Twitter acaba de convertir en amor un montón de tuits que odiábamos

Twitter acaba de convertir en amor un montón de tuits que odiábamos
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Es el drama del día: se acabaron los favoritos en Twitter, comienza la tiránica era de los corazoncitos. La red social ha decidido que necesitábamos otros modos de expresar nuestras emociones. ¿Pero en realidad lo necesitábamos? Lo que antes era un cúmulo desorganizado de cosas que nos gustaban, artículos pendientes de leer y amargos comentarios sobre cuestiones turbias y deprimentes con los que estábamos de acuerdo se ha convertido hoy en "me gusta".

Y no, no nos gusta demasiado.

Por varios motivos. El principal: Twitter ha hecho que nos gusten muchísimos tuits que guardábamos en favoritos cuando, de hecho, los odiábamos. Y no, no nos gustaban: casi todos teníamos claro que el significado del sistema de favoritos podía ser ambiguo, llegando a lo irónico e incluso a lo doliente. Era un terreno abstracto en el que la interpretación de cada uno, y de los motivos por los que se utilizaba un favorito, era personal e intransferible. De repente, Twitter ha decidido convertirse en Facebook y crearse un problema con sus usuarios que antes no tenía.

Twitter nos obliga a que "nos gusten" cosas que en realidad odiamos. Hace de los antiguos favoritos un arma unilateral, no una herramienta útil por su ambigüedad

Porque ahora estamos obligados a que "nos gusten" todas las cosas. O nos gustan, o no nos gustan. Se acaban los matices de la estrellita, Twitter es desde hoy algo más visceral y emocional, más personal. El resultado es que cuando leamos una noticia chunga sobre los refugiados que llegan en pateras a Lesbos, tendremos que darle a "me gusta", no a una estrellita que podía significar indignación, "gracias por la información", "me lo guardo para luego", "mundo de mierda".

Veamos algunos ejemplos de cómo el nuevo corazón/me gusta de Twitter es un arma de doble filo, y una forma de obligar a los usuarios de Twitter a comportarse en su red social de un modo que no hacían (y que no reclamaban). Es especialmente cruel para con todos los tuiteros que se despachaban a gusto repartiendo favs/troll con doble sentido. Y que ahora son unidimensionales.

Por ejemplo, a Percival Manglano, del Partido Popular, ahora le gusta esto.

También tenemos a Pedro Sánchez dándole a "me gusta" a bots laudatorios y mindfucks irónicos de LinkedIn:

O a Jordi Évole enamorándose de forma repentina de tuits sarcásticos que le critican. Ahora sólo se pueden interpretar así, según Twitter, y no como un "acepto tu crítica, la tengo en cuenta". Como se debe interpretar así, y no como "la barbaridad que has soltado es tan bestial que me la guardo por aquí no vaya a ser que algún día se me olvide", su fav al tuit de Bernat Dedéu:

Más episodios del fav-trollismo echados ahora a perder: Trecet despachando las críticas:

Otro clásico del tuit-favismo que ya no tendremos: el "marco la estrellita para constatar que esto me parece mal". Esperanza Aguirre a cuenta de Manuela Carmena, por ejemplo:

Al final, Twitter también acaba con el fav "lo leeré más tarde" o "la noticia es interesante, aunque el contenido sea negativo". Varios ejemplos de la mano de los favs de Enric Juliana, a quien, según Twitter, todo esto le ha empezado a gustar.

Twitter, claro, quiere que sus usuarios cambien de comportamiento. Como explicamos en Xataka, la empresa está perdiendo dinero porque no sabe cómo atraer a nuevos usuarios. Acercar la red social al campo emocional (lo mismo que ha hecho Facebook), e integrarla con Vine y Periscope en aras de más amor y menos odio, es el camino que ha elegido. Entre tanto, lo hace a costa de los usuarios que mantiene y que no acudían a Twitter a ser felices, sino a debatir, a informarse y, a menudo, a cabrearse.

Antes podíamos decir esto:

Ahora ya no. Ahora sólo tenemos esto:

¿Le va a funcionar? El tiempo dirá. De momento, Twitter es ya otra cosa.

Para terminar, un ejercicio que nos inquieta: la publicidad de los favs va a hacer que todos sepamos qué es lo que nos gusta a partir de ahora, y qué cosas que odiábamos y que guardábamos en favoritos porque las detestábamos han pasado a gustarnos (y ahora no son relativas e interpretables). En mi caso, observo mi listado de favoritos y el espejo en el que me miro, de repente, es tremendamente perturbador.

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