Vídeos de calidad dosmilera grabados con cámaras de juguete: TikTok ya ha llegado a la nostalgia

Camaras De Juguete
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Si la nostalgia fuera una enfermedad, la primera cohorte generacional en presentar síntomas habría sido la boomer. Suyo fue el primer anhelo de una juventud perdida, de un pasado mejor, inoculado ya en su adolescencia tardí a ala Generación X y a los millennial. Siguiendo la analogía, para los zoomer no habría esperanza: el virus correría por sus venas desde su nacimiento, haciéndolos irremediablemente proclives a un pasado no ya mejor, sino tan siquiera vivido. Y TikTok es un buen ejemplo.

Hacia atrás. Una de las últimas tendencias que corretean por la red social consiste en comprar una cámara de juguete diseñada expresamente para niños. Es pequeña, viene recubierta por una gruesa y colorida carcasa de plástico y graba vídeos y hace fotografías. De muy mala calidad, dado que su propósito es lúdico. Pues bien, resulta que los vídeos son tan, tan pobres que se asemejan a aquellos producidos por las cámaras de vídeo familiares comercializadas a principios de los '00.

La clase de estética que apasiona a un zoomer.

La fiebre. El hashtag #kidscamera ya suma más de 19 millones de visualizaciones. La mayor parte de los vídeos consiste en un unboxing donde se presenta al producto y se narran sus virtudes. "Una señal para que os compréis una cámara cutre y hacer vídeos dosmileros de vuestro verano", explica @yonitest, tiktokera española, mientras estrena el aparato con una canción de The Drums de fondo (por si faltaban vibes dosmileros). Otros vídeos hacen exactamente lo mismo para el público anglosajón.

@heymjrsndnn

Reply to @marlimcas My 279peso cam quality 💯 ##kidscamera ##shopeebudol

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Aesthetics. El resultado son vídeos con una calidad cuestionable que sin embargo cumplen su función. Las cámaras de juguete, con sus filtros incorporados, sus líneas distorsionadas, sus figuras desenfocadas, su fecha y hora en la parte inferior de la imagen, trasladan a sus usuarios a la ilusión de un verano grabado ocasionalmente, al ralentí, fragmentado. Todos aquellos meses de agosto transitados entre playas concurridas y centros comerciales quedan ahora glorificados por una nostalgia estética, muy afín a la filosofía del videoclip musical y de TikTok.

Es normal. Nada que otras generaciones no hayan hecho. Si Nokia ha conseguido recuperar el 3310 y los teléfonos con tecla es por un motivo. Lo mismo se puede decir de la fiebre por las mini-consolas de pasado, como la Play Station o el Tamagochi. Lo que durante un breve periodo de tiempo (cada vez más corto) se considera una tecnología obsoleta y a superar se convierte más adelante en un tótem de un pasado donde las cosas eran más simples. Llámalo vinilo, coche sin dirección asistida o salas de cine.

La nostalgia. Sabemos mucho sobre esa "dulcificación del pasado". La psicología lo ha explicado como un valor refugio al que acudimos para despejar las dudas de presente. La tecnología actual, con todas sus virtudes, también nos ha hecho más ansiosos, más dependientes de la validación social y más adictos a estar conectados. Una cámara de vídeo infantil, con su aire dosmilero, es una receta fantástica a los males que atribuimos a nuestra era. Aquellos tiempos que percibimos hoy más simples, aunque no lo fueran, no volverán, pero podemos evocarlos mediante su estética.

Dosmiles. Lo llamativo de los zoomers es su querencia por una década, los dosmiles, que apenas vivieron. Lo hemos visto a través de los videoclips, del regreso de la estética poligonera, del chándal y de los pantalones de cintura muy baja, de la permanente fiebre por Linkin Park, de el interés revitalizado en MySpace, de Paris Hilton o de la música, ese hyperpop que bebe tanto de las excesivas producciones dosmileras que con tantísima finura se adapta a las necesidades de una red social tan centrífuga como TikTok.

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