San Francisco obligó a Airbnb a regularizarse. Cinco meses después ya tenemos los resultados empíricos

San Francisco obligó a Airbnb a regularizarse. Cinco meses después ya tenemos los resultados empíricos
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Sumida en una crisis habitacional similar a la que viven decenas de grandes ciudades de todo el mundo, San Francisco veía cómo se expulsaba o constreñía a sus residentes habituales. Los precios del alquiler ascendieron a los 3.500 dólares mensuales de media por una casa de una sola habitación. Como en muchos de estos sitios, Airbnb y el resto de plataformas facilitadoras del alquiler desregularizado estaban viendo crecer su oferta y su volumen de negocio.

Enero era la fecha límite por la cual a partir de ahora las plataformas iban a exigir a sus anfitriones a registrarse oficialmente en el censo de licencias del Ayuntamiento. De lo contrario no podrían poner en alquiler sus propiedades, tal y como hacían hasta ahora. Según el plan de la Administración, su propuesta de “ley de los 90 días” acota la posibilidad de ofertar un alojamiento si no es tu vivienda habitual.

s San Francisco es, de hecho, la ciudad donde se fundó Airbnb.

¿Cómo funciona esta ley? Si la casa es tu residencia y vives en ella durante al menos 9 meses al año, podrás alquilar el espacio que quieras. Si no vives ahí, si es tu segunda residencia, no podrías alquilarlo en estas plataformas salvo que quieras darlo de alta como alquiler de ciclos de al menos 30 días (es decir, como alquiler mensual habitual).

La idea es expulsar a varios agentes: primero, a los subarrendadores que no adviertan a los legítimos propietarios de que están subalquilando su casa. Segundo, a los ricos en propiedades (particulares y empresas de poca legitimidad que le hacen competencia desleal a los hoteles) que podrían tener esas segundas y terceras viviendas puestas en alquiler normal en vez de turístico. Y tercero, a esos famosos perfiles de “hosts” con 30, 50, 70 hogares listados a su nombre.

Caída del 54% de los pisos listados: dejando canino al Airbnb

El cambio no se ha hecho esperar: si en el pasado agosto hacía 8.740 espacios listados, San Francisco ha pasado ahora, en enero, una oferta de 4.191 alojamientos. Menos de la mitad de ellos. Aunque advierten que hay todavía 900 alojamientos en proceso de conseguir la licencia del Ayuntamiento, garantía suficiente para Airbnb para que esos espacios puedan seguir alquilándose.

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La medida punitiva ha afectado especialmente a los barrios con más pisos céntricos listados. Los primeros pisos en salir de la oferta han sido aquellos en los que su anfitrión no podía garantizar su estancia el resto del año, que en buena medida se han pasado al alquiler mensual a través de esas mismas plataformas.

Es decir, que de esos 4.000 pisos dados de baja, hay que contar que 2.480 de ellos se siguen alquilando por estas plataformas, pero bajo contratos de al menos 30 días. Contratos menos lucrativos que los turísticos, pero que siguen permitiendo una alta rentabilidad.

También ha repercutido severamente a los anuncios con baja actividad, ese típico piso vacío que sólo se mueve en la plataforma en fechas próximas a la Super Bowl.

Por último, la mayor sangría se la han llevado los pisos con hosts con decenas de propiedades, esos intermediarios que trabajaban alegalmente gestionando los alojamientos de otros.

¿Y cómo ha repercutido todo esto en el mercado?

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Uno podría pensar que a menor oferta de alquileres turísticos, mayor alzada de precios, pero no. Según el análisis de San Francisco Chronicle, el precio medio de los alquileres de los barrios con más movimiento en Airbnb ha caído entre un 4 y un 5% entre agosto de 2017 y enero de 2018. Teniendo en cuenta que se trata de momentos de alta y baja actividad turística respectivamente, hay que tomar este dato con precaución.

A menor oferta no crecen los precios: paradojas del mundo de la falsa economía colaborativa.

Como comentó Business Insider en un trabajo de investigación anterior, se ha descubierto que sí, estas plataformas pueden tener una influencia directa en el precio de mercado. Según StreetEasy, en los barrios más solicitados de Nueva York se podía vincular un incremento de entre 37 y 69 dólares mensuales y la cantidad de pisos ofertados en Airbnb.

Pero volviendo con lo de antes: si queremos saber si la llegada de esos miles de pisos a la oferta de alquiler habitual ha ayudado a los residentes, es mejor conocer las cifras generales. San Francisco, como Nueva York u Oakland, son de las ciudades estadounidenses con mayor incremento del precio de alquiler de los últimos tiempos, pero ahora mismo están estabilizados.

Kevin 20krejci Foto: Kevin Krejci.

En San Francisco el momento álgido se alcanzó en octubre de 2015, justo antes de que la Administración tramitase la medida contra las plataformas de alquiler desregularizado. Con respecto a aquella época el alquiler está de media un 7.6% más bajo, y su crecimiento anual está fijado en un 1.8%. Los ciudadanos se siguen quejando de las altístimas rentas, y la ciudad se enfrenta a una carestía de espacios habitables.

Regular Airbnb no acaba con la especulación inmobiliaria ni con el alza de precios, aunque ayuda.

Regularizar la oferta de Airbnb ayudará en parte a contener los precios, pero si quieren mantener la calidad de vida de sus residentes a la larga van a tener que hacer alguna de las siguientes cosas: a) construir vivienda pública, b) revocar algunas de las leyes de arrendamiento que están facilitando la rápida subida de precios del alquiler c) ofrecer más licencias de construcción.

ad "Moving Day" en San Francisco. Foto: John Benson

Porque, además, los propietarios no son ingenuos. Algunos, como se muestra en el reportaje de San Francisco Chronicle, permiten e incluso alientas a los nuevos inquilinos a practicar la “economía colaborativa”, pero siempre de mutuo acuerdo. Aquí Ryan Booth cuenta cómo consiguió llevarse el alquiler de un bonito edificio en el centro porque se comprometió a pagarle una renta de 5.000 dólares al mes, unos 1.500 más de lo que debería costar un piso de sus características, pero que Booth sufragaría convirtiendo su salón en una habitación y alquilándola a turistas durante varios días al mes.

Es decir, ¿te acuerdas de aquella barcelonesa indignada porque estaban realquilando su piso y haciendo mucho más dinero que el que ella se llevaba con su abusivo contrato de alquiler? Pues este perfil es el primer beneficiado de este asunto. No la familia que, bajo estos precios, ve cómo no se lo puede permitir.

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