalismo, estaba, al menos en el plano teórico, a favor del impuesto de sucesiones.

Ninguna generación debe obstruir a la siguiente

Los académicos advierten que Smith, como buen liberal primitivo, se preocupaba más por los efectos en la productividad desde un punto de vista macro que en las realidades de las finanzas públicas. En qué sería, desde el punto de vista ideal, mejor para una economía que debe seguir creciendo. Dos citas del filósofo:

El poder de disponer de las propiedades para siempre es manifiestamente absurdo. La Tierra y todas las riquezas que hay sobre ella pertenecen a cada generación, y la anterior no debe poseer el derecho a obstruirlas desde la posteridad. No hay ningún punto más difícil de explicar que el derecho que concebimos que tienen los hombres de disponer de sus bienes después de la muerte.

Son estos comentarios de los que se valió Thomas Jefferson en la legislatura de Virginia en 1777, en pleno proceso independentista, para justificar que todos los gobiernos estatales revolucionarios aboliesen las leyes de primogenitura y vinculación que habían servido para perpetuar la concentración de la propiedad heredada.

Estos legisladores consideraban que si se deseaba una igualdad real de la ciudadanía para que cada cual se forjara un futuro lo más importante es que cada individuo tuviese, en la medida de lo posible, las mismas oportunidades que todos los demás. El estatuto de 1784 de Carolina del Norte abolió las formas aristocráticas de herencia para "promover esa igualdad de propiedad que es el espíritu y el principio de una república genuina".

El mayor escollo al que se suele enfrentar el impuesto de sucesiones es que en la mente del contribuyente moderno medio, se trata de una "doble imposición", tu padre o madre ya pagó impuestos por aquellos bienes que vayas a heredar. La realidad es que, desde el punto de vista fiscal, y como ya veían los liberales de entonces, no hay doble imposición porque el impuesto grava una transferencia de riqueza que pasa de unas manos a otras. El hecho imponible es identificable.

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Lo que sí matizaba Smith es que esta idea debe ser ponderada. No creía que el Estado debiese dejar sin el patrimonio logrado por sus tutores a ningún individuo que aún no pueda valerse por sí mismo, pero sí creía en la intervención para aquellos que "están emancipados. Que desde el punto de vista de la ley escocesa están familiarizados; es decir, que han recibido su porción, tienen familia propia y se mantienen con fondos separados e independientes de los de su padre".

Además, algunos liberales modernos consideran que no pueden trasladarse estos extractos smithianos en puridad al contexto actual. A fin de cuentas, aquellos comentarios se hacían en otro clima tributario, y la última cita de La Riqueza de las Naciones decía lo siguiente: "No hay mayor forma de arte que la de un gobierno para conseguir maneras nuevas de entrar en los bolsillos de la gente".

Ahora bien, Smith de lo que estaba a favor es de la igualdad de competencia, por lo que las desigualdades pronunciadas, que no son una preocupación para el neoliberalismo moderno, sí lo era para él. La existencia de gente muy rica y gente muy pobre bajo el mismo estado denotaba, bajo su punto de vista, patología económica. La tasa de ganancia "siempre es más alta en los países que se están arruinando más rápido (...) La tasa de ganancia, al contrario que la renta y los salarios, no aumenta con la prosperidad, y sí cae con la decadencia de la sociedad. Por el contrario, tiende a ser naturalmente baja en los países desarrollados y alta en los países pobres (con algunas excepciones, especialmente las nuevas economías). En consecuencia, cuando una economía es sólida, la concentración de la riqueza no debería ocurrir".

El espíritu de la nación de la libertad

Declaration Of Independence 1819 By John Trumbull

Thomas Paine, otro padre fundador, en su famoso "panfleto agrario" de 1797 promovió lo que hoy entendemos como una forma básica de seguridad social a financiar con un impuesto del 10% sobre la propiedad heredada. Aunque un individuo pudiese ser afectado por esa pérdida de patrimonio a heredar, todo el dinero recaudado iría directo a todos los varones mayores de 21 años. Es decir, una redistribución.

Sus comentarios tienen resonancia en las élites capitalistas modernas. En 2001 120 multimillonarios estadounidenses encabezados por Warren Buffet, Bill y Melinda Gates, varios miembros de la familia Rockefeller, George Soros y otros más hicieron pública una carta en la que decían: "Eliminar el impuesto sobre sucesiones sería negativo para nuestra democracia, nuestra economía y nuestra sociedad, conduce a una aristocracia de la riqueza que transmitirá a sus descendientes el control sobre los recursos de la nación... Y dañará a las familias que a duras penas llegan a fin de mes".

Herbert Hoover, exitoso empresario y presidente norteamericano republicano de los años 20, estaba también a favor de este impuesto para combatir a los "ricos y holgazanes". Roosevelt fue el primer presidente en hacer que este impuesto fuese graduado para dañar menos a los herederos menos pudientes. En la España franquista hubo un período en el que la suma de las tarifas del impuesto a la herencia alcanzaba en algunos casos el 84% de lo heredado. Este tributo lleva con nosotros, por cierto, más de 200 años.

La tendencia actual en todo el mundo desarrollado es a reducir cada vez más el porcentaje de recaudación de este impuesto en las arcas públicas: pese a que el capital heredado representa el 69% de la desigualdad mundial, lo recaudado por sucesiones en Bélgica se mantiene al 0,6% del PIB, en Francia el 0,6%, en España está en el 0,3% , y en Portugal o Italia no llega al 0,1%.

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