Vivir en la ciudad es perjudicial para nuestra salud, pero en 2050 el 68% residiremos allí

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En 2008 por primera vez en la historia de nuestro planeta, la población presente en las ciudades superó a la que vivía en las zonas rurales. La ONU advirtió en este informe de 2018 que, de seguir las dinámicas demográficas actuales, en 2050 el 68% de las personas residirán en núcleos urbanos. Y aunque esta es la tendencia social que se impondrá, las estadísticas que deja la ciencia sobre la vida en las grandes urbes no destaca precisamente sus bondades.

73% de los europeos en ciudades. Hoy 7 de cada 10 europeos se concentraban en zonas urbanas y para 2020 lo hará el 80%. Según datos del INE, se prevé que para 2035 el 28% de los españoles se concentren entre Madrid y Barcelona. La tendencia del éxodo rural se acentúa con más fuerza que a principios del siglo XX por una razón principal: los pueblos cada vez aglutinan menos servicios debido a que apenas hay población en ellos. Si la ONU prevé ese trasvase poblacional a las ciudades no es por una cuestión geográfica, sino porque es allí donde las oportunidades laborales son mayores.

A más capital económico, más servicios y a más servicios más población. Esta pescadilla que se muerde la cola es una de las razones por las que las grandes inversiones se llevan a cabo en las ciudades más pobladas del planeta. Que Toronto, San Francisco, París o Singapore estén entre las 20 ciudades más rentables para invertir se debe mayoritariamente al ratio de habitantes que acumulan. 

91% de la población respira aire contaminado. Según la OMS este porcentaje de ciudadanos vive actualmente en zonas donde los límites de partículas contaminantes como el dióxido de nitrógeno, el dióxido de azufre, el ozono o el monóxido de carbono exceden las concentraciones recomendadas. Este mismo informe apunta que cada año se producen 4,2 millones de muertes vinculadas con la contaminación del aire. La mala calidad de la atmósfera que respiramos incrementa el riesgo de padecer cáncer de pulmón, infartos, accidentes cardiovasculares o infecciones respiratorias como la neumonía.

Contaminación y obesidad. La calidad del aire afecta más de lo que creemos y al listado de enfermedades anteriores ahora también se suma el riesgo de padecer sobrepeso. Según declaraciones del Instituto Clínico de Ciencias de la Evalución de Canadá a la BBC, las micropartículas presentes en el humo de los coches o los cigarrillos tienen el poder de activar procesos inflamatorios lo que en algunas personas deriva en una ralentización metabólica. Es decir, si nuestro organismo desencadena un proceso inflamatorio, todo se ralentiza y la quema de calorías se hace más complicada.

Más problemas psicológicos. Factores como la contaminación acústica, las aglomeraciones o los atascos presentes en las ciudades contribuyen a elevar los niveles de estrés de las personas que allí residen. Según este estudio de la revista Nature vivir en una ciudad aumenta un 21% la probabilidad de padecer ansiedad y un 39% la posibilidad de experimentar trastornos en el estado de ánimo.

Sin embargo, aunque la vida en zonas rurales siempre se ha asociado con mejores ratios de bienestar emocional lo cierto es que si no hay trabajo o estabilidad económica, la felicidad sale por la ventana. Y es que, este otro estudio elaborado en los años más duros de la crisis económica reveló un aumento de los trastornos de la ansiedad y un incremento en los cuadros depresivos. Es decir, vivir en el bucle de una gran urbe puede ser perjudicial para nuestra salud mental, pero estar en el campo, solo y al paro, también.

¿Soluciones a un futuro negro? La contaminación atmosférica es la piedra angular que rige tanto la aceleración del calentamiento global como los efectos directos sobre nuestra salud. Para tratar de frenar o minimizar las consecuencias de la polución lo prioritario para los ayuntamientos es reducirla. Por ello grandes ciudades como Londres, Berlín, Madrid o Copenhague dirigen sus políticas de transporte hacia un modelo menos perjudicial para sus vecinos. Apostar por el transporte público, limitar el uso de los coches particulares e incentivar la movilidad en bici o patinete eléctrico son algunas de las soluciones que más fuerza están tomando en el viejo continente donde especialmente la Comisión Europea es tajante a este respecto: todas aquellas ciudades que incumplan los niveles de calidad del aire serán sancionadas.

Imagen:  Wes Hicks/Unplash

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