Microsoft, Toyota, Iberdrola... Los resultados de las empresas que reducen su jornada son casi siempre buenos

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He aquí una historia que puede servir de modelo para la evolución del trabajo asalariado a corto plazo. Los 2.300 empleados de Microsoft Japón en Tokio se pasaron el verano del año pasado haciendo una prueba de reducción de jornada. Mismo sueldo, mismas obligaciones y menos horas: concretamente, acudieron a la oficina cuatro días a la semana, apenas 32 horas. La empresa les regaló un día para comprobar cuál sería el impacto en su rendimiento.

¿El resultado? Un triunfo. A los esperables repuntes de concentración, ánimo, conciliación y felicidad de los empleados debemos sumar un repunte de la productividad del 40%. La empresa también obtuvo ciertas ventajas. Se ahorró un 23% en la factura de la luz, un 58% en tinta y papel para las impresiones, y registró un 25% menos de peticiones de días libres. La productividad subió, ante todo, porque se pusieron límites a las reuniones excesivas o demasiado largas, algo que todo aquel familiarizado con las prácticas corporativas comprenderá a la perfección.

El éxito fue tal que Microsoft incorporó el experimento a otras oficinas. Para el caso particular que nos ocupa, es bien conocido que Japón es uno de los países con las jornadas laborales más largas e insostenibles, y que pese a ello, o precisamente por ello, es el país menos productivo del G7. Tamaña cultura del sobreesfuerzo existe a menores niveles en el resto de países. De modo que una hipotética reducción de la jornada salarial no sólo es una cuestión económica, sino también de salud pública.

Los resultados de Microsoft son añadieron un ladrillo más en el muro de pruebas de la reducción de la jornada sin pérdida de productividad o valor añadido para los empleadores. Semanas de 30, 32, 35 horas, de cuatro días en lugar de cinco a la semana. Esta es una pequeña recopilación de los ensayos ampliamente realizados y publicadosa lo largo de estos años y de las (positivas) conclusiones a las que han llegado.

  • Perpetual Guardian una empresa de 240 empleados en Nueva Zelanda, experimentó con una jornada de 32 horas durante dos meses de 2018: se mantuvo la productividad, los empleados mejoraron su absentismo y se registró una mejora incluso de la puntualidad. Según la empresa, la prueba se ha convertido en una política firme.
  • En un centro de Toyota en Gotemburgo sus trabajadores llevan 13 años realizando una jornada de 6 horas, y sus jefes están contentos: "los beneficios han crecido en este tiempo en un 25%", según el mánager.
  • Legalmente la jornada laboral de Francia lleva siendo de 35 horas desde 1998, pero en la práctica, y debido a las múltiples modificaciones legales, casi ninguna empresa lo aplica a día de hoy. La diferencia ha supuesto que muchos trabajadores cobren un sobresueldo en forma de cuatro horas semanales más o bien reciban más vacaciones.
  • En Utopía para realistas el historiador Rutger Bregman cuenta que durante la crisis del petróleo británica y en medio de una huelga de los mineros, el gobierno impuso en el país durante tres meses una semana laboral de tres días. Las pérdidas de producción solo llegó al 6%, muy lejos del 40% que cabría esperar.
  • En 2016 el gobierno islandés publicó un estudio en el que revelaba una reducción de la jornada de los viernes a cuatro horas para todos los funcionarios de su capital, Reykjavík. Todo salió muy bien: los costes de la empresa y la productividad se mantuvieron al mismo nivel.
  • En el caso español, los 9.000 trabajadores de la plantilla de Iberdrola llevan años trabajando 34 horas en una jornada flexible para el empleado. "Hemos reducido en un 20% el absentismo y un 15% los accidentes laborales", dicen. Ni rastro de la pérdida de productividad.
  • Cuatro años atrás el gobierno de Suecia puso a la mitad de los enfermeros de una residencia de ancianos a trabajar 30 horas en lugar de 40, a razón de seis horas al día. Entre el grupo de trabajadores afortunados, el absentismo cayó 2,8 veces respecto al grupo de control, y pacientes y empleados se declararon más felices. Es un experimento interesante porque su trabajo no funciona por objetivos, sino por horas de disponibilidad. Cuando el gobierno cambió, se puso fin al plan alegando un coste excesivo. Se habían ahorrado 480.000€  del sistema de desempleo (más gente trabajando), pero los costes laborales ascendieron en 1.170.000€.
  • Y Utah realizó durante un par de años un experimento entre sus trabajadores públicos, haciendo que su semana fuese de cuatro días, aunque en este caso trabajaban 10 horas al día (así que técnicamente esto no era una reducción de jornada). El proyecto se desechó porque sólo se ahorraron 500.000$ en gasto energético en lugar de los $3 millones previstos y la gente demandaba que las oficinas abriesen los viernes. Sin embargo algunos ayuntamientos mantuvieron la medida al tener en cuenta los mejores índices de felicidad de sus empleados.

La cuestión clave es: ¿cuánto estamos trabajando a día de hoy?

Según un estudio de 2016 de casi 2.000 oficinistas británicos, la gente sólo pasa tres horas diarias de forma verdaderamente productiva, aunque hay otros estudios que incrementan su número a cuatro. También sabemos que a partir de las 50 horas de trabajo semanal la productividad cae en picado, así como la salud física y mental del empleado. Otra de las leyes más conocidas por los empleos por objetivos es la de Parkinson: muchas veces extendemos la producción de tareas apurando al máximo el número de horas que nos dicen que tienen que llevarnos.

Por otra parte, analistas poco sospechosos de estar contra de los trabajadores han indicado que las mejoras aquí recopiladas pueden deberse a una gratificación inmediata que no se sostendría en el tiempo en caso de reordenar nuestro sistema laboral. Para otros, el cambio a estos modelos sería una cuestión de ecologismo (menos gasto energético para el planeta), de redistribución de la riqueza y de justicia social (hace ya 80 años de la última reducción generalizada de jornada mientras que la productividad por empleado no ha hecho más que crecer).

Imagen: Mohamad Rezaie/Unsplash

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