La decisión de Pedro Sánchez tiene un precedente inmediato y muy próximo en Portugal: António Costa

En qué se parece (y en qué no) el caso de Costa al de Sánchez y qué lecciones deja el precedente portugués

e
34 comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail

Sonrisa. Sonoro choque de manos. Palmadita en la espalda y un lenguaje corporal que destila feeling y buen rollismo en general. El saludo que intercambiaron Pedro Sánchez y António Costa en junio, en Bruselas, en el marco del Consejo Europeo, dejó la que probablemente haya sido la demostración más visual y espontánea de la sintonía entre los dos líderes, socialistas e ibéricos. Ambos dieron la batalla por la "excepción ibérica", entre otras causas en las que hicieron frente común.

No ha pasado ni un año de aquel apretón de manos en el corazón de Europa y la situación de ambos, Costa y Sánchez, es hoy completamente distinta.

Del apretón de manos, a la dimisión. Costas dimitió en otoño. Sánchez amenaza con hacerlo el próximo lunes. Ambos dieron el paso con polémicas cuanto menos difusas como telón de fondo. Y ambos escenificaron su decisión de forma sorpresiva, para pasmo de propios y extraños. Con el recuerdo reciente del caso luso, sus consecuencias y deriva judicial, hay quien ya señala la conexión entre lo ocurrido con Costa y lo que está ocurriendo ahora con Sánchez. Pero… ¿Es así?

Captura De Pantalla 2024 04 25 121512 Click en la imagen para ir al tweet.

Un paso atrás. Eso fue lo que hizo el 7 de noviembre Costa. Al verse envuelto en una investigación sobre tráfico de influencias, corrupción y prevaricación, el líder portugués tomó una decisión fulminante que sorprendió por su contundencia pero también por el timing: visitó al presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, y presentó su renuncia como primer ministro. "La dignidad del cargo es incompatible con la apertura de una investigación. Mi obligación es preservar la dignidad de las instituciones democráticas", zanjó Costa ante la prensa.

"Con la conciencia tranquila". El paso adelante (o atrás) de Antonio Costa sorprendió por algo más: el mismo día en que acudió a la residencia de Rebelo de Sousa para oficializar su renuncia, aseguraba a los periodistas no tener ni idea de qué actos suyos se consideraban sospechosos e insistió una y otra vez en que él tenía "la conciencia tranquila". "Estoy tranquilo con el juicio de mi conciencia, no ya respecto a actos ilícitos, sino incluso censurables", garantizaba.

Si dejaba el cargo era —aseguró Costa— porque creía que el anuncio de la Procuraría General de que sería objeto de una investigación lo invalidaba para dirigir el país. No se le acusaba de nada en concreto; pero sí se había sembrado la sospecha. Y eso era suficiente. Al menos para él. Lo que se sabía entonces era que el Supremo tenía abierta una investigación con el propósito de aclarar el papel de Costa en dos explotaciones de litio y un proyecto de hidrógeno verde. La policía había registrado además el palacio de Sao Bento, sede del Parlamento luso, y detenido a dos personas próximas a Costa, entre ellas su jefe de gabinete.

"¿Merece la pena todo esto?" Casi medio año después es Sánchez el que amenaza con irse. La contundencia de su anuncio ha desatado una cascada de reacciones similar a la generada en noviembre de 2023 por el de Costa —al fin y al cabo ambos son de calibre—; pero entre los dos hay una diferencia clave: el timing. Mientras el ya exprimer ministro luso abandonó el cargo de forma fulminante, su homólogo español dejará botando la duda de su continuidad durante varios días. Lo hizo ayer, vía X, en una carta personal, firmada por él mismo, que entre otras cuestiones le permitió trasladar su decisión sin preguntas de periodistas.

El "ataque sin precedentes" del que Sánchez se considera objeto por parte de la "derecha y ultraderecha" le lleva a plantearse una pregunta en su carta: "¿Merece la pena todo esto?". Y él mismo se responde, aunque sin dejar entrever cuál será su siguiente paso: "Sinceramente, no lo sé. Necesito parar y reflexionar. Me urge responderme a la pregunta de si merece la pena, pese al fango en el que la derecha y ultraderecha pretenden convertir la política. Si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor". Su decisión, el lunes.

El foco, en el círculo. En ambos casos, el de Costa y Sánchez, importan las palabras. Pero sobre todo importa el contexto. Y en los dos casos el contexto está muy marcado por el círculo más próximo de ambos líderes. El portugués anunció su dimisión después de dos noticias ocurridas con muy pocas horas de diferencia: la nota de Fiscalía anunciando su investigación y, sobre todo, la detención de dos personas muy próximas a él. Una era su jefe de gabinete, Vítor Escária; otra, el empresario Diogo Lacerba Machado, amigo de Costa y en quien el primer ministro había confiado para tareas tan delicadas como la nacionalización de TAP.

En el caso de Sánchez el foco se centra en una persona aún más cercana: su esposa, Begoña Gómez. En su carta, él mismo reconoce que su decisión de replantearse su continuidad en Moncloa llega solo unas horas después de que trascendiera que un juzgado ha abierto diligencias previas contra su mujer para investigar presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en negocios. La medida llega a raíz de una denuncia de Manos Limpias, a la que Sánchez tacha de  "ultraderechista".

"No soy ingenio. Soy consciente de que denuncian a Begoña no porque haya hecho algo ilegal, ellos saben que no hay caso, sino por ser mi esposa", abunda Sánchez justo antes de dejar la pregunta clave en el alero: "¿Merece la pena esto?"

e

Cuestión de urnas y giros políticos. Qué va a ocurrir en España es algo que nadie sabe. Teorías hay de todo pelaje y también análisis que reflexionan sobre una posible dimisión, los riesgos de una hipotética cuestión de confianza y el impacto de la carta de Sánchez en las elecciones catalanas y europeas.

Donde ya conocemos el desenlace es en Portugal. Allí, y tras la renuncia de Costa, se sacaron las urnas a la calle en una cita en la que logró imponerse, por la mínima, el centroderecha. Además del evidente cambio de partido al frente del Gobierno luso, las elecciones dejaron otras dos consecuencias clave: un gobierno menos fuerte que el que presidía Costa y el alza de la formación populista Chega.

Operación judicial desmontada. Otro desenlace que se va aclarando poco a poco es el del proceso judicial que, en su día, llevó a Costa a renunciar a su cargo. En menos de medio año la Fiscalía ha recibido ya varios reveses importantes de los jueces, que han llegado a cuestionar la profesionalidad de una investigación que acabó precipitando la caída del Gobierno. Hace unos días trascendía una extensa resolución del Tribunal de Relaçao de Lisboa muy crítica con labor de Fiscalía.

En ella los magistrados incluso tachan el trabajo de "inepto". Y apuntan a la supuesta implicación de Costa en el caso: "El único hecho concreto protagonizado por el primer ministro fue la asistencia a un evento de presentación el 23 de abril de 2021 [...]. De una relación de amistad con un miembro de Gobierno, asumida además de forma pública y reiterada por ambos protagonistas, ¿tiene que llegarse a la conclusión de que hubo tráfico de influencias, corrupción activa o pasiva o prevaricación?", cuestionan los jueces en su escrito, divulgado por El País.

¿Carrera en Bruselas? Hasta tal punto se han difuminado las sospechas en torno al papel de Costa, que hace poco el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, insinuó que ve "probable" que acabe presidiendo el Consejo Europeo. Las declaraciones, en las que no cita de forma expresa a Costa, las trasladó tras las últimas conclusiones judiciales en las que se muestra que las acusaciones vertidas por la Fiscalía se basaban en "meras especulaciones". Durante su labor, Fiscalía habría cometido errores como confundir nombres en sus transcripciones. Algo —lo de la confusión de nombres— ocurrido en España con algunos bulos que han marcado las acusaciones dirigidas a la esposa de Pedro Sánchez.

Similitudes… y diferencias. Costa y Sánchez han tenido trayectorias con puntos en común en muchos aspectos. Ambos fueron escogidos líderes de sus partidos en 2014, sus carreras políticas estuvieron marcadas por sendas mociones de censura y han tenido que apoyarse en alianzas complejas, como la "jerigonza" portuguesa. El episodio del 7 de noviembre en Lisboa y del 24 de abril en Madrid tienen también ciertas similitudes, aunque con diferencias importantes.

Por el tono, por la forma y por la escenificación. Sánchez ha lamentado por ejemplo ser víctima de "ataques sin precedentes" de los que culpa directamente a la derecha y ultradrecha. Otra diferencia relevante es  el propio trasfondo, como recuerda Xabier Vidal-Folch en El País: mientras a Costa lo señalaba la Fiscalía, un poder del Estado; a la esposa de Sánchez la acusa una asociación, Manos Limpias, que ha reconocido sustentar su denuncia en recortes de prensa.

Hoy mismo su secretario general ha descargado toda responsabilidad en los medios que han publicado las informaciones sobre Gómez. De ahí, advierte, que en caso de que resulten no ser veraces serán ellos "quienes deban asumir la falsedad".

Imagen |  Moncloa 1 y 2

En Xataka | Unir España y Portugal ha sido un viejo sueño durante siglos. Uno que apoyan ya el 70% de los españoles

Inicio