Israel se ha topado con un problema en su lucha contra el coronavirus: los judíos ultraortodoxos

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Como tantos otros países en el resto del mundo, Israel ha impuesto severas restricciones al movimiento y a los eventos multitudinarios durante las últimas semanas. 4.000 casos de coronavirus después, el gobierno ha prohibido las aglomeraciones mayores de una decena de personas, ha limitado la actividad pública al máxima, cerrando escuelas y comercios, y ha clausurado las sinagogas, fuentes de enormes reuniones.

En el camino, se ha topado con un obstáculo singular. Los judíos ultraortodoxos.

La mitad. Sin cifras oficiales, dado que la mayor parte de ellos rehúsan someterse al test, las autoridades estiman que alrededor del 50% de los contagios del país se han producido dentro de la comunidad. Fervorosamente religiosos, los ultraortodoxos se caracterizan por formar familias muy extendidas, con tasas de natalidad sin igual, y por un rechazo tanto al poder del estado como a la modernidad en su conjunto.

Desobediencia. Una receta perfecta para propagar el virus. Durante los últimos días han proliferado vídeos mostrando bodas y entierros multitudinarios en plena calle. Los rabinos se niegan a cerrar sus sitios de culto. En el epicentro de las miradas, Bnei Brak, un suburbio de Tel Aviv al 95% ultraortodoxo. El lunes sumaba 500 casos. Tantos como Jerusalén, pero con una población cuatro veces menor.

Vida comunitaria. Los haredi disfrutan de una intensa vida comunitaria, no sólo por lo profundo de sus lazos familiares (6 hijos por mujer) sino también por la naturaleza de sus ritos y celebraciones, multitudinarios. Circunstancia que ha impedido, como se explica aquí, establecer la "distancia social" necesaria para frenar al virus e impulsada por el gobierno israelí, que ha prohibido las reuniones de más de una decena de personas.

Hostilidad. Netaynahu les ha acusado abiertamente de "poner a la mayoría en riesgo". Durante los últimos días las fuerzas de seguridad han entrado en sus barrios. "Estamos enfatizando definitivamente que unidades policiales entren en las comunidades ultra-religiosas y dispersen a la gente. Nos estamos topando con encuentros de más de diez personas, lo que va contra la ley", explicó el otro día un portavoz policial.

Los enfrentamientos entre ultraortodoxos y fuerzas de seguridad no son infrecuentes. La comunidad defiende con celo sus tradiciones y no tiene reparos en protestar agresivamente contra el gobierno. Cuando varios agentes cerraron una sinagoga el lunes en Jerusalén la multitud de ultraortodoxos reunida comenzó a llamarles "asesinos" y "nazis".

Cierre de sus barrios. Las advertencias del gobierno no han calado entre la comunidad. Las sinagogas se han revelado como los principales vectores de infección, y la comunidad, al igual que los Shincheonji en Corea, ha contribuido como ninguna otra a expandir la pandemia en Israel. Circunstancia de extrema gravedad que ha llevado  a municipios lindantes con comunidades ultraortodoxas a solicitar su cierre.

Una mezcla de irredentismo, resistencia a la autoridad y peculiaridades culturales que se ha convertido en una "bomba" para Israel.

Imagen: Ilia Yefimovich/DPA Germany

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