Embrujo lunático: los eclipses provocan que los animales tengan comportamientos extraños

Eclipse Buena
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Para la mayoría de los animal, la estructura de los días (y de los años) depende del ciclo de luz y oscuridad. Estos ciclos rítmicos y regulares en la duración de los días les dice a los animales cuando tienen que estar buscando alimento, cuando deberían dormir, cuando es la hora de migrar y cuando deben aparearse. Los animales pueden inferir todo esto en función de cuántas horas de luz perciben, pero los ciclos lunares también tienen un gran impacto en su comportamiento.

El ciclo sinódico lunar (el viaje de luna a llena a luna a llena a lo largo de veintiocho noches) provoca cambios en el campo magnético de la Tierra, en la atracción gravitacional de la Luna hacia la Tierra, y en el nivel de luz durante la noche. Muchas especies son capaces de detectar estos cambios, y los utilizan para sincronizar su apareamiento. Durante los desoves masivos en los arrecifes de coral se liberan millones de huevas a la vez, para hacerlos coincidir con lunas llenas o nuevas.

¿Pero qué les sucede a los animales cuando la luna o el sol hacen algo inusual, como un eclipse?

El eclipse solar

De todos los eventos cósmicos, los eclipses solares provocan el cambio más grande en el comportamiento de la fauna. Animales confusos que están activos durante el día vuelven a sus moradas nocturnas, mientras algunos animales nocturnos creen que han dormido de más. Un eclipse solar ocurre cuando el sol, la Luna y la Tierra están alineados en el mismo eje, de modo que la luna bloquea completamente el sol. Alrededor del mundo, mientras todo el mundo observa el eclipse, se reportan incidencias pocos comunes en el comportamiento animal.

Algunas especies de arañas rompen sus telas durante los eclipses, como suelen hacer al final de cada día. Una vez el eclipse ha pasado, comienzan a reconstruirlas de nuevo, probablemente lamentando la falta de descanso entre medias. De un modo similar, los pájaros y los peces que están activos durante el día acuden a sus sitios de pernocta, mientras los murciélagos nocturnos hacen aparición en pleno día, aparentemente engañados por la repentina oscuridad.

hippos
(Wade Lambert/Unsplash)

Los hipopótamos en Zimbabwe fueron observados dejando sus ríos durante un eclipse solar en 2001, y dirigiéndose a sus pastos nocturnos en terrenos secos. A mitad de camino, cuando el eclipse terminó, regresó la luz del sol y los hipopótamos abortaron su intentona. Los animales se mostraron agitados y estresados al término del fenómeno y durante el resto de su día.

Los efectos de la luna

Un eclipse lunar sucede cuando la Luna, la Tierra y el sol están alineados a poca distancia, con al Tierra posicionada entre los dos astros. Mientras la Luna pasa detrás nuestro, la Tierra bloquea la luz solar, impidiendo que llegue directamente al satélite, causando un brillo rojizo. Estas "lunas de sangre" sólo suceden cuando hay Luna llena, por lo que es difícil diferenciar entre el impacto de un eclipse lunar y el de una luna llena común en el comportamiento de los animales.

Un estudio de 2010 descubrió que los monos-búho de Azara, una especie típicamente nocturna, dejó de buscar comida en Argentina durante un eclipse lunar, al tiempo que su mundo oscureció de repente. Puede que no pudiesen ver su comida, o que se sintieran demasiado angustiados para moverse con comodidad entre los árboles.

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(Vincen van Zalinge/Unsplash)

Alrededor de tres veces al año hay una "superluna", una luna llena que coincide con el perigeo, el punto en el que el satélite está más cerca de la Tierra. La distancia de la Luna a la Tierra varía a lo largo del mes, dado que la órbita de la Luna no es un círculo perfecto. Durante un perigeo, la Luna está 46.000 kilómetros más próxima a la Tierra que durante un apogeo, el momento en el que el astro está más lejos del planeta.

Durante una "superluna", los niveles de luz nocturna son un 30% más altos que en cualquier otro momento del ciclo lunar mensual, y la Luna se muestra mucho más grande en el cielo. Nuestro reciente estudio descubrió que los gansos de lapa silvestres reaccionaron a estos eventos mientras hibernaban en el sudoeste de Escocia. Les pusimos pequeños aparatos para medir su comportamiento, y descubrimos que su ritmo cardíaco y temperatura corporal subieron durante las noches de la "superluna", cuando, normalmente, estarían más calmados.

Las aves no reaccionaron al acontecimiento de la "superluna" cuando cuando la Luna estaba escondida por masas de espesas nubes y la noche se mantuvo bastante oscura. Así que, al parecer, y de forma similar a los humanos, el brillo de la "superluna" despertó a los gansos, provocando que su ritmo cardíaco y su temperatura corporal subiera en preparación para las horas diurnas.

Los ciclos lunares y nosotros

Durante siglos, las personas han estado fascinadas por la relación entre el comportamiento humano y el ciclo lunar. Muchas leyendas y fábulas están conectadas con nuestras ineracciones con la Luna, siendo quizás el ejemplo más extremo el de bestias mitológicas como los hombres-lobo. No es demasiado sorprendente que antiguamente y hasta 1930, cuando se introdujeron términos más apropiados y sensibles, se utilizase el término "lunático" (del latín "lunático", que significa "de la luna") para describir a las personas consideradas enfermas mentales, locas o impredecibles.

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(Sigg Sebastian/Unsplash)

Hubo un tiempo en el que se creía que el ciclo lunar influenciaba en un gran rango de cambios extraños en la fisiología de las personas y en el comportamiento más amplio de la sociedad, incluyendo todo desde la tasa de natalidad, la fertilidad, la epilepsia y una general tendencia a discutirlo todo. Muchos aún creen que los los índices de crímenes violentos y desorden general aumentan durante las lunas llenas.

Una serie de estudios publicados durante los 80s no encontró conexión alguna entre el ciclo lunar y el comportamiento humano. La influencia de la Luna en nosotros sigue siendo material de leyenda, pero la confusión que induce en los animales salvajes es muy real.

The Conversation

Imagen: Constantin Popp/Unsplash 

Autor: Steve Portugal, profesor de Biología Animal y Fisiología en el Royal Holloway de la Universidad de Londres.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí

Traducido por Alba Alonso.

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