Köpskam, o la vergüenza de comprar ropa, la nueva tendencia sueca que viene a concienciar sobre el planeta

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Cosas suequísimas: la liberación sexual, amar al grupo ABBA, y la consciencia social. Todo el que sepa de tópicos escandinavos no se extrañará del último término inventado por los suecos: köpskam, la "vergüenza de comprar" especialmente centrado en el gasto en moda. A todo el mundo le encanta estrenar prendas, pero a nadie se le escapa que, en la coyuntura climática actual, es una irresponsabilidad ecológica gastar y gastar en ropa.

Green is the new black: ¿y cómo funciona la vergüenza por comprar? Por poner algún ejemplo de esta dinámica: es habitual en redes sociales, más por parte de los influencers, exhibir ante tu audiencia todas las cosas nuevas que te has comprado. Con el köpskam están a un hashtag de distancia de afearles esa conducta consumista. También está la defensa y la publicidad de la adquisición de prendas de segunda mano para intentar darles una segunda vida antes que seguir engrosando los libros de cuentas de los gigantes del “fast fashion”.

Según datos del economista jefe de comercio sueco Johan Davidson en declaraciones para Aftonbladet, en los últimos años las compras en los sectores minoristas (ropa, muebles, electrónica para el hogar) se han contenido mientras que han crecido en otros sectores como vivienda, hoteles y restaurantes, lo cual es una muestra del rechazo de la población a invertir más en estos productos. También, según psicólogos para el medio, ya es común no hacer publicidad de lo que uno compra en previsión las posibles críticas que uno podría recibir.

Por su parte, en el mundo anglosajón cada vez gana más tracción el movimiento "no-buy year", también entre los influencers: no comprar ropa durante un año pase lo que pase, aprender a encontrar soluciones creativas en caso de "necesitar" alguna prenda. Valorar más lo que ya tenemos en los cajones. Aprender a comprar mejor.

Vergüenza por volar: apenas tres meses antes el nuevo término popularizado por los suecos era “flygskam”. Estrellas mediáticas y ciudadanos de a pie del país defienden ahora una nueva actitud política por la que evitar coger vuelos siempre que sea posible encontrar alternativas, como ir en barco o directamente no viajar y hacer una videoconferencia. 

La era de la bulimia textil: la producción de ropa y calzado representa el  10% de las emisiones CO2 y el 20% de las aguas residuales a nivel mundial. Es el mismo porcentaje que el impacto de la Unión Europea al completo. Esta industria es la segunda más contaminante de todas, sólo precedida por el sector del petróleo. Según los análisis del Euromonitor, si el sector de la moda sigue creciendo al actual ritmo del 5% “ejercerá una presión sin precedentes sobre los recursos planetarios". Si no se toman medidas, se espera que las emisiones de la fabricación textil se disparen en otro 60%. Si no es sostenible ahora, imagina entonces.

Síndrome de Cenicienta: todos necesitamos vestimenta, sí, pero ¿cuánta? Es una de las dudas que se plantea la periodista francesa de tendencias Dana Thomas en su libro Fashionpolis. Según un informe, la media de uso de una prenda en los países occidentales es de siete veces antes de que la desechemos o la olvidemos al fondo del armario. Más preocupante aún: según los ritmos de consumo actuales, la media de uso por la clase media china es de tres puestas

Consumimos la ropa como si fuese de usar y tirar, algo que cuadra con las escalofriantes cifras de los grandes del retail: se devuelven un 30% de todas las prendas compradas online y una de cada seis mujeres practica habitualmente el “wardrobing”, comprar algo, ponérselo y devolverlo después.

El pacto de la moda: así se llamó a la última cumbre del G7 en Biarritz donde 32 firmas se unieron en un "pacto de moda", en el que establecieron diferentes niveles de acción para reducir su huella. Por ejemplo, Zara se comprometió a eliminar el uso de bolsas de plástico para el año que viene y a promover la utilización de energías renovables de aquí a 2030. Son medidas morosas, insuficientes y que no tienen el nivel de ambición que podría tener una normativa gubernamental más estricta.

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