¿Qué hace el ejército de Bolivia cortando banderas? El conflicto de etnia, clase y religión en la crisis

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"Nunca más volverá la Pachamama al palacio de gobierno". Habla el “Macho Camacho”, mote popular del ultraderechista Luis Fernando Camacho, el impulsor de la nueva "interrupción democrática" y el líder de los comités cívicos de Santa Cruz que han forzado el exilio del Presidente de Bolivia. La frase suena mientras el candidato electoral extendía una Biblia y la bandera tricolor en los pasillos del Palacio Quemado.

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En el centro Fernando Camacho, líder opositor, en el Palacio de Gobierno.

Minutos después se sacaba de la institución la bandera wiphala, el emblema de los pueblos indígenas de la región de Los Andes, proclamada como símbolo nacional (junto con la tricolor, que no se ha perdido) en la Constitución de 2009 y que también portaban hasta esta semana los policías y militares, que tras el golpe han mostrado su rechazo al símbolo en vídeos en los que se los arrancaban del uniforme.

Son dos momentos cumbre que encarnan la crisis interseccional entre elementos políticos, étnicos, religiosos y de clase que se están viviendo en estos complicados momentos en el país latinoamericano.

Cómo se configura demográficamente Bolivia

En Bolivia la composición social es la siguiente: según una encuesta de Ipsos de 2013, el 52% de los bolivianos se autoidentificaron como mestizos (fruto de la mezcolanza colonial española), el 37% como indígenas (25% como aymaras, 11% como quechuas y 1% como guaraníes), el 3% como blancos y el 1% como afrobolivianos; aunque ojo, hay muy diversas encuestas que dan porcentajes poblacionales distintos: donde para unos la relación mestizos-indígenas está próxima al 65-30%, para otros la relación es justo al revés.

En cualquier caso lo que sí es seguro es que un tercio de los bolivianos vive en las grandes ciudades y que en ellas arrasa tanto el mestizaje como el cristianismo: en las urbes más importantes hay un 76% católicos y un 17% protestantes o evangelistas. Después, si nos vamos al interior, las tornas cambian, y buena parte de la población indígena practica diversas religiones complementarias al catolicismo.

Hasta hace escasas décadas era habitual que los mestizos y blancos coparan las estructuras de poder, mientras que eso ha cambiado con el Gobierno de Evo Morales, que ha hecho un trabajo de reconquista o imposición (dependiendo a quién preguntes) de la cultura indígena. Esta es la base del eje ciudad-pueblos o cholos contra kharas que cimenta el conflicto político y ha sido utilizado por los múltiples frentes del choque civil. Como denunciaron agentes cercanos al conflicto, el reciente fraude electoral avivó muchas actitudes racistas entre la población.

Y qué ocurre a nivel religioso

Con la llegada del MAS al poder se reconoció la existencia de 36 lenguas indígenas y etnias, dentro de los cuales se practican ritos muy diversos pero muy vinculados al politeísmo y a la veneración de la naturaleza. Los cócteles culturales históricos han propiciado la práctica de un sincretismo popular que queda representado en la Pachamama, literalmente Madre-Tierra, Diosa de la tierra y de la fertilidad de los campos venerada en Los Andes que terminó asociada a la imagen de la Virgen María y a quien se ofrecen habitualmente ofrendas por parte de la población y los indígenas de forma más o menos pagana.

Luego, tras la llegada al poder del primer Presidente indígena (aymara) del país, Morales promulgó una nueva constitución en marzo de 2009 con la que Bolivia pasó a ser un Estado aconfesional o laico, el catolicismo perdía el estatus de religión oficial y se garantizaba la libertad de culto. En abril de este mismo 2019 Morales también proclamó una Ley de Libertades Religiosas y Creencias Espirituales que aseguraba la igualdad de derechos entre todas las Iglesias, consolidando el carácter laico de un país mayoritariamente católico.

Hay que añadir también que el equipo de Morales ha declarado en alguna ocasión que la Iglesia ha sido "un instrumento de la dominación" y que es necesaria una “descolonización” de la religión, aceptando el precepto de que el cristianismo ha sido y seguía siendo un vehículo para la imposición colonial.

La jerarquía eclesiástica ha vivido tanto rifirrafes como acercamientos con el MAS a lo largo de los años. Por ejemplo, los obispos han cuestionado la baja inversión del Estado en sanidad y reclamaron al Tribunal Supremo Electoral la inhabilitación de la candidatura de Evo Morales tras el referéndum fallido de 2016, a lo que el vicepresidente Alvaro García Linera dijo que la Iglesia debía dejarse de hacer política y dedicarse más "a salvar almas".

Gestos como erradicar la necesidad de que funcionarios y políticos juren cargo ante una Biblia y puedan (aunque no se vean obligados a) prometer con el puño izquierdo en alto tienen mucha importancia simbólica, y de ahí escenas como las del Comité Cívico Pro Santa Cruz de ahora.

Los opositores que veneran la Biblia y pisotean la wiphala

Evo Morales se había perpetuado inconstitucionalmente en el cargo, y, aunque importantes partes de la sociedad civil llevaban semanas manifestándose pacíficamente contra ello, fue determinante la acción del ejército que de forma coordinada y organizada exigió a Morales que abandonara el palacio del Gobierno. 

Aunque tras el conocimiento del fraude Morales anunció que convocaría nuevas elecciones generales y que renovaría la totalidad de los miembros del corrupto Tribunal Supremo Electoral, no fue suficiente para que los militares permitiesen continuar el procedimiento democrático.

El país está ahora mismo sumido en un pseudo golpe de Estado que no se sabe hacia dónde caminará, dado el actual vacío de poder.

Lo que sí sabemos es que Luis Fernando Camacho ha sido una figura clave de la conspiración contra Morales y cuenta ahora mismo con un importante apoyo civil y mediático. Se trata de un dirigente civil y multimillonario empresario de Santa Cruz, la región más rica de Bolivia y lugar donde más se ha extendido la oposición a Morales.

Ha estado durante muchos años fraguando movimientos opositores al Gobierno. A los 23 años fue vicepresidente de la organización cívica Unión Juvenil Cruceñista (UJC), señalado por la Federación Internacional de Derechos Humanos como supuesto grupo paramilitar. A ellos también está relacionado el Movimiento Nación Camba de Liberación, grupos extremistas separatistas asociados a la población blanca, criolla, rica y terrateniente que no le perdonaron a Morales la descentralización del Estado ni la redistribución de las riquezas entre las comunidades de todo el país. La Nación Camba defiende un independentismo de Santa Cruz del resto de regiones indígenas.

Camacho también es conocido por sus negocios en el mundo de los seguros, el gas y los servicios, y fue uno de los aparecidos en los famosos Papeles de Panamá por sus sociedades off shore.

Políticamente defiende el neoliberalismo económico y el ultraconservadurismo social. No por nada es un integrante de la Logia Caballeros del Oriente, un selecto grupo que defiende la supremacía de la élite cruceña, descendiente de europeos, frente a los indios. Él mismo es descendiente de europeos.

Y a nivel religioso es fundamentalista católico. Mucho. Por eso mismo suele ofrecer sus discursos con un rosario en la mano, se arrodilla para orar en sus intervenciones públicas y protagonizó la escena de la Biblia del Palacio Quemado. Ha instado a la limpieza política de Bolivia y a que Evo Morales sufra una “justicia divina”.

El rechazo de etnia y religión no es sólo cosa del "Bolsonaro boliviano", como han llamado a este nuevo líder golpista, sino un sentimiento compartido por muchos de los demás opositores al ex Presidente. Tras la salida de Morales, Jeanine Áñez Chávez, de la alianza opositora Unidad Demócrata, es la senadora que se autoproclamó presidenta del Senado, lo que le la convertía automáticamente en la nueva (e ilegítima) Presidenta provisional de Bolivia, y entre sus declaraciones del pasado está el despreciar y expulsar a los "indios".

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