La cultura de la cerveza artesanal es absurda. Y Anthony Bourdain lo sabía perfectamente

La cultura de la cerveza artesanal es absurda. Y Anthony Bourdain lo sabía perfectamente
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El chef Anthony Bourdain, el “niño terrible” de la cocina estadounidense y estrella televisiva que trabajaba como embajador gastronómico de los rincones más remotos para el resto del mundo, falleció la semana pasada. Se quitó la vida. Todavía estaba cocinando su siguiente capítulo de Parts Unknown, en Francia, cuando decidió dejarlo todo. Miles, millones de seguidores de Bourdain sorprendidos por la noticia siguen llorando la pérdida de la figura más carismática del universo culinario internacional.

Y con su marcha, la publicación de algunos de sus gestos reveladores. Big Body Storf, jefe de redacción de Vynil Me Please, ha resaltado el extracto de una entrevista que ha hecho conectar a muchas personas con la visión de la cultura cervecil del chef. Bourdain se mostraba normalmente en sus programas acompañando los platos de los restaurantes promocionados con sencillas cervezas locales, lo que enfadaba y causaba críticas entre los sibaritas de la cebada. Esta es la respuesta dada por Bourdain al periodista John Sellers que ha hecho que miles de tuiteros quieran compartir su mensaje:

Las críticas más enfervorecidas que recibo de mis programas vienen de verme bebiendo cualquier cerveza fría convenientemente disponible en la región, en vez de bebiendo la mejor cerveza que exista. Entiéndeme, no he hecho el esfuerzo de caminar diez manzanas hasta la microcervecería del barrio en la que hacen una puta IPA de Mumford and Sons. La gente se empeña en eso. Pero mira, me gusta la cerveza fría. Y me gusta pasar un buen rato. No me gusta hablar de cerveza, sinceramente. No me gusta hablar de vino. Me gusta beber cerveza. Si me traes una muy buena, una buena cerveza artesanal, la disfrutaré, y lo digo. Pero no voy a analizarlo.

Mira, un día por San Francisco andaba desesperado por tomarme una cerveza y entré en un sitio. Pensé que era un bar antiguo. Me senté, levanté la vista y noté que había una amplia selección de cervezas de las que nunca había oído hablar, lo cual está bien. OK, estoy en una especie de pub cervecero, lo que supongo que es bueno. Pero entonces miré a mi alrededor. Todo el bar estaba lleno de gente sentada frente a cinco vasitos pequeños llenos de diferentes cervezas y tomando notas. Esto no es un bar, es la puta Invasión de los Ladrones de Cuerpos. Esto está mal. Esto no es de lo que trata estar en una barra. Un bar es un sitio para dejar que te emociones un poco, distraer tranquilamente tus sentidos, pasar un buen rato, interactuar con otras personas o tomar malas decisiones… o sentirse mal por su vida. No es para ir a sentarte a analizar cerveza. Es antitético.

Puedes leer su entrevista, en la que da pistas sobre sus gustos acerca de las patatas fritas, el cine de gángsters o Pokémon Go, aquí.

Bourdain era un apasionado de la comida tradicional. No de las elaboraciones complejas producidas en la cocina fusión, aunque también ésta puede dar sabores enriquecedores, sino más bien de la alquimia atávica que se logra en los fogones modestos, en el perfeccionamiento artesanal del plato de rancho. Él mismo sabía que el mundo seguía ofreciendo esas experiencias genuinas lejos de las operaciones publicitarias, e iba en su búsqueda.

Otro de los datos que ha circulado también estos días es cómo el chef protegía a veces estas culturas con un gesto casi invisible. Aunque grababa sus populares programas en recónditos restaurantes de Pakistán, Armenia o Vietnam, a veces ocultaba el nombre del negocio para evitar que tras la retransmisión se convirtiesen en trampas para turistas.

En cualquier caso, muchos han reconocido como una pequeña vindicación personal las declaraciones sobre la cerveza artesanal de una de las figuras de mayor prestigio del medio, una demostración de que esta gourmetización de la bebida popular tiene mucho de postureo irracional o poco de exquisitez gastronómica.

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