La vacunación en la Unión Europea está siendo un desastre. Su pecado: ser poco nacionalista

Astrazeneca Buena
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Un vistazo a este gráfico ilustra el fracaso temporal de la Unión Europea en su campaña de vacunación. Mientras sus principales países apenas han administrado la primera dosis al 10% de su población, Israel roza el 60%, Reino Unido el 40%, Chile el 30%, Estados Unidos el 25% y Serbia el 20%. Naciones como Marruecos o Turquía están a niveles semejantes (en torno al 10%), e incluso pequeños socios comunitarios, como Hungría, abierta a Sputnik y al 16%, superan a Alemania o España.

¿Pero cómo hemos llegado hasta aquí?

Llegamos tarde. Es la tesis más aceptada y difundida en algunos medios. Dice así: una Unión Europea siempre presa de sus obsesiones regulatorias y burocráticas habría ralentizado la firma de contratos con las principales farmacéuticas y la aprobación definitiva de sus vacunas. Echando la vista hacia atrás es una teoría inconsistente. Bruselas entrega más de €300 millones a AstraZeneca, condicionados a la provisión de 400 millones de dosis (300 + 100), el 27 de agosto. Reino Unido no sólo no lo hizo antes sino que llegó el 28, un día después (PDF).

Letra pequeña. Si el problema no reside en la previsión, ¿dónde entonces? El periodista Dave Keating, especializado en asuntos europeos, ofrece una visión alternativa en este largo hilo. La Unión Europa no falló midiendo los tiempos, sino no incluyendo una cláusula clave en su contrato con las farmacéuticas: la de prioridad en la cola de suministro. Mientras Reino Unido y Estados Unidos han aplicado una suerte de "nacionalismo inmunológico" desde finales del año pasado, la Comisión Europea ha sido, como mínimo, "ingenua" en sus previsiones.

Protegerse. Keating lo ilustra con dos ejemplos paralelos: el de Oxford y el de BioNTech. La institución británica, al igual que la biotecnológica alemana, habían desarrollado una prometedora vacuna. Pero necesitaban asociarse con una farmacéutica para producirla a gran escala. Oxford elige en primer lugar a Merck, un gigante del sector con amplia experiencia en el desarrollo de vacunas. Sucede que Merck es una empresa estadounidense y canadiense. Cuando el borrador del acuerdo llega al Ministerio de Salud británico, el gobierno lo echa para atrás.

Reino Unido temía un giro "proteccionista" en la política sanitaria de Estados Unidos. Si la vacuna se producía allí, la administración Trump podría obligar a sus farmacéuticas a abastecer primero a la población estadounidense. Es exactamente lo que sucedió. Y lo que terminaría imitando Reino Unido pocas semanas después. Las dosis producidas en suelo británico tendrían que cubrir prioritariamente la demanda británica, como confirmó el CEO de AstraZeneca, Pascal Soriot, en una entrevista a finales de enero (pese a las negativas de la prensa inglesa).

Mientras tanto en Europa. Alemania podría haber aplicado la misma estrategia. No lo hizo. Cuando Pfizer, una farmacéutica estadounidense, cierra un acuerdo con BioNTech, una empresa europea, el ejecutivo germano observa la operación impasible. La asociación se produce en julio, cuatro meses después de que Die Welt publicara que el gobierno estadounidense había tratado de comprar BioNTech cuando su vacuna no era más que un embrión. Europa conocía las intenciones nacionalistas y proteccionistas de Estados Unidos.

Unos optimistas. Como vimos en su momento, la financiación de BioNTech provenía fundamentalmente del estado alemán. Pero al contrario que Reino Unido, ni Alemania ni la Comisión Europea consideraron pertinente a) buscar una farmacéutica de raigambre continental; y b) incluir una cláusula de suministro prioritario para la farmacéutica que terminara asociada con BioNTech. Cuando Pfizer, estadounidense, comenzó a producir lo hizo priorizando a Estados Unidos por mandato gubernamental; al igual que Oxford/AstraZeneca, británica, en Reino Unido.

Tanto Londres como Washington se aseguraron un suministro "cautivo" de vacunas. Bruselas y Berlín no.

La generosidad. Este proceso político gestado a lo largo de varios meses se manifiesta en un dato: mientras la Unión Europea ha exportado más de 40 millones de dosis fabricadas en suelo europeo a otros países, Estados Unidos y Reino Unido han exportado la impresionante cantidad de 0. Generosidad o estupidez, Europa ha abastecido con más de 10 millones de vacunas al inventario inmunológico de Reino Unido, toda vez que Londres y Bruselas llevan semanas hundidas en una agria disputa política sobre el destino de las dosis fabricadas por AstraZeneca.

A corto plazo. No es de extrañar que Von der Leyen ya tantee una prohibición a las exportaciones de las dosis fabricadas en suelo europeo, en especial las de AstraZeneca, pero no sólo (una fábrica de Países Bajos ha abastecido con casi 3,9 millones de dosis de J&J a Estados Unidos). Como relata Bloombergo, no hay consenso entre los estados miembros sobre la prohibición. Bélgica o Países Bajos, con plantas de las principales farmacéuticas en su haber, recelan; Francia o Italia parecen muy partidarios. La Comisión desea interrumpir las exportaciones con aquellos países que no sean recíprocos, como Reino Unido.

La decisión alteraría el buen ritmo de vacunación británico y dañaría las relaciones bilaterales entre ambas partes recién firmado el Brexit. Según Pfizer, también perjudicaría a la producción de su sofisticada vacuna, dependiente del intercambio de materiales entre sus laboratorios británicos y plantas europeas. Pero ante todo llegaría tarde: la Unión Europea apostó por AstraZeneca y por un libre, feliz, post-nacional intercambio de vacunas. La realidad le golpeó y le sigue golpeando duramente.

Imagen: Reuters

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