Cuando descubres que tu hija es el maltratador: el hilo sobre el bullying que nos hace reflexionar

Cuando descubres que tu hija es el maltratador: el hilo sobre el bullying que nos hace reflexionar
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En España hay como mínimo 1.000 casos de bullying al año. Prácticamente una de cada diez víctimas llegará a lesionarse y a tener ideaciones suicidas. Dentro de la Unión Europea se estima que hasta 24 millones de niños y jóvenes al año son víctimas de acoso, y 21.000 de ellos se acaba quitando la vida cada año. Sabemos que para que estas muestras de violencia se creen es necesario que haya acosadores, pero aquí viene lo más espinoso de todo este asunto: puede que tu hijo sea un pequeño maltratador y te toque solucionar el problema.

Lo ha explicado ayer mismo la tuitera Cronopia en un hilo que está causando sensación. Más que el típico relato de víctima, su testimonio consigue explicarnos el complejo entramado social y emocional en el que se mueven las decenas de personas que instigan estos climas de abuso. Pese a toda la educación recibida, "Tiburcia" acaba siendo testigo e incluso parte del acoso que recibe una compañera. Maltratadora sutil e indirecta, pero maltratadora al fin y al cabo.

Como vemos, la moraleja del comentario de Cronopia es nuestra falta de consciencia y de herramientas prácticas para evitar eso que todos reconocemos como un acto dañino del que no queremos que participen nuestros hijos.

La violencia se cuela en nuestros discursos como padres

Mucho se ha estudiado el bullying y sus terribles efectos en el futuro de las personas que lo viven (bien en faceta de víctima o de agresor), y pese a ello nuestros tratamientos son bastante inefectivos, por no decir contraproducentes. Como señalan distintos pedagogos, una de las primeras lecciones que tendríamos que erradicar es la de que la violencia soluciona la violencia. Decirle a los niños que “si alguien te pega, devuélvesela tú con más fuerza” sólo le hará creer que esa relación de dominación-sumisión en nuestro día a día es válida.

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También hemos de tener cuidado de nuestra reacción al saber que nuestros hijos han participado de esa red de acosos.

Lo primero que debemos hacer, por supuesto, es no criticar a los maestros que alertan del problema. Esta es una reacción típica, según ciertos analistas, por la dificultad de muchos padres de reconocer su fracaso como educadores o, peor aún, la incapacidad de ver que en su propio entorno doméstico se alentaba una normalización del abuso (algo tan sencillo como oír a tus padres despreciar verbalmente a otras personas puede hacer que el pequeño interiorice esos esquemas).

¿Castigarle sin salir? ¿Quitarle el móvil y prohibirle quedar con amigos? Tampoco funciona. Primero, porque son acciones punitivas que en realidad repiten y perpetúan el patrón bully: un abuso emocional, físico o psicológico por parte de un superior cuando otra persona no se adecua a sus expectativas. Segundo, porque el niño no aprende que el acto en sí ha estado mal, sino que el problema es que le hayan pillado haciéndolo. No se trata de transigirle todo al niño maltratador, por supuesto, sino de lograr que entienda que sus acciones han estado mal y que el problema es hacerle daño a otro. Crear empatía.

Ni inseguros ni incomprendidos: el niño que hace bullying necesita inteligencia emocional hacia los otros

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He aquí la clave del bullying, se trata de niños que no logran ponerse en la piel del otro o que bloquean esos sentimiento al ver más beneficio propio ignorando el auxilio. Como adultos sabemos que se trata de una irresponsabilidad social, y aun así, cuando un ser humano está en el lado de los ganadores en una situación de asimetría de poder, es más difícil actuar.

Como explica María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid y directora del Estudio Estatal de Convivencia Escolar en la Educación Secundaria, "a los acosadores y sus familias les cuesta mucho más reconocer la situación que a las víctimas, algo que sucede también con la violencia de género. Hay una condena social fuerte y a quien lo ejerce le cuesta reconocerse, igual que les sucedía antes a las víctimas de maltrato y a sus familias, cuando no existía tal conciencia del problema".

Hay al menos una buena noticia. El alarmismo social está causando mella. Se denuncian cada vez más casos de acoso escolar, lo que no significa que los niños sean cada vez más violentos, sino que va teniendo mayor respuesta. Los compañeros de clase de las víctimas cada vez se rebelan más contra el acoso, más de la mitad de los testigos de las agresiones se enfrentan actualmente a quien acosa, frente al 22,2% que lo hacían en 2015. Además, el conjunto del entorno de las personas que sufren bullying cada vez es más consciente de la situación (un 95,2% frente al 40,3%), lo que significa que el menor agredido se "siente menos solo”.

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