La felicidad como dogma: el pensamiento positivo ha colonizado a la sociedad y es hora de desterrarlo

La felicidad como dogma: el pensamiento positivo ha colonizado a la sociedad y es hora de desterrarlo
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"Sonríe aunque duela". "Todo se ve más bonito viviendo con actitud positiva". "Encontrarás significado en la vida si lo creas". "Vive cada minuto". "La gente positiva cambia el mundo, mientras que la negativa lo mantiene como está". "Todo puede tener belleza, aún lo más horrible". Que Frida Khalo pronunciara estas últimas palabras tiene sentido si tenemos en cuenta que sufrió un horrible accidente de autobús que la dejaría postrada y con dolores crónicos, pero no debe aplicarse a todo en la vida.

La tiranía del positivismo puede acarrear una vida infeliz: o sonríes e irradias amor ante la adversidad, o solo atraerás cosas negativas. Las redes sociales explotan esta forma de pensar en ocasiones tóxica obligándonos a demostrar constantemente lo felices que somos. Nadie publica fotos del día de su despido, ni se nos anima a llorar cuando algo va mal. Pero el mero hecho de estar vivo lleva incluido en el pack momentos de dolor y sufrimiento.

La felicidad como un requisito

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En 2016, Junta de Revisión Nacional del Trabajo en Estados Unidos dictaminó que los empleadores no pueden obligar a los empleados a estar siempre alegres y con una sonrisa, por muy positivo que quiera la empresa el ambiente de trabajo. Ante la pregunta "¿qué tal?" nadie se atreve a responder "pues ahora que lo preguntas, siento una tristeza y una agotamiento que a veces me impiden hasta respirar". No. Decimos "oh muy bien, puede que incluso mejor que tú". Y nos sentimos satisfechos.

Las redes sociales son las plataformas más dañinas para promover los tres principios universales del pensamiento positivo: sé optimista, no te rindas nunca y sé positivo. A eso hay que añadir "demuestra constantemente lo feliz que eres, aunque sea mentira".

Empresas como Mr.Wonderful nos adentran en la fórmula "todo es posible" o "sonríe que la vida vuela" con mensajes impresos en cualquier objeto que puedas imaginar. Y si no sonríes, tu vida no habrá merecido la pena. Ante esta vomitona de arcoiris, Mr. Puterful hace el papel de poli malo con una contrapartida de diseños a lo "He visto flanes de vainilla con más huevos que tú" o "Un gran día para que te den por c***".

¡Y tú puedes, créeme! #mrwonderfulshop #felizmiércoles Believing is power (especially if you believe in yourself). And you can, believe me!

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Según Svend Brinkmann, profesor de psicología en la Universidad de Aalborg de Dinamarca, la cultura de la positividad tiene un lado oscuro. "Cuando sucede algo malo, se nos debe permitir tener pensamientos negativos y sentimientos al respecto", declara a Quartz.

La teoría de este psicólogo tiene bastante sentido: si nos educan rechazando la realidad y centrarnos únicamente en lo positivo, reprimiendo los sentimientos negativos, no sabremos cómo abordar las desgracias que vivamos. El problema es cuando la felicidad se convierte en un requisito.

La presión de ser feliz viene impulsada por el lucrativo mercado de autoayuda, que, de no ser eficaz, puede llegar a instalar un sentimiento de culpabilidad en el lector que no ha sabido cambiar su actitud. Y no solo aquí. Estos mensajes se han trasladado a un sector en el que los sentimientos tienen poco que ver: la salud.

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Los mensajes tipo "tú tienes la clave" en el sector de la medicina son por desgracia cada vez más habituales. Sí, es cierto que una actitud positiva y una predisposición por parte del paciente puede mejorar sustancialmente su estado, pero lo contrario no lo mata. Ante una enfermedad tan extendida y grave como el cáncer se han extendido todo tipo de corrientes saludables que nos instan a comer ciertos alimentos anticancerígenos milagrosos gracias a los cuales muchos autores se han lucrado.

Junto a esto y una "actitud positiva" se responsabiliza al paciente de una enfermedad que puede ser hereditaria y que nada que ver tiene con la actitud o el estilo de vida, aunque la la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), afirma que suponen un 5-10% del total de cánceres.

La AECC relata en su página web: "Un 40% de los cánceres se deben a la acción de agentes externos que actúan sobre el organismo, causando alteraciones en las células. Por el hecho de ser externos, son modificables. La persona puede modificar sus hábitos, impidiendo que el organismo entre en contacto con estos agentes, como por ejemplo, evitando el consumo de tabaco, reduciendo las dosis de alcohol, haciendo ejercicio...".

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¿Qué ocurre cuando una persona sigue exactamente este estilo de vida pero se le diagnostica un cáncer? Por desgracia, la ayuda psicológica en esta institución también te hace responsable. Palabras como "hay que ver el lado positivo a todo (a tener un cáncer)" o "los pensamientos negativos atraen cosas negativas" son consejos que se escuchan en las salas de la asociación por psicólogos, y que son emitidos a personas vulnerables que aún no han asimilado lo que les ocurre.

Y lo que es peor, se les responsabiliza en parte de cómo discurra la enfermedad en función de la actitud que tenga, que ha de ser positiva en todo momento. Varios estudios afirman que en el contexto sanitario exageran los efectos de la mente sobre el cáncer y que las publicaciones científicas especializadas tienden a sobredimensionar el efecto de la psicología en la tasa de supervivencia al cáncer.

Un estudio publicado en The Lancet, con una muestra de 719.671 mujeres (el más amplio hasta la fecha), muestra que la felicidad no tiene ningún efecto sobre la mortalidad si se controlan las condiciones objetivas que explican tanto la felicidad como la mortalidad. Esto es, no existe una conexión causal directa entre felicidad y mortalidad.

¿Entonces, hay que huir de ser positivos?

La respuesta es no. Debemos intentar encontrar un equilibrio entre una espiral de pensamientos negativos y metas irrealizables auspiciadas por mensajes dañinos. Según Joanne V.Wood, los mensajes positivos sí pueden tener un efecto beneficioso cuando aceptamos nuestra realidad, y añade que los mensajes menos globales y específicos como "soy bueno organizándome en el trabajo" son más efectivos que los inespecíficos como "soy una gran persona".

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Ana María Fuentes Alcañiz, psicóloga clínica, afirma que las redes sociales han hecho mucho daño. "En Atenas, en el 301 a. de C. la corriente estoica ya apuntaba a que ponerse en contacto con el fracaso es positivo para ayudarnos a superarlo", afirma.

Y continúa: "Los sentimientos depresivos también tienen su función biológica que es pararte, dedicar un tiempo a la introspección para ver qué quieres cambiar y tomar contacto con lo que te hace sentir bien. Si te permites deprimirte, cuando subas va a ser una subida real. El mero hecho de estar vivo lleva incluido en el pack momentos de dolor y sufrimiento".

Ana concluye que el optimismo es importante. "Las personas optimistas, las que después de fallar lo vuelven a intentar, son las que transforman el mundo, pero permitiéndose antes caer y reflexionar sobre lo que ha ido mal y sobre como se sienten, para reenfocarse y volver entonces a remontar el vuelo". Y así es.

Imagen | Allef Vinicius/Unsplash

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