El agujero medioambiental de la marihuana: ya contamina tanto como la minería del carbón

Cannabis
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En las dos últimas décadas hemos asistido a un aumento en la legalización mundial del cultivo y consumo de cannabis medicinal y recreativo. De hecho, es legal para ese uso en Uruguay, Canadá, 12 estados de los Estados Unidos y con fines médicos en 36 países. Los valores económicos combinados de los mercados mundiales de cannabis legal e ilícito crecen y ya se estiman en 284.000 millones de euros mientras se espera que el mercado crezca significativamente para 2025.

Pero a medida que los gobiernos regulan este cultivo anteriormente ilegal, su impacto medioambiental cada vez es más notorio y está contribuyendo en gran medida al cambio climático.

El estudio. Hoy en día, la mayoría de los cultivos ocupan lugares al aire libre, sin embargo, eso no siempre es posible debido al clima o las regulaciones. Por eso existen indicios de aumentos recientes en el cultivo de interior. Una investigación de la Universidad de Colorado publicada hace unos meses en Nature Sustainability sugería que cultivar cannabis en interiores requiere mucha energía. Demasiada. Desde la electricidad hasta el bombeo de dióxido de carbono a los cuartos de cultivo para acelerar el crecimiento de las plantas. Y eso tiene un impacto nefasto para el medioambiente.

El estudio analizaba la energía y los materiales necesarios para cultivar cannabis en interiores y se cuantificó el ciclo de vida resultante de las emisiones de gases de efecto invernadero. Según la ubicación, de 2.283 a 5.184 kg de equivalente de CO2 por kg de flor seca. De hecho, una onza de hierba puede tener una huella de carbono de hasta 148 kilos. Y esto perjudica a muchos países como EEUU, por ejemplo, que todavía depende en gran medida de la industria de los combustibles fósiles para obtener energía, de la cual la industria del cannabis necesita ingentes cantidades cuando se cultiva en interiores.

Consumo extremo. Otro estudio concluía que la producción de cannabis en interiores consume 20.000 millones de kilovatios-hora, produce hasta 15 millones de toneladas métricas de CO2 y tiene un gasto monetario de 5.000 millones de euros anuales. También que representa el 9% del consumo de energía de los hogares de California, el 3% del uso de energía en todo el estado y el 1% de toda la electricidad utilizada en los Estados Unidos. Para que os hagáis una idea: es básicamente el equivalente a lo que se necesita para alimentar a más de 2,5 millones de hogares durante un año. En Colorado, la industria de la marihuana representa el 1,3% de las emisiones anuales totales. Esto es similar a las emisiones de la minería del carbón y la recolección de basura del estado.

¿La razón? Las luces que se utilizan para cultivar marihuana en interiores consumen mucha electricidad, y las instalaciones requieren mucha energía para mantener un ambiente adecuado para las plantas. Eso significa acondicionadores de aire o calentadores para mantener las temperaturas adecuadas. Los productores también bombean dióxido de carbono al interior para aumentar el crecimiento de las plantas. Sólo esto ya representa del 11% al 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero de las instalaciones. Pero el mayor uso de energía proviene de la necesidad de llevar constantemente aire fresco a los interiores, que necesita ser tratado para que tenga una humedad correcta.

¿Por qué cultivamos en interiores? Por un lado, a menudo se considera que es de mayor calidad que el cannabis al aire libre o de invernadero, y obtiene el mejor precio en los dispensarios. Un ambiente interior también protege a las plantas del clima impredecible y otros peligros para los cultivos. Además, puede maximizar las ganancias al requerir menos empleados y poder operar durante todo el año en cualquier clima y múltiples cosechas por año. Pero quizás la razón más importante de que hayan tantos es la forma en que se ha regulado el cannabis.

Históricamente, la ilegalidad del cannabis obligó a los cultivadores a ocultar sus operaciones de cultivo en interiores, con ventanas oscurecidas, luces potentes y filtros de alta potencia y unidades de aire acondicionado para mantener las cosas frescas y evitar que los olores escapen y levanten sospechas. Si bien la legalización del cannabis en algunas áreas ha generado mejoras, todavía existen desafíos regulatorios que mantienen el cultivo en interiores.

¿Qué se está haciendo? Algunas geografías como el Valle de Coachella en California, donde las condiciones son óptimas para el cultivo al aire libre, han establecido requisitos de metros cuadrados para las instalaciones interiores. Otras ciudades han aplicado recargos a la electricidad para desincentivar el cultivo en interiores, especialmente para el mercado no regulado, pero esto simplemente lleva a los productores a prácticas más intensivas en energía, como el uso de generadores diésel. Algunos estados como Massachusetts e Illinois exigen a los cultivadores que utilicen tecnología más eficiente en energía, y California está considerando exigir que los cultivadores de interior usen LED en lugar de luces HPS que acaparan la energía.

¿Regular o prohibir? Pero la cuestión de si la prohibición del cannabis está dañando el planeta, al permitir que los agricultores no regulados utilicen estas técnicas de cultivo dañinas, es algo que los países deberán considerar a medida que avanza el debate sobre la legalización. Ya se discute en países como Reino Unido. "Estos impactos son el resultado del cannabis no regulado, pero ninguno de estos impactos estaría aquí si no tuviéramos una prohibición", decía el Dr. Anthony Silvaggio, sociólogo ambiental de la facultad del Instituto Humboldt, en un reportaje de EuroNews.

Otros expertos son más radicales: "No se puede decir que la legalización tiene un impacto u otro. Pero, en última instancia, una prohibición total del cultivo de cannabis a gran escala es la única forma de abordar la crisis ambiental. Los métodos dañinos que se utilizan en masa están destruyendo nuestra Tierra".

Imagen: Unsplash

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