Francia ha aprovechado la muerte de George Floyd para hacer lo que mejor sabe hacer: barricadas

Disturbios Francia
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Tras siete días de disturbios, las protestas de Estados Unidos han saltado el charco. Ayer tanto Madrid como Zaragoza como Barcelona registraron pequeñas manifestaciones contra la brutalidad policial y en homenaje a George Floyd, el hombre asfixiado en Minneapolis por un agente. No es exclusivo de España. Las protestas se han internacionalizado, desde Nueva Zelanda hasta Kenya. Pasando por Francia.

Barricadas. Miles de parisinos celebraron ayer uno de los rituales folclóricos más idiosincrásicos de la capital francesa: la construcción de barricadas. Los manifestantes utilizaron toda suerte de mobiliario urbano, incluyendo los patinetes compartidos que pueblan ya las calles de todas las ciudades. Se escenificaron enfrentamientos con las fuerzas del orden y se vandalizaron algunos comercios.

Un día como otro cualquiera en París.

Motivación. Francia arrastra su propio historial de conflictos raciales y episodios racistas. Las protestas se dirigieron contra la sede judicial que investiga el caso de Adama Traoré, muerto en 2016 tras ser arrestado. Su caso es muy popular entre el activismo francés, y funciona como símbolo de la brutalidad policial en Francia. Los agentes que le detuvieron fueron exonerados el jueves pasado de cualquier responsabilidad.

El asesinato de George Floyd ha actuado aquí como catalizador de otros agravios gestados tiempo atrás en Francia.

Coronavirus. Huelga decir que las protestas no estaban permitidas por las autoridades. El gobierno francés sigue impidiendo reuniones mayores a la decena de personas en la vía pública. La policía calcula que al menos 20.000 se dispersaron por las calles de París. Las manifestaciones llegaron a otras urbes, como Lyon o Marsella. Hace una semana, la policía ya tuvo que dispersar otra pequeña movilización en la capital, en este caso por la detención de varios migrantes sin papeles.

Tradición. Europa no es ajena a los disturbios raciales que durante las últimas semanas han paralizado las principales ciudades estadounidenses. Francia es el mejor ejemplo. En 2005 las banlieues de París, barrios deprimidos y habitados por migrantes de segunda y tercera generación, ardieron durante dos meses consecutivos. Desde entonces ha vivido episodios similares con recurrencia (2013, 2017).

Suecia vivió un episodio similar en 2018. Reino Unido, en 2011.

Salto. El asesinato de George Floyd ha desencadenado una de las mayores olas de disturbios raciales en la historia de Estados Unidos. Por primera vez, han encontrado réplica en otros países, espoleados a su vez por sus propios episodios de injusticia social. Desde Berlín (mural dedicado a Floyd incluido) hasta Londres, pasando por sitios tan improbables como Siria. Incluso desde sus particularidades, EEUU sigue marcando la agenda cultural global.

Imagen: Matthieu Brandely

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