Es normal que odies el sonido grabado de tu propia voz, pero no es porque suene mal

Es normal que odies el sonido grabado de tu propia voz, pero no es porque suene mal
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Llevo década y pico como periodista y, cada vez que intervengo en un medio audiovisual o transcribo una entrevista grabada, me pongo fatal. Odio, como casi todo el mundo, el sonido grabado de mi propia voz. Pero hace tiempo que esa experiencia desagradable de escucharse uno mismo se ha extendido a casi todo el mundo, gracias a los smartphones y nuestras apps sociales.

Es una sensación cada día más común. Entre los mensajes de voz de Whatsapp, los vídeos de Instagram, Snapchat y demás redes, a todos nos toca enfrentarnos a algo que antes era poco común (salvo tu familiar pesado con la cámara VHS en navidades y bodas), escucharnos desde fuera. Pero existe una explicación muy sencilla para esa sensación. Y no, no es que tu voz suene horrible. Lo que pasa es que no te escuchas como estás acostumbrado. Cuando oyes una grabación de tu propia voz, lo haces por el mismo canal por el que escuchas al resto de la gente: a través de las vibraciones del aire que entran en tus oídos. Pero tú no te oyes así cuando hablas: todo tu aparato fonador transmite las vibraciones de tu habla a través de tu cabeza. Tu propio cuerpo hace que tu voz te suene más grave y clara. También por eso no te afecta cantar en un karaoke. Es sólo cuando eliminas el factor de tu propio cuerpo que te oyes como te oyen los demás y, dios, parece que suena horrible.

No sólo te pasa con la voz

Pero sólo lo parece: nuestro cerebro está muy acostumbrado a una idea del "yo" muy concreta. Así, aunque los cantantes, actores y profesionales del audiovisual en general estén acostumbrados, a nosotros todavía nos cuesta asimilar todo lo que nos ha traído Internet.

Si te fijas, pasa lo mismo con las fotos: mucha gente no lleva bien lo de verse en fotos porque "no son fotogénicos", y otras razones. Pero la verdad es que estamos habituados a nuestro rostro como lo vemos en los espejos. Y, vaya, resulta que los espejos nos devuelven imágenes giradas. Y nosotros no somos simétricos. Cuando una foto nos muestra como nos ven los demás nos sentimos raros, porque nuestra realidad es vernos de otra manera. Falsa. La de un espejo.

Y es fácil sospechar que ese sea el motivo por el que tanta gente prefiere hacerse selfis en los espejos de los baños que usando la cámara frontal del móvil. Para el que se la hace, la persona reflejada es su auténtico yo.

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