La operación salida de París por el confinamiento certifica que somos iguales en todas partes

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Esta vez no me pilla en un cuchitril. Ese es el pensamiento que debieron tener cientos de miles de franceses alojados en París en el momento en el que vieron este miércoles por la noche al presidente de la nación, Emmanuel Macron, alertando de que a partir del jueves a medianoche daría comienzo el segundo confinamiento para aplacar la nueva ola de coronavirus.

El efecto del anuncio se ha manifestado al día siguiente en las carreteras, una operación salida que colapsó todas las arterias de Isla de Francia instantes previos a que llegasen las 21, la hora de llegada del toque de queda que les impediría salir hasta, como mínimo, el 1 de diciembre.

El final de la escapada. El tuit acompañado de un vídeo aéreo del borde metropolitano de Michael E. Webber, escritor y jefe de una empresa tecnológica, da cuenta del enorme éxodo del que estamos hablando. Según la herramienta de control de tráfico Sytadin, que registra la movilidad en la región, se registró un pico acumulado de 706 kilómetros embotellados entre las 18 y las 20. Además de eso nunca, desde el nacimiento del sistema Sytadin, el nivel de tráfico había superado los 408 kilómetros de atascos entre las 13 y las 17, cifras que se dieron por primera vez ayer.

Comparado con su afluencia habitual, sumó un 30% más de movimientos. Presumiblemente, traslados a segundas residencias en las que poder respirar un mejor aire y estirar más las piernas. La imagen tampoco era muy distinta en la estación de Lyon, en la que las colas daban la vuelta por el exterior del recinto.

Que me quiten lo bailao: mientras en las carreteras los conductores salían de sus vehículos parados para pasear y dilucidar qué es lo que podía estar provocando el bloqueo, los cafés y restaurantes de la ciudad plantaban el cartel de aforo completo. La vida se aglomeraba en reuniones de amantes y amigos, aprovechando los últimos instantes antes de que las noches pasaran a ser de nuevo la fiesta del streaming y el pan casero.

Y volverán las críticas y los enfrentamientos: la hemeroteca recoge que también hubo huida de la capital poco antes de que llegase el cerrojazo en marzo, aunque no a los niveles que se presenciaron ayer, dado que entonces los ciudadanos no contaban con la misma información con la que contamos ahora y se hicieron otros cálculos de cuánto duraría el encierro. Ya entonces los provincianos reprocharon a los metropolitanos que llevasen el virus a sus villas. La situación epidemiológica de ahora tampoco es la misma que entonces, y el covid parece extenderse de forma más uniforme por el paisaje galo, lo que quiere decir que parece menos probable que los parisinos vayan a incrementar ahora mucho los contagios en zonas que ya están bastante infectadas.

Pero la población está hoy más agotada que en primavera, y el anuncio de las nuevas y duras restricciones han dinamitado la crispación, con lo que no se descarta que haya peor acogida de los desplazados. Como ya hemos visto, en Marsella y París (así como en Barcelona, Praga o Berlín) se están produciendo manifestaciones, revueltas y disturbios.

Españoles, franceses y chinos, pueblos hermanos. La espectacular imagen de la circunvalación A11 ha circulado en Twitter con un comentario común: “hay que ver cómo son los madrileños”. El sálvese quien pueda no es prerrogativa del español o el wuhanés (a nuestra mente también vienen fáciles las imágenes de las estaciones de tren abarrotadas en el que fue el epicentro de la pandemia en enero), es un comportamiento humano natural, aunque también hay que recordar que, aunque se observe que muchos tratan de escapar, otros optarán por el civismo y aceptarán el destino confinado en la gran ciudad.

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