"Tenemos que prohibir viajar a los europeos": lo que sucede cuando un español deja propina en Estados Unidos

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Hace unas semanas, Isabel Díaz Ayuso, a través de un vídeo promocional, hacía un llamamiento para "volver a dejar propina" en los bares y los restaurantes de la capital porque aseguraba que es lo que permite a los profesionales del sector cumplir sus "pequeños sueños e ilusiones". Lo cierto es que la iniciativa fue acogida de mala manera por el conjunto de la sociedad española, que considera que los camareros no deben vivir de la caridad. La realidad es muy diferente en otros países.

El tema de la propina ha vuelto a debate este fin de semana a raíz de una publicación viralizada en Twitter en el que una camarera estadounidense señalaba: "Tenemos que prohibir viajar a los europeos hasta que sepan cómo comportarse". Esgrimía esas palabras porque en el bar donde ella trabaja, un grupo de clientes españoles dejó una propina de 70 dólares para una cuenta de 700 dólares.

"Odio a los malditos europeos a veces", decía en otra publicación. "Esta mesa acaba de dejar 70 dólares en una factura de 700 dólares después de relajarse durante horas. Mi manager incluso les preguntó acerca del servicio y decían que estaban “en la luna”, así que les explicó que la propina habitual es del 20% y que fue como "ok" y se fueron".

La propina es una de las costumbres culturales más polémicas y diferentes entre civilizaciones del mundo. ¿Dar o no dar propina? Esa es la cuestión. Pero el problema es otro: que hagas lo que hagas, te sientes culpable. En Estados Unidos, dar propina en un restaurante ni siquiera es negociable. Dejar entre el 15 y el 20% del valor de una comida es casi una imposición ya que a menudo constituye la mayor parte del salario del camarero.

Y es un tema que hace temblar a cualquier cliente. Primero porque hay un desconocimiento gigantesco y segundo porque es algo que consigue avergonzar a uno públicamente. En España son voluntarias, un gesto de agradecimiento por el servicio recibido. Pero existen muchas diferencias según el país en el que te encuentres.

Un choque cultural y económico

En Asía, por ejemplo, es una práctica muy mal vista y considerada de mal gusto. De hecho, en Japón tienen una palabra, Omotenashi, que significa dar la mejor atención al cliente a cambio de nada. En otros países como Francia, Alemania o Países bajos son obligatorias. En algunos casos, incluso es un servicio incluido en la cuenta, del que no te puedes escaquear. Pero donde existe más controversia es en EEUU, donde las propinas son un refuerzo importante para los sueldos de los camareros y las camareras.

Lo primero, ¿de dónde viene este hábito? Curiosamente era una tradición europea. Se calcula que se originaron en Inglaterra en el siglo XVI, cuando los huéspedes dejaban dinero para los empleados de sus anfitriones para compensar el trabajo adicional que les generaban. Un libro anónimo inglés de 1795 detalla: "Si un hombre con su caballo se aloja en una posada, además de pagar la factura debe dar al menos un chelín al camarero y seis peniques a la mucama, al mozo de cuadra y al limpiabotas, lo que suma media corona".

Volviendo a Estados Unidos, allí consideran que esmerarse más en los cafés, restaurantes o bares es mejor les garantizará una propina, pues los sueldos mínimos son especialmente bajos. El problema surge cuando los españoles (y algunos europeos) llegamos al país norteamericano y nos encontramos algunas sorpresas en las cuentas, como el concepto de servicio. Mientras que los españoles se sienten orgullosos de dejar cuatro duros, para los americanos es una aberración. La diferencia de que la propina sea dejar "lo suelto" que llevemos en el bolsillo a ser "la manera estándar" de pagar.

Además, un motivo por el que existe cierto recelo por parte de los europeos a pagarlas es que son "invisibles". Es decir, que nos parecería más justo si en la carta ya incluyeran los precios + propina + IVA, que nunca los tiene. Eso da pie a casos en los que entras a un sitio a cenar y no puedes saber en base a la carta por cuánto puedes salir. Si estimas 50$, entre unas cosas y otras te puedes ir a los a 90$. En muchas ocasiones, a los carísimos precios tienes que que sumar las propinas y terminas con cuentas demenciales sin saber muy bien cómo. Y eso desincentiva mucho a dejar propina en condiciones.

Tal y como comentaba una usuaria en la publicación viralizada: "Siento decir que me parece mucho más razonable que se pague lo que cada cuál considere de propina si le ha gustado el servicio y cómo le han atendido. Si los empleados dependen de las propinas para que su salario sea decente, el problema es el empresario, no el consumidor". Otra añadía: “El tema de las propinas en los Estados Unidos es un despropósito total. Un sistema basado en que el cliente pague el sueldo de los camareros en vez de hacerlo el propio jefe”.

Y el dilema ahora cobra más importancia ya que las propinas se están extendiendo cada vez más, siendo las facturas más elevadas en negocios donde antes nunca se habían ofrecido propinas. De hecho, los expertos hablan de un fenómeno llamado "fatiga de las propinas", un escenario en el que los clientes, afectados por la elevada inflación y la crisis económica, ya no saben dónde dar propina ni cuánto.

El factor de la culpa

Con la llegada de las pantallas digitales de cobro, la encrucijada donde uno se encuentra es aún más estresante. Ahora, cuando pagas la comida o un café, algunos establecimientos han incorporado en el mismo datáfono una pantalla táctil que tiene algunas cantidades de propina sugeridas, generalmente 10%, 15% o 20%, aunque también suele haber una opción para dejar una propina personalizada o no dejar directamente.

Esto ha creado situaciones totalmente desesperantes. Primero, porque el empleado está enfrente tuyo mirando inquisitivamente a qué botón le das. Y segundo, porque el resto de clientes de la cola también están detrás mirando por el rabillo del ojo la cantidad que dejas. Y eso afecta a tu decisión. Parece un sistema algo injusto, donde el factor de la culpa es predominante. Y esto ha acabando por crear un hábito de propinas algo diferente al que existía hace años, sin reglas claras.

También hay que comentar que la pandemia ha acelerado este fenómeno, en un momento en el se alentaba a los clientes a dejar propinas más generosas para mantener a salvo a los establecimientos. Según datos de Square, las propinas para los restaurantes aumentaron un 25% en comparación con el año anterior, mientras que las propinas en los restaurantes de comida rápida aumentaron un 17%.

Pero el problema, al final, es laboral. La misma industria hostelera está experimentando renuncias masivas recientemente en una tendencia creciente a abandonar los puestos de trabajo más precarios. En Magnet hemos hablado de ello. Lo que es insostenible es que el sueldo de una persona dependa de las propinas y no del salario base en su contrato. Y en esto, sin duda, no tenemos culpa alguna los españoles.

Imagen: Twitter | Unsplash

En Magnet | El Señor Rosa ha ganado la discusión: adiós a las propinas a los camareros en varios estados de EEUU

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