Un 20% más de suspensos y una selectividad desigual: la pandemia ha puesto el curso escolar patas arriba

Una estudiante da clases online desde su casa.
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Los adolescentes viven este año uno de los más complicados de sus carreras educativas. Los confinamientos, la semipresencialidad y los retrasos del curso escolar derivados de la pandemia del coronavirus han causado que baje el rendimiento escolar de los estudiantes, así como que aumente la desigualdad educativa a la hora de adaptarse a los nuevos métodos de enseñanza online. ¿Las consecuencias? Más suspensos, una selectividad irregular y colegios sin apenas recursos.

Suspensos. Este curso, que es el primero que se ha iniciado en mitad de la pandemia, ha recibido todo el impacto. Y es que la semipresencialidad impuesta en determinados niveles educativos por miedo a un aumento de los contagios ha hecho que el curso escolar sea un desastre. Para alumnos y profesores. Por poner un ejemplo: solo en el primer trimestre los suspensos de los alumnos de tercero de la ESO en la Comunidad de Madrid han aumentado entre un 15% y un 20%, según datos de Adimad. Los chicos y chicas de entorno a los 15 años se enfrentan al curso más complicado, donde los contenidos empiezan a ser más abstractos y científicos y la enseñanza a distancia hace que les cueste seguir el ritmo y motivarse.

Menos recursos y semipresencialidad. Hay que tener en cuenta que ante la pandemia, muchas de las comunidades de España iniciaron el curso escolar tarde y en el denominado escenario dos, que implica una semipresencialidad a partir de tercero de la ESO. Esto se traduce en que los alumnos acuden a los centros entre una tercera parte y la mitad del horario. Los alumnos este año están dando en dos días el contenido que antes daban en uno. Y sobre todo, se hace complicado controlarlos en la distancia a esas edades.

A esto se le suma la falta de profesores, que comunidades como la de Madrid han tenido que contratar a modo de refuerzo. Más de 1.117 profesores se unieron a los centros durante unos meses del pasado año. Y ahora el problema continúa. Básicamente porque una clase online no puede darse a aulas de 25 alumnos. Sería un descontrol. Algunos centros han optado por clases online en grupos de cuatro alumnos, todos del mismo curso, y se requieren más docentes para ello.

Evidencias. La falta de clases y las interrupciones en la enseñanza evidencian un bajo rendimiento académico. Un estudio revela que se consigue un efecto de un 1% de la desviación estándar en indicadores de aprendizaje por cada 10 días que se pierden de clase. Solo dando una hora más de clase por semana durante todo el curso escolar en las materias principales aumenta el rendimiento de los exámenes en alrededor del 6% de una desviación estándar. Esto ya es un claro indicador de por qué se está suspendiendo más.

Lo que está claro es que esta generación de estudiantes está viviendo una etapa educativa intermitente. El simple hecho de que uno de ellos de positivo en Covid o lo haga algún miembro de su familia ya complica que continúe su ritmo de estudio, ya que obliga al aislamiento tanto de él como del resto de los alumnos. Y esto va a seguir ocurriendo varias veces a lo largo del curso, en cada clase, alertaban algunos pediatras.

Los desfavorecidos. Bajo ese manto de inestabilidad, la pandemia ha amplificado a su vez las desigualdades ya existentes de los sistemas educativos, como el acceso desigual a dispositivos electrónicos (ordenadores, tabletas o móviles) y a Internet, así como la falta de apoyo de las familias para el aprendizaje en remoto. Lo ilustra este artículo de la revista Foreign Policy, en el que nueve expertos opinan sobre el futuro de la educación post-Covid.

El hecho de que los niños y las niñas de entornos privilegiados cuenten con más apoyo de sus familias para aprender o con clases extraescolares para apoyar su aprendizaje, abre aún más las brechas educativas. Los recursos tecnológicos, las habilidades no cognitivas y los conocimientos de los padres pueden ser diferentes: es difícil ayudar a un hijo en una materia que no entiende uno mismo. Es decir, que la situación económica y laboral en los hogares más afectados por esta crisis también se transmiten al rendimiento académico, la capacidad de estudio y concentración de los hijos.

La nueva selectividad. Y para rematar, está la reforma de la selectividad. Los exámenes de acceso a la universidad a los que se presentan más de 33.000 alumnos españoles cada año en junio no van a ser iguales. Pero a peor. Las nuevas condiciones son las más desiguales que ha habido nunca y dependen ahora de la administración regional en la que vivan. Según figura en el artículo 6 del decreto, que regula la longitud de las pruebas, ahora será cada comunidad autónoma la que determine cuántas preguntas habrá en cada examen y el temario. Así, el hecho de que las comunidades tengan más competencias de las que ya de por sí tenían a la hora de regular esta prueba podrí hacer más difícil una homologación.

El decreto supone también una rebaja de la exigencia y ha dejado en manos de las autonomías el criterio para pasar de curso. Incluso los alumnos que tengan asignaturas suspensas podrán obtener el título de Bachillerato y presentarse a la selectividad, si así lo permite su comunidad. Esto da vía libre a los centros educativos para que flexibilicen lo que los alumnos deben aprender este año, que se han centrado en impartir lo esencial, no todo el temario. Lo que importa, dicen, es que el alumno haya alcanzado los "objetivos" del curso, más allá de si tiene suspensos o no.

Imagen: Unsplash

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