Los "robodelfines" son una realidad, cuestan 22M de euros y son la esperanza cruelty-free para los acuarios

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El delfín común pesa aproximadamente 100 kilos, vive entre 30 y 50 años en libertad y adora vivir rodeado de su familia. Los delfines que está vendiendo una compañía de San Francisco pesan 270 kilos, vienen con 10 horas de batería, control remoto y nunca se quejan de la soledad propia de las celdas de las instalaciones zoológicas. Los “robodelfines” son una realidad, una que está demostrando ser muy superior a las opciones por las que estábamos optando hasta ahora.

Orígenes: a principios de los años 2000 desarrolladores del centro de Epcot de Disneyworld empezaron a creer animatronix de delfines que pudiesen suplantar a los mamíferos de sus centros acuáticos con precisión. La cosa no funcionó demasiado bien, pero veinte años de investigación han llevado a la empresa de efectos especiales de Edge Innovation a crear un prototipo hiperrealista. Como el que puede verse en el siguiente vídeo, han diseñado un autómata de piel y vértebras que simula por completo el aspecto real de los delfines que todos conocemos.

Las reacciones indican que, si bien la tecnología aún no está en el punto de ser capaz de engañar al ojo adulto a corta distancia, el trampantojo funciona de sobra para los espectáculos acrobáticos clásicos de los acuarios familiares y pasan como un engaño perfecto para niños pequeños que hasta pueden jugar con él y acariciarlo sin darse cuenta.

Ningún animal ha sufrido daños en este espectáculo. Ese es exactamente el reclamo que decenas de empresarios ansían estampar en las puertas de sus centros desde hace eones. Presiones de grupos ecologistas aparte, documentales como The Cove o Blackfish de tiempos recientes ayudaron a que el gran público viese las atrocidades que se cometen de forma sistémica sobre los ejemplares cautivados para la diversión de los espectadores humanos, escenas que han costado decenas de millones de dólares a cadenas como SeaWorld en los juzgados así como un irreparable daño a su imagen pública.

"La industria de los parques acuáticos lleva más de una década perdiendo ingresos por el aumento del coste del mantenimiento de los animales y el rechazo social a las crueldades de su modelo. Pese a todo, el público sigue manifestando el mismo deseo de siempre por conocer qué aspecto tienen y cómo viven estas criaturas", asegura Roger Holzberg, uno de los desarrolladores vinculados a Edge Innovation y ex director creativo de algunas de las películas más importantes del subgénero oceánico, como Flipper o Liberad a Willy.

¿Cuál es la pega? El precio. Pese a todas las ventajas éticas del muñeco, cada unidad tiene en la actualidad un coste de 22 millones de euros y una vida útil prevista de 10 años. Aunque añadiésemos los costes de mantenimiento de sus versiones vivas y el personal necesario para educarlo, el cómputo final sigue estipulando que es más barato tener delfines encerrados que comprar robots.

Pese a todo, China se va a lanzar a por ello. Eso aseguran desde el grupo de entretenimiento Red Star Macalline Group, subsidiaria de Alibaba Group valorada en 636 millones de dólares y con una serie de negocios muy diversificados, entre ellos un ascendente emporio de parques acuáticos, industria que está ya de por sí ganando una gran tracción en el continente asiático. De funcionar, dicen, tal vez buscarían la manera de llevar el proyecto más allá y empezar a solicitar prototipos de robotiburones y roboballenas, ya que, cuanto más grandes los animales, más interés tienen los parques para los potenciales asistentes.

Es decir, un pasito más cerca para que lo que sucedía en Jurassic World se cumpla en el mundo real.

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