Facebook y Apple ya parecen preocupadas por el discurso del odio. Y han empezado por Alex Jones

Facebook y Apple ya parecen preocupadas por el discurso del odio. Y han empezado por Alex Jones
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Una semana ha bastado para que Alex Jones, el popular vocero radiofónico de la extrema derecha estadounidense, sea censurado y vetado por los principales canales de distribución tecnológicos. Esto es, Apple (vía iTunes), Spotify y muy especialmente Facebook. En un abrir y cerrar de ojos, Jones ha perdido sus podcasts en las dos primeras plataformas y sus cuatro popularísimas páginas en la tercera. El motivo, su muy conocida tendencia a cultivar el "discurso del odio".

¿Qué ha pasado? Un cúmulo de factores. Por un lado, la creciente influencia de Jones entre las bases republicanas y libertarias más radicalizadas. Por otro, la demanda que las víctimas de Sandy Hook (la matanza escolarmás impactante entre la opinión pública estadounidense del último lustro) han interpuesto contra su persona por propagar sistemáticas teorías de la conspiración (según Jones, el atentado fue un montaje). Finalmente, la presión de colectivos como Sleeping Giants, un lobby dedicado a combatir el odio contra las minorías raciales o contra las mujeres.

¿Por qué es relevante? Por lo que representa. Hasta ahora, las grandes tecnológicas de Silicon Valley habían rechazado adoptar un rol moderador del discurso público, pese a que sus aplicaciones se habían convertido de facto en el discurso público. Tal dejación de funciones provocó que la campaña electoral estadounidense de 2016 quedara marcada por la proliferación de las noticias falsas, la célebre "post-verdad" y los discursos ideológicos radicalizados (a menudo dirigidos contra colectivos minoritarios o encaminados a demonizar a los adversarios políticos).

El triunfo de Trump y la consecuente caída en desgracia de Facebook a raíz del escándalo de Cambridge Analytica redoblaron la presión para las grandes tecnológicas. Desde entonces, Facebook introdujo un sistema de revisión comunitario capaz de moderar aquellas noticias falsas o denigrantes, y Apple, Spotify y otros canales de distribución mediáticos comenzaron a vigilar con lupa sus rincones extremistas. Era cuestión de tiempo que una figura relevante fuera castigada.

¿Por qué Jones? Porque era sencillo. Alex Jones es un vociferante locutor radiofónico sumergido en las más locas y absurdas teorías de la conspiración, una suerte de tótem de la ultraderecha estadounidense con una especial capacidad para el histrionismo y la comedia. Por su radical tendencia a las más salvajes opiniones y supuestas informaciones, Jones tiene poco predicamento entre la derecha civilizada, lo que ha permitido que Apple, Spotify y Facebook le censuren sin temor a las tremendas repercusiones que un movimiento semejante tendría, digamos, en Fox.

¿Y ahora qué? En su comunicado, Facebook explica que revisará casos similares con mayor frecuencia. Su objetivo es doble: por un lado cerciorarse de que determinadas líneas rojas no se saltan ("hate speech"), y por otro limitar el recorrido de las noticias falsas, que tan felizmente dominaron el ciclo mediático durante los comicios de 2016. De este modo, Zuckerberg y compañía aspiran a moderar y encauzar el debate público, negando el espacio a los extremistas.

¿Funcionará? Alex Jones era una figura fácil para las tecnológicas. Los problemas llegarán a partir de ahora: determinar qué es aceptable y qué no lo es en la esfera pública es complejo. Hasta ahora, los medios de comunicación o grupos mediáticos independientes controlaban sus propios canales de distribución, anulando este problema. El éxito de iTunes o Facebook (la radio y la prensa del siglo XXI, si se quiere) les dota de un rol casi supremo a la hora de moldear tales canales.

Es un gran poder, y una aún más grande responsabilidad porque su posición conduce con sencillez a las decisiones arbitrarias. Si Facebook o Apple quieren convertirse en el escudo de defensa frente al "discurso del odio" necesitarán hilar muy fino. Aunque Alex Jones no lo haya requerido.

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