La escasez de antibióticos en los países pobres también está potenciando el problema de las superbacterias

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Vuelven las preocupaciones por las superbacterias, o “bacterias multi-resistentes a los medicamentos”, como deberíamos llamarlas. Según un reciente informe costeado por la asociación estatal británica UK Aid y por el ministerio de salud holandés y realizado con datos de las 30 principales farmacéuticas, el sistema de distribución de los antibióticos a nivel global no sólo está dando problemas por su abuso en países desarrollados, sino también por su infrautilización y su uso erróneo en países pobres y en vías de desarrollo.

El sándwich bacteriano: como ya hemos comentado en anteriores ocasiones, el problema de las superbacterias es que nuevas estirpes de microorganismos se resisten a los antibióticos que hemos estado usando para combatirlos, mejorando su inmunidad y haciendo más difícil que puedan ser tratados en el futuro, algo que ya está provocando, por ejemplo, miles de muertes cada año en España. De ahí que buena parte de la concienciación industrial, médica y mediática haya ido en la senda de intentar dejar de abusar de estos medicamentos, tanto en humanos como en animales de la industria alimentaria, para no favorecer a las superbacterias.

Sin embargo, y según este último informe que ha sido repartido entre las principales farmacéuticas asistentes al Foro de Davos, hay que poner también un ojo en la altamente deficiente cadena de suministro en los países menos privilegiados. Debido al pobre acceso de muchos territorios a los antibióticos óptimos se están recetando medicamentos incorrectos para las infecciones o se dan dosis más reducidas e incorrectas, prácticas que aumentan la probabilidad de resistencia de los microorganismos a los antibióticos. Además, la reducida disponibilidad conduce a aumentos de precios, con lo que proliferan medicamentos de calidad inferior que, de nuevo, agravan el problema.

¿Hemos sufrido ya consecuencias por esta desigualdad de acceso? Sí. Los holandeses ponen un ejemplo: el antibiótico común benzatina penicilina G, de la clase de las tetraciclinas, no estaba disponible en 2015 en hasta 39 países entre los que se encontraban segmentos demográficos tan relevantes como India, Australia o EE.UU.  Esta benzatina es el único medicamento para prevenir y tratar la transmisión de la sífilis de madre a hijo. La escasez, señala el informe, coincidió con el aumento de casos de sífilis en Brasil que ha derivado en un aumento de bebés nacidos con enfermedades congénitas. Es sólo un ejemplo de muchos.

¿Y por qué pasa esto? Porque a nivel económico el campo de los antibióticos no es lo suficientemente seductor, al menos en comparación con otros campos de la industria farmacéutica, como el desarrollo de medicamentos contra el cáncer. Es también una pescadilla que se muerde la cola: por su peor higiene y salud los países menos desarrollados son los que más demandan la creación de determinados antibióticos, pero al ser demasiado caros de producir y dejar un inferior margen de beneficios (más si se crean para países pobres), las farmacéuticas pasan. Y se empeora el cuadro.

Un Netflix para las farmacéuticas: como ha comentado Jayasree Iyer, director de la fundación a cargo del informe ya citado, hace falta que las empresas y los agentes públicos cooperen. Iyer propone un "modelo Netflix" por suscripción como una forma de estimular a los fabricantes de medicamentos a invertir más en nuevos tratamientos.

La excepcionalidad española: decíamos antes que parte del conflicto provenía del abuso de antibióticos en los países ricos. Mientras países de la UE han aminorado sus recetas en las últimas dos décadas, España no sólo no los ha reducido sino que los ha ido aumentando, convirtiéndose así ya en el país de Europa que más antibióticos consume. Según la OMS, dentro de unas décadas las infecciones provocadas por bacterias resistentes y superbacterias se convertirán en la principal causa de muerte del mundo, algo que se podría evitar (o aminorar su impacto) si empezase a tratarse con conciencia hoy.

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