"Mejor que reparta anchoas": la polémica por las surrealistas mascarillas del gobierno de Cantabria

Revilla 1
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Cantabria se ha puesto a la vanguardia del resto de autonomías a la hora de ofrecerle a la población una prevención gratuita a sus ciudadanos contra el Covid-19. 1.200.000 mascarillas, con un coste aproximado de 150.000 euros (es decir, 12 céntimos la unidad) pagadas "íntegramente por el Banco Santander", y con cinco unidades por sobre que se introducirán en cada buzón de los municipios de más de 8.000 habitantes de la provincia, mientras que los vecinos de los pueblos lo recibirán más tarde de la mano de voluntarios de Cruz Roja y Protección Civil.

Pero los cántabros no han recibido con el regocijo previsto este gesto del Gobierno al abrir los envases con las “mascarillas higiénicas desechables” en sus casas. Como dice ya el chiste que circula por la región, sólo falta el mensaje "gracias por su visita".

Mucho han circulado estos dos vídeos, subidos por Álvaro de Wuhan: “en esto ha gastado Revilluca ciento y pico mil euros”, dice una usuaria, “es como una servilleta del barrio pesquero de las de cuando vas a comer marisco, y con un logo de Facebook”, otra. En algunas de las imágenes que circulan de cómo los ciudadanos se están colocando el “trapo” se ve que su adaptación a la cara no es cómoda y puede hacer que los usuarios pierdan visibilidad.

Según el Gobierno cántabro, las mascarillas facilitadas son una "solución temporal" ante el desabastecimiento. Por el momento, y aún con la vuelta al trabajo de buena parte de las actividades no esenciales decretada para esta semana, el Gobierno central ha decretado que su uso no es obligatorio, sino recomendado, mientras reparte mascarillas quirúrgicas desechables en el transporte público.

Una protección bastante inútil

El tapabocas montañés está confeccionado con doble capa de celulosa. El Gobierno ha dicho que se trata de una solución “óptima” para las situaciones cotidianas, así como "muy superior" a la de las opciones caseras de algodón o tela. Para Europa Press, Revilla ha afirmado que aunque “no es una maravilla”, “vale” para su función. En la cuenta de Twitter del Partido Regional Cántabro cuenta que tienen “un índice de protección al contagio del 85%”, comparándolo con el 95% de las quirúrgicas o el 10% de las de tela.

Lo que no especifican en ese tuit es el índice de protección al contagio de qué. Como explica el propio Ministerio de Trabajo, las mascarillas higiénicas como la repartida por Cantabria “no están diseñadas para proteger de ningún riesgo” y su certificación no es aplicable. No protegen en absoluto contra el coronavirus.

La mascarilla quirúrgica desechable común tampoco protege contra el Covid-19 a su portador, sino que protege a los que están a su alrededor de él (la quirúrgica con marcador IIR sí puede ofrecer una protección parcial).

En el propio envase en el que son entregadas, la empresa Textil Santanderina de Cabezón de Sal, los fabricantes, explican que su uso “no sustituye al de una mascarilla quirúrgica homologada”. La empresa que ha hecho el testaje de la protección de las mascarillas afirma que su efectividad no es del 85%, sino del 58%. Según el medio local Ahora Cantabria, el equívoco podría provenir de una mala lectura de un test que certifica que tienen un 85% de índice de filtración bacteriana, cuando las bacterias son hasta 100 veces más grandes que los virus.

El índice de filtración de materiales caseros como son una camiseta de algodón con poliester o el lino podría ser, técnicamente, mayor que el que ha repartido el gobierno regional.

La indignación popular

"Mejor que reparta anchoas", “ya sabemos por quése agotó el papel higiénico”, “Después sale en la sexta alardeando de moralidad”. Las críticas han sido múltiples, también dirigidas contra el mensaje “Mr Wonderful” impreso en su superficie.

La entrega de este producto por parte de los representantes públicos podría traer un gravamen añadido entre los ciudadanos menos informados: como ya hemos explicado en varias ocasiones, los equipos de protección individual pueden generar una "sensación de seguridad" que nos puede llevar incurrir en más 'conductas de riesgo' de las que haríamos sin ellos. Como saben los vecinos de la región, estos días puede verse a bastantes personas en los supermercados llevando mascarillas pero no guantes, tocándose la cara o poniéndose y quitándose la cobertura facial de forma intermitente.

Pese a todo, aún no hay estudios sobre las consecuencias del uso generalizado de la mascarilla entre la población general a la hora de combatir una epidemia, y cabe la posibilidad de que, aunque al usarlas se incremente el riesgo individual de contagio del que usa mal la mascarilla, podría salir a cuenta en términos poblacionales a la hora de propagar el virus.

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