Una chancla servida como postre: el último esperpento de alta cocina que ha espantado a la Guía Michelin

Una chancla servida como postre: el último esperpento de alta cocina que ha espantado a la Guía Michelin
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El Twitter de la edición británica de la Guía Michelin es una sucesión de elaboradísimos platos y postres de chefs de referencia a nivel mundial. Todo bien, hasta que el community manager de la cuenta publicó hace dos días la imagen de una chancla con arena y dos pelotas encima de la mesa. "Basta ya". Estas han sido las escuetas palabras que han descrito el plato.

No era una broma, se trataba del postre de un restaurante alemán llamado Falco de Leipzig, que tiene además dos estrellas Michelín. El 'plato' es en realidad una especie de arena comestible bajo la que descansan dos bolas de sorbete de frambuesa recubiertas por chocolate. Algo nos dice que la chancla no se come. ¿Lo más preocupante? Es una tendencia al alza, no muy bien recibida.

Este postre ha sido creado por el elogiado cocinero Peter Maria Schnur. En la propia guía, describen el restaurante de "alto standing" como cocina "excepcional".

Y el cocinero también recibe muy buenas críticas: "Su sello personal lo ha convertido en uno de los chefs más creativos del panorama gastronómico alemán". Desde luego creativo, es. El menú oscila entre los 155 y los 188 euros, mientras que si te decantas por la carta el importe puede llegar a ascender hasta los 313 euros.

La cuenta Michelin (@MichelinGuideUK) muestra platos exóticos como lenguas de pato, comida india, alguna que otra medusa y paisajes y mercados regionales. Una chancla para el postre no es lo habitual, lo que demuestra que lo que estás a punto de ver no es la referencia en restaurantes de "alto standing".

¿Qué está pasando?

Las redes han sacado su lado más creativo recordando que no es el primero, ni el último en unirse a la fetichista tendencia de colocar comida en los zapatos.

Y es que los restaurantes, en un afán por hacer sus platos más espectaculares, están volviendo la comida en algo innombrable. Raquetas de tenis y paraguas en vez de platos, huevos cocidos sobre tuberías, más comida en zapatos, botas de agua, piedras, recipientes para perros, incluso en copas de vino (imagina una salchicha en una copa de vino, pues eso).

En 2016 ya causó revuelo la presentación del postre cuando la crítica culinaria Elisabeth Auerbach expresó su asombro al tuitear el plato:

La cuenta y movimiento We want plates "denuncia" los platos estrambóticos a través de su Twitter. Imprescindible. Bienvenido a la galería de los horrores:

Una especie de crema de setas acompañada de un ¿churro?, todo metido dentro de un zapato de tacón que esperamos no haya sido usado. Arriesgado, poco higiénico y desde luego, nada apetecible.

También arriesgado pero con más gracia es la apuesta de este establecimiento: raquetas de tenis en vez de platos. La comida, colocada directamente sobre las cuerdas no es un detalle muy higiénico tampoco, aunque hay que reconocer que lo de meter la botella de refresco en una pelota, es lo más.

Más rudimientario es transformar los que barres del suelo en el recipiente donde vas a colocar lo que parece ser comida. O restos. Por 20 libras no está mal la broma de la piedra.

Y si esto no te quita el hambre, nada lo hará. ¡Siéntete como un perro!

Un huevo sobre una válvula de aislamiento, o la típica llave que usas para abrir y cortar el agua. Para qué más.

La alta cocina no es entendida por todos. Desde que se popularizó Masterchef hemos visto un boom de programas gastronómicos y la proliferación de los denominados gastrobares, que tratan de ofrecer comida elaborada a un precio más asequible. Movimientos como We want plates evidencian el rechazo por parte del público a presentaciones demasiado arriesgadas, y parece que la tendencia ahora es arremeter con saña contra el mundo de la alta cocina.

Lo cierto es que detrás de una estrella Michelin, que puede suponer una pesadilla para un restaurante, existen horas de frenético trabajo y presión. No son pocos los cocineros que han renunciado a sus estrellas Michelin para recuperar algo de calma y felicidad en sus vidas.

Es más que posible que detrás del postre-chancla se escondan horas de trabajo creativo, pero no ha sido entendido ni por público, ni por crítica. Con razón.

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