Los cientos de idiomas y sistemas de escritura del mundo, en un precioso mapa de 1741

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El siglo XVIII marcó un punto de no retorno para el conocimiento humano, muy especialmente el occidental. Diversas disciplinas iniciaron su largo recorrido moderno, al albur de la Ilustración y del rico circuito de ideas que componía la Europa de la época. Una de ellas, como tantas otras, fue la lingüística, cuyo recorrido se adentraba en la Antigüedad y el Medievo, pero que disfrutó de una revitalizada atención.

Naturalmente, los hijos de la Ilustración interpretaron el mundo que les rodeaba desde los mismos prejuicios que sus futuros aprendices. En el caso de los idiomas, por ejemplo, se prestó una especial atención a la lingüística comparada, en gran medida desde una posición de superioridad o partiendo de supuestos mitológicos, como un árbol genealógico común (la lengua adánica, perdida tras la Torre de Babel) en los que unos idiomas tendrían determinadas prevalencias sobre otros.

Fue el caso de Gottfried Hensel, lingüista alemán cuyo mayor legado académico fue un precioso mapa (1741) sobre las distintas lenguas que poblaban los continentes conocidos por aquel entonces. Hensel presentaba los idiomas conocidos junto a pequeños extractos del Padre Nuestro, cada uno en su sistema de escritura y siguiendo la tipografía más oriunda de cada región (algo especialmente visible en las lenguas germánicas y su inmortal gótica, legada hasta nuestros días).

El trabajo de Hensel no es particularmente valioso por lo preciso de su contenido, sino por lo original: hasta entonces, ningún lingüista se había propuesto sintetizar en una sola obra todas las lenguas del planeta, mucho menos con sus respectivos alfabetos y sistemas. El mapa, cuya estética es típicamente dieciochesca, representa un viaje por lo desconocido. Las lenguas de África apenas aparecen, más allá del árabe o el amárico, y su dibujo identifica más bien a grupos étnicos. Es algo consustancial al conocimiento (y los prejuicios) que Europa tenía del continente.

Similares apreciaciones pueden realizarse para Asia, donde el sistema de escritura japonés se asemeja en absoluto al que realmente se utilizaba. Algunas traducciones, como las del cirílico, tampoco son correctas. Pese a todo, Hensel realizó un gran trabajo documental, tirando de fuentes secundarias y terciarias. El conocimiento académico iba al alza, pero seguía siendo limitado en manos de los investigadores de la época. La biblioteca digital de la Universidad de Cornell permite explorar su trabajo a fondo. Sin embargo, mucho más recomendable es la labor de Jakub Marian digitalizando los pergaminos de Europa, África y Asia.

Europa 1741
Asia 1741
Africa 1741

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