McDonald's lanzó un menú BTS. En Indonesia la locura fue tal que tuvieron que cerrar los locales

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Los fans de BTS son un peligro público. Un peligro de salud pública, concretamente. O así piensa McDonalds Indonesia.

Saturación y cierre. La cadena de comida rápida acordó una colaboración con el archiconocido grupo musical y lanzaron a finales de mayo un almuerzo especial con premios digitales en 50 de los más de 100 países en los que cuentan con restaurantes. Tanto en Semarang, una de las ciudades de Java, como en la capital, Jakarta, sus mánagers han tildado el lanzamiento de "caos total y absoluto", y ayer decidieron coordinarse con la policía para cerrar todos los locales de los municipios de forma temporal. En un país azotado recientemente por una ola de especial virulencia pandémica, los responsables no quieren cargar con la responsabilidad de que las ciudades "vuelvan a estar en la zona roja de Covid-19".

Tumulto y compensación. Los gestores se encontraron el miércoles por la mañana con una avalancha de repartidores a domicilio que violaron las medidas de seguridad agolpándose a las afueras del establecimiento, posiblemente empujados por las aplicaciones contratistas a ser los más veloces a la hora de recoger los pedidos.

En vista de lo que sus pedidos habían provocado, cuenta The New York Times que los fanáticos se organizaron en diversos foros para compensar sus actos. En algunos casos decidieron dejar jugosas propinas, otros han acudido a plataformas de financiación colectiva para financiar iniciativas que lleguen a las familias de los conductores más necesitados. También se movilizaron para llevar cargamentos de los menús a distintos orfanatos del país. Un puñado de otros tantos gestos solidarios a los que los entusiastas del kpop están acostumbrados.

Un movimiento soberano: ya hemos comentado alguna vez la influencia de acción que son capaces de ejercer los grupos de fans, especialmente los de la banda coreana. Los siete de Big Hit ya son mejores embajadores de su país que sus propias firmas de tecnología. Sus seguidores son también, según los analistas en ciberseguridad, un grupo organizado que supone mayor amenaza terrorista que algunos pequeños estados de derecho. Las decisiones que toman de forma coordinado sus militantes (su nom de guerre es BTS Army), pueden hacer que una campaña con McDonalds salga bien o no.

Puede suponer, por ejemplo y para el caso reciente estadounidense, un aumento de afluencia de público del 12% (sobre todo el volumen de público que atrae el gigante alimenticio en todo el país) en la semana de lanzamiento del menú.

No les quieres en tu contra. Otra noticia de este mismo mes: una diputada surcoreana, Ryu Ho Jung, inició un debate político sobre el alto nivel de censura de los tatuajes que se vive en su país (deben taparse en medios de comunicación y sólo los médicos están autorizados para realizarlos, entre otras). Para ilustrar lo desfasadas que están esas reglas, utilizó imágenes de los tatuajes de un miembro de la banda, Jungkook. Es decir, la diputada estaba actuando a favor, no en contra, de la mayor libertad de expresión corporal de sus ciudadanos, tal y como parece reclamar el propio artista para sí.

Pero la reacción de la Army fue echársele encima por querer “politizar” la imagen del cantante, y no es la primera vez que los fans de BTS se mojan en política, con actos de apoyo a distintos frentes en los últimos años. Ante el linchamiento, Ho Jung tuvo que disculparse públicamente y retractarse de su mensaje en sus redes sociales.

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