Chiara Ferragni quiere ser la primera influencer en salir a bolsa: el siguiente nivel de la industria de Instagram

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Parecía cuestión de tiempo que alguien aterrizase una posibilidad que se atisbaba en el horizonte comercial de todo el mundo: si ya hay personas que valen más que muchas grandes empresas, ¿por qué no podemos invertir en esas personas? La italiana Chiara Ferragni da un paso al frente.

Primero, cómo se seguro es que podamos invertir en ella: poco, la noticia de esta semana tiene forma de sugerencia o rumor. Para el semanario L’Economia, sucursal del Corriere della Sera, la modelo decía que se planteaba un futuro en el que su firma de moda Serendipity, una de las líneas empresariales que dirige en su corta vida (33 años) y que arrojó malos resultados en 2019, recibiese un boost económico en forma de financiación. ¿Cómo? Saliendo a bolsa, probando las aguas de Milán y monetizando así a su persona mediante una OPV.

 

¿Cómo de valiosa es Chara Ferragni? Según Cincodías, en caso de lanzarse el grupo de Ferragni tendría un valor de unos 80 millones de euros. Esto es así porque Sisterhood, a través de la que gestiona sus campañas de márketing, facturó en 2019 11 millones de euros, y Serendipity más TBS Crew, la que lleva la comunicación de Ferragni, incluido su blog, generó unos 20 millones de euros. Al no saber con qué otra empresa compararlo por tratarse de un modelo tan revolucionario, los diarios económicos comparan su posible salida con las acciones de Prada, cuyo precio fue de cuatro veces su factura anual.

En resumen: es poco dinero, poquísimo si lo comparamos con las otras titanas dedicadas a su imagen (Kylie Jenner vale 700 millones de dólares, Rihanna 600) pero como mínimo saldría en los libros de historia económica y en los balances anuales del mundo influencer en los cinco continentes.

Hablamos de un segmento que mueve alrededor de 8.000 millones de dólares, según cálculos de Financial Times, aunque otros lo suben a 9.700 millones. Es cuatro veces más de lo que se hacía en 2016. Es decir, se trata de un mercado en plena expansión: si las marcas ya están dedicando entre un 10 y un 20% de sus presupuestos para el márketing con celebrities digitales, hay algo aún más llamativo: un 17% de todas esas compañías invirtieron en 2019 más de la mitad de presupuesto de publicidad en esto.

Y de la dependencia en publicidad a la crisis: la pandemia provocó que en el segundo trimestre de este año todas las grandes firmas y marcas contrajesen su presupuesto en publicidad a mínimos. Fue algo temporal, pero que expuso la enorme dependencia de estos creadores de este sector. A día de hoy sigue siendo mucho menos lo que pueden generar en ingresos directos de sus estratosféricas cifras de seguidores que lo que hacen promocionando a alguna marca de ropa. Es una oportunidad para replantearse cómo pueden monetizar su poder.

Porque tienen poder: bien lo saben, por ejemplo, desde Snaptchat, cuya matriz vio caer su capitalización bursátil en 1.300 millones de dólares en el mismo momento en el que Kylie Jenner, con 198 millones de seguidores en Instagram, tuiteó sobre su desilusión con el nuevo rediseño de la aplicación y aseguró que no la usaría nunca más. Hace no mucho contábamos cómo la hermana mayor, Kim Kardashian, provocó el derrumbe temporal de Facebook sólo por afirmar que no publicaría nada en Instagram por un día. Todo ello por no hablar de uno de los eventos más celebrados por redes sociales en todo el mundo, aquella vez que un puñado de instagramers pusieron sobre raíles que un montón de millennials con dinero acabase viviendo su versión del señor de las moscas durante un fin de semana, también conocido como Fyre Festival.

Son sólo algunos ejemplos de todo lo que estos conglomerados de la imagen unipersonales pueden conseguir.

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