Turquía lleva dos décadas aplicando políticas islamizantes. Ha conseguido que la gente sea menos religiosa

Turquía mezquita.
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¿Puede el estado hacerte más religioso? Es la pregunta que Turquía lleva haciéndose durante las últimas décadas. El país ha sido gobernado durante años por un partido inmerso en el Islam político. Hace unos meses, diferentes encuestas sobre las creencias personales se hacían eco de un hallazgo que ha hecho que los gobernantes del país se lleven las manos a la cabeza: los niveles de religiosidad disminuyeron durante su régimen.

El cambio no es sísmico y surge un debate creciente de a dónde se dirige el país en los próximos años.

Evidencia de la experiencia turca. Una investigación llevada a cabo por Murat Çokgezen, del Departamento de Investigación Económica de la Universidad de Marmara, se propuso evaluar el impacto de la política de islamización de dos décadas llevada a cabo por el partido pro-islamista, que llegó al poder en 2002 en Turquía, sobre las actitudes de los turcos hacia los valores religiosos, las prácticas religiosas y el clero.

En este sentido, se examinó cómo la importancia de la religión, la frecuencia de ir a las mezquitas y la confianza en el clero han cambiado entre los musulmanes turcos entre 2002 y 2018, utilizando datos de la Encuesta Mundial de Valores. Las conclusiones de aquel estudio indican una reducción en la creencia en Dios, la asistencia a las mezquitas y la confianza, lo que implica el fracaso de la política de islamización.

Encuestas. La última, realizada por Konda, ilustraba que los encuestados que se identificaron como "piadosos" cayeron del 13% en 2008 al 10% en 2018, y los que eligieron "religiosos" bajaron del 55 al 51%. Las cifras de "no creyentes" y "ateos", que apenas se registraron en 2008, ahora son del 2 y el 3%, respectivamente. Sin embargo, hubo una caída significativa en los encuestados que se autodenominan "conservadores religiosos", del 32 al 25%. Y aquellos que dicen ayunar durante el mes sagrado musulmán de Ramadán se redujeron del 77 al 65%.

Si bien algunos ven los cambios una década después como una progresión natural, los analistas turcos dicen que el cambio podría ser una reacción violenta, especialmente entre los jóvenes, contra un presidente religioso y su impulso para formar lo que él llama una "generación devota".

¿Por qué? La pregunta ahora es qué causó esa pérdida de la fe exactamente, cómo la relación simbiótica entre el gobierno pro-islamista y el clero y las instituciones religiosas puede explicar el fracaso. ¿Por qué el porcentaje de autodenominados fieles parece estar disminuyendo, incluso cuando los votantes siguen reeligiendo a líderes políticos que infunden sus devotas creencias musulmanas en sus políticas?

El presidente Recep Tayyip Erdogan y su Partido Justicia y Desarrollo (AKP) comenzaron con un fuerte enfoque en la economía, lo que fue un gran atractivo para el electorado. Con el tiempo, el uso del estado por parte de su administración para promover la religión se volvió más estridente. En un video oficial de 2017, Erdogan celebró el floreciente crecimiento de las escuelas religiosas Imam Hatip financiadas por el estado, como a la que asistió cuando era niño. En el momento del video, las escuelas enseñaban a unos 1,3 millones de estudiantes en Turquía.

¿Más gobierno religioso, menos población religiosa? Desde que el AKP  llegó al poder en 2002, ha enfrentado acusaciones de que quiere convertir a la república laica de Turquía, con una población de mayoría musulmana, en un país gobernado por las leyes islámicas. El AKP, un partido fundado como una rama de un grupo islamista, siempre lo ha negado. Se escuda en que simplemente ha abolido las leyes y reglamentos que discriminan a los musulmanes practicantes, como la prohibición del velo en las instituciones públicas, que se introdujeron antes de que asumiera el poder.

La encuesta de Konda reflejaba "un caso típico de acción-reacción", dada la forma en que el AKP ha gobernado el país. "Cuanto más impones una agenda social a la gente, más reaccionan contra ella", explicaba Selim Sazak, analista de Turquía radicado en Estados Unidos en este artículo.

Críticas a la nueva élite musulmana. El AKP ha supervisado el surgimiento de una nueva élite musulmana. Las ministras del gobierno con pañuelos en la cabeza se han convertido en la norma, al igual que los discursos de los políticos salpicados de referencias religiosas. Los críticos dicen que las demostraciones públicas de devoción musulmana se han convertido en un paso importante en la carrera de políticos y servidores públicos. Y una de las razones de los resultados de Konda es que los turcos están desilusionados por las demostraciones públicas religiosas de personas acusadas de arrogancia y corrupción.

La "búsqueda pública" de la islamización por parte del AKP ha hecho que las contradicciones del Islam político fueran demasiado evidentes a la vista del público. Podemos poner como ejemplo la imagen pública del mismo presidente: un musulmán observador que está ferozmente orgulloso de su origen de clase media baja. Sin embargo, vive en un palacio presidencial de 1.000 habitaciones en Ankara y acumula una gran riqueza.

Cambio de costumbres. Lo que está sucediendo ahora es que un segmento cada vez mayor de la sociedad turca se siente cómoda renunciando a la religión junto con la política religiosa. Los estudios y las encuestas sobre el estilo de vida no sugiere que la mayoría esté cambiando específicamente sus costumbres de usar pañuelos en la cabeza, pero sí marca una ligera reducción en las mujeres que dicen que usan algún tipo de indumentaria para cubrirse la cabeza.

"Los esfuerzos activos y costosos del gobierno para promover la religiosidad no parecen tener mucho efecto. El control del gobierno y la provisión estatal de religión por lo general alienan a las personas de la religiosidad", explicaba Murat Somer, profesor de ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad Koc de Estambul.

Estas tendencias podrían significar que el impulso de Erdogan para crear una Turquía más religiosa está fracasando. Y tal vez esté irónicamente haciendo justo lo contrario, que su país sea menos religioso aún cuando pensó que sus medidas en la presidencia les harían más devotos.

Imagen: Unsplash

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