AirBnb quería que pasaras una noche en la Gran Muralla China. El gobierno les ha dicho que ni de coña

AirBnb quería que pasaras una noche en la Gran Muralla China. El gobierno les ha dicho que ni de coña
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“Uno de los objetivos de esta Noche en la Gran Muralla era destacar cómo todos podemos participar para honrar y preservar partes increíbles de la historia del mundo. Nos asociamos con expertos para ayudar a educar a las personas que viniesen acerca del patrimonio del Muro y crear conciencia sobre los esfuerzos de protección y preservación empleados en ello” Esto recoge el comunicado público de cancelación de AirBnB de su último concurso anual. El intermediario de contratación alquileres vacacionales se ha topado con la ordenanza china.

Turismo de superélite: desde hace años AirBnB promociona concursos abiertos para que los usuarios pasen “una experiencia única” en los lugares más espectaculares del patrimonio natural y humano del mundo. Bucear entre los corales de la Gran Barrera de Coral australiana contemplando “la fragilidad de este asombroso ecosistema”, dormir en una casa flotante en el Támesis para celebrar que los londinenses ya pueden poner sus viviendas en su plataforma, noche de Halloween en las Catacumbas de París, pasando por encima de sus habituales restricciones o paseándose por el Castillo de Drácula en Rumanía, entre otras opciones.

Saltar el muro: esta vez le tocaba a la Gran Muralla China, gran atracción turística del país que más interesa comercialmente a la compañía de San Francisco ahora mismo. La oferta prometía que los ganadores pasarían una noche de en sueño en una atalaya de la fortificación de la sección de Badaling (con más de 2.000 años de antigüedad) que iba a ser reconvertida en habitación doble para esta ocasión. Después los huéspedes degustarían menús gourmets personalizados, platos que iban a representar cada aspecto de la cultura china y las tradiciones culinarias de su gente. Un privilegio que pasaba por encima de las barreras económicas, pero también de las restricciones burocráticas.

La resistencia china: la comisión cultural en el distrito de Yanqing, en Beijing, ha asegurado el lunes pasado a través de un comunicado que no estaba al tanto del concurso y que no había emitido su aprobación para llevar a cabo el mismo. De hecho, la comisión asegura que no apoya tales actividades puesto que no ayudan a conservar el patrimonio cultural de uno de los mayores tesoros de la humanidad. A pesar de que Airbnb decía contar con el beneplácito de las agencias de turismo estatales para llevar a cabo la iniciativa, la burocracia china ha terminado por tumbárselo.

Weibo enfurecido: la comunidad china ha mostrado en sus redes sociales el mismo hartazgo hacia la plataforma y sus acciones comerciales y promocionales que los ciudadanos de otros muchos lugares del mundo. "La Gran Muralla es un patrimonio histórico bajo protección, ¿cómo pueden permitir que se convierta en una casa de huéspedes común?", decían unos; "¿entonces ahora incluso los monumentos antiguos se pueden alquilar a los huéspedes para obtener ganancias?”, decían otros. Otro golpe de imagen para una de las compañías más exitosas pero menos apreciadas por la ciudadanía de las llamadas economías colaborativas.

Hazlo local: esta anécdota representa simbólicamente un problema aún mayor para la compañía. La oposición estatal a las peticiones de la compañía estadounidense, que no ha parado de crecer en volumen en China desde hace algo más de un año, puede toparse con la promoción gubernamental de sus propias plataformas clónicas pero originarias del país. Airbnb no quiere que esto ocurra, y como parte de sus esfuerzos para atraer a los usuarios locales, cambiaron su nombre a uno chino para operar en la zona asiática y han firmado acuerdos con las autoridades para dar más información sobre los viajeros extranjeros que usen su servicio para cumplir con las regulaciones chinas.

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