De 200 positivos diarios a apenas tres: cómo ha cortado Japón su último brote de coronavirus

Japonsa
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Cuando el Comité Olímpico decidió suspender los Juegos de Tokio, a finales del mes de marzo, Japón tan sólo registraba 1.200 contagiados en total. Tres semanas después, la cifra se había multiplicado hasta alcanzar los 700 contagios por día, lo que llevó al Ejecutivo de Shinzo Abe a decretar el estado de emergencia que ahora se levanta en todo el país.

Segundo brote. El 17 de abril, Tokio contabilizaba un total de 206 nuevos casos diarios. Desde entonces y durante los últimos quince días, los positivos se han mantenido por debajo de 40. Así y con un total de 5.152 contagiados, la capital registró el pasado viernes solamente tres positivos de Covid-19. El bajo índice de transmisiones ha llevado al gobierno a adelantar la supresión del estado de emergencia, prevista para el próximo 31 de mayo.

¿Cómo lo han hecho? El primer ministro decretó el estado de emergencia en Tokio y 46 jurisdicciones territoriales más del país y pidió a los ciudadanos que sólo saliesen para lo estrictamente necesario y trabajasen desde casa. A diferencia de las cuarentenas de España o Italia, el gobierno japonés no tiene potestad para decretar un confinamiento tan estricto, lo que le ha llevado a recurrir a la responsabilidad colectiva.

El aislamiento social, el teletrabajo, el cierre de la hostelería, teatros, museos y la mascarilla ha ayudado a que el número de contagios haya haya quedado reducido en un mes. Según apuntan varios expertos consultados por la BBC, la estrategia de Japón dista mucho de las pruebas masivas de Corea del Sur o Singapur. A finales del mes de abril, el protocolo médico sólo aconsejaba hacer la prueba a pacientes con neumonía.

Críticas. Japón sólo ha realizado 1.400 tests por cada 1.000.000 de habitantes, una cifra bajísima si la enfrentamos a los 12.000 que realiza Corea del Sur o 30.000 de Alemania. El reducido número de pruebas, las mascarillas defectuosas enviadas a los ciudadanos y una gestión tardía de la epidemia aumentan el descontento de los japoneses con su primer ministro, a pesar de que la OMS haya avalado su estrategia.

Hábitos adquiridos. Desde el Hospital Universitario Médico y Dental de Tokio explican que "no creen que la reducción en el número de contagios se deba a las políticas del gobierno", sino más bien a la voluntad y los hábitos culturales de los japoneses, que mantienen la distancia y no se tocan al saludarse. En esta línea, Kazuto Suzuki, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Hokkaido señala que los japoneses temen ser culpables de un nuevo brote, lo que les lleva a seguir las pautas a rajatabla.

No quieren ser sancionados por el resto de la sociedad.

Recesión y desescalada. El pasado lunes la economía japonesa se declaraba en recesión al detectar dos trimestres consecutivos en números rojos. Como resultado, el PIB ha caído un 3,4%. Precisamente por esta razón, Abe se ha apresurado para levantar el estado de emergencia y comenzar la desescalada. Desde hoy, las prefecturas japonesas se preparan para aplicar las medidas de un plan de apertura en tres fases.

Esta semana, Tokio autoriza la apertura de colegios, bares y cafeterías, museos, bibliotecas. En la siguiente fase y si las cifras de contagios se mantienen a raya, abrirán cines y teatros y, de momento, no hay fecha para que abran puntos considerados de alto riesgo como gimnasios o karaokes.

Imagen: Jérémy Stenuit/Unsplash

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