Todas las carreteras del Imperio Romano, reunidas en un minimalista mapa

Roma Mapa
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Cuando Alarico saqueó Roma en el 410 difícilmente podía imaginar el impacto tan prolongado y traumático que su acción tendría para el Imperio Romano. Él, que durante años había ansiado pertenecer a la élite imperial, formar parte del centro político y cultural de Europa, jugaría un rol clave en la eventual desaparición de la institución. La desintegración del Imperio Romano de Occidente pondría fin a ocho siglos de continuidad política y económica. Lo que incluye a sus infraestructuras.

Es bien conocida la pericia técnica de la arquitectura romana. Sus habilidades para la construcción superaban, con mucho, la mera cualidad estética de sus edificios. La ingeniería romana tenía un propósito ante todo logístico. Durante siglos, los arquitectos y los técnicos del imperio desarrollarían una vasta red de vías y carreteras terrestres que conectarían los cuatro rincones del imperio. Desde el muro de Adriano hasta Otranto; desde el corazón de Lisboa hasta Constantinopla.

Las vías romanas tenían un propósito comunicativo, militar, económico y político. Por allí circulaban tropas imperiales en busca de revueltas que sofocar, emperadores con intereses políticos en tal o cual provincia, comerciantes necesitados de accesos rápidos y sencillos a ciudades portuarias, bárbaros deseosos de penetrar e instalarse en los límites internos de Roma. En su punto culminante, la red viaria del imperio se expandía a lo largo de 120.000 kilómetros en tres continentes.

Alarico, su saco y el cataclismo que durante las siguientes décadas acompañó a Roma pondría fin a aquel ecosistema, a aquel continuum de infraestructuras sobre el que se levantaba el imperio. Hoy se antoja complicado comprender las vastas magnitudes de Roma, en especial si pensamos en el relativo retroceso económico y técnico que acompañó a su caída. La grandeza del imperio era literal en un sentido geográfico, pero también logístico. Este minimalista mapa elaborado en Reddit por u/symmy546 permite aproximarse a ella.

En él podemos contemplar todas y cada una de las carreteras levantadas por Roma a lo largo de Europa, Asia y África. Su aspecto queda limitado por las fronteras históricas del imperio, muy evidentes para con las tierras más allá del Rin y del Danubio. Por dentro, sin embargo, la textura viaria del mapa no envidia a otros más recientes. El trabajo es testimonio de la inmensa labor logística que durante siglos desarrollaron los ingenieros romanos. Aquellas carreteras sembraron las bases de canales comunicativos y comerciales existentes aún hoy en día, vitales para Europa.

Se puede ver a máxima resolución aquí.

El ejemplo más nítido es la Vía Apia, conexión crucial en los compases iniciales de Roma para conquistar el sur de Italia. La carretera que conecta a la capital italiana con Brindisi sigue sus pasos. En la península ibérica hay otros paralelismos claros: la actual AP-7, el célebre Corredor Mediterráneo, no es sino una actualización permanente de la Vía Augusta. El mismo vial que remonta hoy el Valle del Ebro hasta las provincias vascas existía ya en época romana; e incluso la A-2, pese a la inexistencia de Madrid, encuentra su antecesora remota en una carretera imperial.

Similares ejemplos podemos encontrar esparcidos a lo largo del continente europeo. Pese a que su presencia fue más débil, hasta diez de los principales viales utilizados hoy en Reino Unido trazan sus orígenes a la ingeniería romana. En Francia son multitud los puentes que, si bien no conservados en su totalidad tal y como se concibieron, se los debemos al imperio. El más destacable de todos quizá sea el acueducto de Pont du Gard, asimilable al de Segovia en España. En Alemania, uno de los vestigios más visibles de Roma sigue siendo el puente de Trier, en la frontera con Luxemburgo.

Allá donde alcemos la vista podemos intuir los fantasmas de una vía romana. En Túnez, en Israel, en Turquía, en Rumanía, en Egipto. El mapa de las infraestructuras romanas ilustra el poder militar, económico y técnico de una civilización que bien podría haber permeado a la totalidad de Europa de no haber mediado un bosque germano particularmente espeso. Europa como una cultura-continente, al modo de China, se fue por el sumidero de la historia cuando el imperio occidental naufragó durante su último siglo. Pero hoy nos queda mucho más que su memoria, no sólo a nivel logístico.

Mapas sobre las vías romanas, por cierto, hay numerosos, aunque aquí hayamos hablado de ellos en sus interpretaciones modernas. De particular interés resulta este que imagina las vías y las grandes ciudades romanas como un mapa de metro contemporáneo. Apto para enmarcar en el salón es este otro que hace realidad el dicho "todos los caminos llevan a Roma", conectando todos los rincones del continente, por diminutos que sean, en su camino más directo hacia la capital imperial. Y este otro funciona como herramienta interactiva para saber cuánto tardaríamos en movernos por las provincias del imperio.

Todos ellos tienen algo en común. Beben del mito de las vías romanas. Uno forjado a través de adoquines (en sus partes más lustrosas y pudientes), grava, un modelo de construcción no muy alejado de los contemporáneos, y un sistema de postas tremendamente eficaz que permitía transmitir un mensaje a 80 kilómetros de Roma en menos de un día. Un ideal, el de un continente mallado y comunicado que acortara distancias y uniera territorios, que hemos guardado hasta nuestros días.

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