Pasear por una ciudad desde el sofá de tu casa: City Walks o el sueño del turismo vicario

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Por instrucción de un conocido me meto a Twitch.tv y clico en la categoría Travel & Outdoors. Veo poca cosa, canales con un máximo de 300 concurrentes. Twitch me recomienda que visite un directo que está teniendo lugar ahora en España. Rocinante_musica me ofrece los brazos de un hombre que porta un detector de metales y escarba en la tierra. “I can have find something or maybe is just a little thing”, dice en un inglés macarrónico. Lleva casi dos horas retransmitiendo a una calidad de imagen de 480p. Los dos estamos a la caza de un tesoro que no termina por salir.

City Walks es, hasta el momento, lo que más se parece al producto que imaginamos en nuestros sueños. Algún espacio centralizado que te permita, desde la comodidad de tu hogar, ir de Calcuta a Los Ángeles pasando por Sevilla para pasear por las calles de estas ciudades simulando lo máximo posible la experiencia subjetiva de estar allí. Su desarrollador, Aristomenis Georgiopoulos, ha puesto a nuestra disposición una página desde la que visitar una treintena de municipios tanto de día como de noche, con covid o sin covid.

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Es una cuidadísima selección de esos vídeos de viajes a 4k impresionantes en Youtube que simulan el paseo relajado de un humano. Son todos buenísimos, y además ofrece también la versión coche (Drive & Listen), donde puedes conducir mientras reproduces las emisoras, en este caso sí en directo, de esos países. Hoy paseé por Montmartre, viendo los escaparates de sus exquisitas patisseries, y también me colé por los recovecos de las chabolas del extrarradio de Wuhan.

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Pero el proyecto tiene un par de fallos que merman el resultado: son vídeos ya grabados, nada de escenas en tiempo real, y cada vez que entras de nuevo a la ciudad vuelves al inicio de ese vídeo, con lo que el retorno al escenario se hace hastioso. Sólo es la sombra de esa utopía en la que alguien que con una go pro y el resto del equipo necesario haga “free tours”. Buscamos que alguien proponga hacer una ruta determinada, tú decidas entrar ahí y, quién sabe, incluso pagar unos tokens para decidir si queremos que el tipo entre a la tienda de ropa que tiene a su derecha o acepte pasarse por el club de música electrónica en Shanghai del que un tipo le acaba de entregar un flyer.

Cuenta The New Yorker que la primera ocasión en que una persona se decidió a retransmitir su vida fue en 1996, con una adolescente llamada Jennifer Ringley que con una muy precaria tecnología se dedicó a enseñar la vida que hacía en su habitación 24 horas. Twitch en 2011 supuso el gran salto hacia adelante, y poco a poco las cámaras y el ancho de banda ya están llegando a democratizar su acceso, aunque por ahora los que se dedican a ello llevan tal cantidad de gadgets que parece demasiado ciberpunk.

Icypo

Se están aprendiendo también algunas lecciones con moraleja. Ice Poseidon es la mejor que tenemos por el momento. Hace un par de años le definimos como “el hijo bastardo de Jackass y Southpark a tope de Red Bull”, un streamer que se había creado un alter ego troll para visitar las calles de Estados Unidos, que sigue en activo y cuyos últimos vídeos se titulan “me das cinco euros para decidir lo que hago”. Poseidon da exactamente eso, lo que te esperas. Llegó a tener tanto éxito que había meses que ganaba 60.000 dólares de una sentada. Pero, con la fama, los conflictos: agresiones callejeras, desahucios por falta de civismo, constante bombardeo de fans que quieren interferir en su vida, o los temibles swatteos. Su salud mental no es hoy lo que era.

Su problema puede ser el mismo que percibimos en menor grado en multitud de cuentas más pequeñas. El modo en el que están construidas las redes sociales tienen algo que nos empuja a buscar una fama individual, a construir nuestros canales en torno a nuestra persona. Los streamers IRL (in real life, así se llaman y aquí tienes una buena lista) más populares no dejan que la cámara te enseñe el escenario en silencio mientras tú te colocas en su POV (punto de vista), sino que te acompañan, salen en el vídeo, se sientan a comer y te ponen a ti, la cámara, de comensal. Te hablan constantemente. Están siempre presentes, y sí, es justo eso lo que acaba gestando la necesaria comunidad que les da la viabilidad económica, pero a cambio se cuenta la historia de una persona y no la del escenario, que es lo que buscamos al hacer turismo. Alcanzan más notoriedad los vídeos de un tipo que se graba durmiendo toda la noche o un tipo que ha hecho una sesión intensa de rider de comida a domicilio que alguien que te enseña París.

Así que, llegamos a este punto, nos preguntamos si no estaremos rondando una quimera. Si el streaming de paseos por todo el mundo que podría ser un paliativo que solucione la falta de acceso al turismo real de los pobres o que incluso sea buenísimo para luchar contra el cambio climático no será la clásica cosa de Internet que nos parece una idea brillante muy intensa durante cinco minutos pero de la que luego, en realidad, nadie quiere participar. Podría ser que sí o podría ser que no. Hay un público que desea ver vídeos larguísimos de trenes conduciendo por un monótono paisaje estepario. Hay un público prácticamente para todo.

Además, ¿qué me dices de la opción de “ver” un evento histórico en directo e interactuar con él? Durante los últimos grandes incendios estadounidenses vimos a Jermaine Ellis mostrándole al mundo entero cómo su vecindario de San Francisco se había teñido de rojo y los camiones de bomberos cruzaban mientras él se daba una vuelta en patinete. No hace falta ser un visionario de la ciencia ficción para suponer que la emisión en Ultra HD de alguna catástrofe podría atraer a millones de espectadores morbosos.

Pero las empresas lo van a intentar. Hoy, en cosas que la pandemia ha acelerado, una empresa turística hongkonesa se ha ofrecido a dar paseos online (a 13 dólares el acceso) que muestren la historia y cultura locales tanto en cantonés como en inglés, con una opción de interactuar y preguntar al guía a través del streaming, para que cualquier europeo pueda saltarse con los ojos la restricción que actualmente le impide visitar esta región china.

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