Aquella vez en que las tropas alemanas y rusas pactaron una tregua para que no les comieran los lobos

Aquella vez en que las tropas alemanas y rusas pactaron una tregua para que no les comieran los lobos
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Tiene gracia imaginar la situación. La ironía o el guiño mental que debió atravesar la mente de más de uno y más de dos de los soltados y generales protagonistas de esta historia. Hasta las situaciones de mayor gravedad humana pueden verse desbaratados por los motivos más aleatorios. O como procede, "ay que ver con estos lobos, que no nos dejan hacer la guerra".

Ocurrió según la prensa del momento durante el invierno de 1916 a 1917. El frente oriental se extendía por más de mil millas desde el Mar Báltico en el norte hasta el Mar Negro en el sur. Allí combatían las tropas rusas y alemanas, que luchaban entre la región de Kaunas y Vilna de Lituania y en la región de Minsk de Bielorrusia.

Pero la llegada de un tercer ejército modificó todos los planes y alteró el devenir militar. Los lobos del este europeo, grandes, hambrientos y probablemente animados por el olor del flujo constante de cadáveres del frente empezaron a atacar a los grupos de infantería de ambos bandos. Ahí es cuando entra en acción la inoperancia. Los soldados intentaban exterminarlos. Los disuadían con veneno, disparando los rifles y ametralladoras e incluso, según se dice, con granadas.

Los canes morían, pero no el origen de sus problemas, ya que nuevas manadas de animales con renovadas energías acudían a su encuentro.

Los soldados estaban tan asustados y desesperados que hablaron con sus comandantes para que solicitasen a sus respectivos líderes un armisticio temporal, un alto el fuego para luchar mano a mano frente a este inesperado enemigo común. Se lo concedieron. Lograron acabar con los lobos sin que ningún bando, como se temía, traicionase la tregua. Una vez que se erradicó la plaga lupina, se pudo volver a la normalidad y los soldados volvieron a matarse entre ellos.

Alemanes Y Rusos
Soldados alemanes y prisioneros rusos.

No fue la única ocasión en la historia en la que los rivales en la batalla se hermanaron momentáneamente por algún motivo imprevisto. Es el caso de la Tregua de Navidad entre las tropas alemanas y las británicas durante la Primera Guerra Mundial, o la tropa de la Wehrmacht que ayudó a los norteamericanos en el caso de la Segunda. Combatir a los lobos en el frente, además de un hecho histórico, es una idea que ha inspirado la imaginación de los escritores, como se exploró en la novela gráfica Curse of the Wendigo, de Mathieu Missoffe.

Sobre el clima político y militar durante aquella contienda, y como bien sabemos, el hartazgo de la población civil rusa condujo a la Revolución de Febrero, lo que llevó a su vez a un brusco cambio en el ordenamiento marcial. Para las fechas en las que tiene lugar esta anécdota los historiadores han indicado que ya se había perdido el principio de unidad de los comandos del frente ruso. Las tropas se volvieron menos eficaces y las compañías tomaban más a menudo sus propias decisiones. Puede que todo esto influyese en la materialización de esa unión entre rivales.

En cualquier caso, y en esta ocasión, los alemanes salieron ganando.

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