El ser humano es una de las mayores fuerzas de la naturaleza. A lo largo de los últimos diez milenios nuestro impacto en el medio ha sido enorme, hasta el punto de que, si desapareciéramos, dejaríamos tras de nosotros un mundo muy distinto al que nos vio nacer.
Atrás dejaríamos como testigos de nuestra civilización no solo objetos inanimados como edificios de oficinas, trenes y esculturas, sino también una inmensa cantidad de animales domesticados. ¿Qué sería de ellos? El ser humano lleva domesticando animales desde milenios antes de la aparición de las primeras civilizaciones agrarias de las que tenemos constancia. Y posiblemente, el primer animal que domesticaos, antes incluso que el caballo, fue el perro.
Si bien los primeros restos de ejemplares de perro domesticado tienen unos 17.000 años, la información genética con la que contamos dibuja una historia de domesticación incluso más antigua. Es por eso que, si nos preguntamos qué pasaría con los animales domésticos si los humanos desapareciéramos de la faz de la Tierra, los perros sean la primera especie en venirnos a la cabeza.
Eso parece ser lo que le pasó a Jessica Pierce, experta en bioética y autora, junto con Marc Bekoff, del ensayo A Dog's World, en el que ambos analizan la cuestión de qué sería de los perros sin los humanos.
En un artículo en la revista Aeon, Pierce da algunos detalles sobre cómo imagina este mundo postapocalíptico en el que los perros se ven obligados a sobrevivir sin humanos. “So compartes tu hogar con un perro, puede que te hayas visto (…) chasqueando la lengua a tu amigo peludo en respuesta a algún comportamiento claramente poco salvaje”, explica Pierce para abrir el artículo.
Lo que les pasaría de verdad
Lo primero que aclara Pierce es la inmensa variedad de formas de convivir que perros y humanos tienen. Tan solo el 20% de los aproximadamente 1.000 millones de perros del mundo viven como mascotas, perros “intensivamente domésticos” como los llama. Unos y otros tendrían que pasar a valérselas por sí mismos. Sin intervención humana.
El comienzo sería posiblemente fácil puesto que los humanos dejaríamos una buena cantidad de comida, ya sea almacenada ya sea desperdiciada. Los perros son animales que pueden recurrir a una dieta diversa para subsistir, por lo que en ese sentido podrían estar cubiertos por un tiempo. Esta facilidad para adaptar su nutrición les permitiría dar el salto a una dieta más “salvaje” a base de plantas y frutos, insectos, pequeños mamíferos y pájaros. Aun así muchos perros morirían al no poder adaptarse a la nueva situación, explica Pierce.
Pero pese a la pérdida de individuos, el perro sobreviviría como especie. Aunque, como el resto del planeta, no volvería a ser simplemente lo que era antes, una suerte de lobo. Pierce señala que, puesto que el proceso de domesticación tuvo lugar a lo largo de miles de años, el proceso de des-domesticación requeriría también escalas milenarias. Lo que sí ocurriría con la especie en cambio es un proceso de silvestralización. Este proceso sería individual, y no afectaría a los perros como especie.
Pierce no plantea qué podría ser de otros animales domésticos, pero resulta posible especular que sus suertes podrían ser de lo más variado. Los gatos, por ejemplo podrían correr una suerte semejante a la de los perros, o quizás mejor. Sabemos que los gatos domésticos tienden a expandirse con gran facilidad, habiendo llegado a convertirse en toda una especie invasora en muchos ecosistemas.
Resultaría más difícil imaginar la supervivencia de algunos de los animales que hemos domesticado para nuestro consumo alimentario como algunas subespecies de pollos, pero en general podríamos establecer paralelismos con el destino de los perros, al fin y al cabo el instinto de supervivencia es poderoso en todos los animales y tan solo podemos especular con algo que, por definición, no podríamos atestiguar.
Imagen | Anoir Chafik
