El padre que protestó genialmente porque el colegio de su hija había viajado hasta 1968

El padre que protestó genialmente porque el colegio de su hija había viajado hasta 1968
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Es 2017 y aún hay colegios segregando a sus alumnos en función del género. Eso debió pensar, al menos, Steve Callaghan, padre australiano de una niña de doce años, cuando se enteró de que su hija iba a asistir a una actividad destinada exclusivamente a las chicas. A Callaghan el asunto le pareció tan surrealista que decidió escribir al director del centro planteando sus quejas.

Gracias a un agudo sentido del humor, la carta se difundió por redes, y se convirtió en un pequeño hit viral. Antes que plantear sus términos enrabietado o indignado, Callaghan optó por establecer una ficción muy divertida y muy inteligente para definir lo que había pasado en el colegio: un viaje en el tiempo. "Cuando mi hija salió por la mañana al colegio era 2017, pero cuando volvió por la tarde era 1968", rezaba la carta, que se puede leer íntegramente aquí.

Al parecer, la niña iba a participar en una actividad segregada por los profesores y la administración del colegio. Las niñas atenderían un curso de maquillaje, exclusivamente femenino, en la librería municipal, mientras que los niños serían llevados a una ferretería local. Dado que su hija desea ser ingeniera y estaba entusiasmada ante la posibilidad de acudir a la ferretería, la segregación provocó la consternación de Callaghan, de 51 años, tan mayor como para recordar tiempos peores.

He aquí la carta al completo:

Querido director del colegio,

Debo llamar a su atención un incidente muy serio que tuvo lugar ayer en su colegio en el que mi hija Ruby estudia Año 6 (el equivalente australiano a 2º de Secundaria).

Cuando Ruby salió del colegio por la mañana era 2017, pero cuando regresó a casa por la tarde era de 1968.

Sé que este es el caso porque Ruby me informó de que las "chicas" en Año 6 iban a acudir a la librería del colegio para peinarse y maquillarse durante la tarde del lunes, mientras los "chicos" iban a ir a la ferretería.

¿Podría buscar en los edificios del colegio una brecha en el continuum espacio-temporal? Quizá hay algún Condensador de Flujo roto y escondido en algún punto del baño de las chicas.

Espero que este asunto sea revisado y que mi hija y otras niñas en la escuela sean devueltas a este milenio en el que las actividades escolares no están claramente divididas según el género.

Atentamente, Stephen Callaghan.

Tanto Stephen como su hija viven en la rural villa de Wongarbon, al norte de Sidney, en la muy conservadora Australia interior. "Mi reacción fue de decepción", explicó en Bored Panda al día siguiente de que su carta se hiciera viral. Callaghan mimetizaba la propia decepción de su hija, cuya pasión por la ingeniería la llevó, como es lógico, a interesarse más por una ferretería llena de trastos mecánicos apasionantes que por un taller de maquillaje y peluquería. Para colmo de males, sólo los chicos disfrutarían de una barbacoa posterior.

"Siento que el colegio tiene una responsabilidad a la hora de romper las divisiones de género", añadió. Tanto para él como para su mujer, según cuenta, la educación de sus hijas en plena libertad y sin restricciones sexistas es capital. De ahí la carta, viralizada rápidamente en Twitter por dos motivos: tanto el tono irónico de la misma como lo indignante de la materia. Para no pocos padres del mundo, las segregaciones por género sólo pueden ser fruto del pasado, aunque aún existan en el presente.

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