Hay quien juega al Fortnite y hay quien pasa las horas en Tinder: la adicción al matchmaking

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Hay quien juega al Fortnite y hay quien pasa las horas en Tinder. Según un informe de la página de citas Match, a día de hoy uno de cada seis solteros dice sentirse “adicto” al proceso de ligoteo de estas páginas y aplicaciones (y aquí los chicos ganan por goleada, un 97% del total de adictos son masculinos). Según Badoo, que sigue siendo el servicio más popular en su campo a nivel mundial, los millennials suscritos a estas páginas están pasando, de media, 10 horas semanales buceando en el mercado del amor.

El “swipe infinito”: muchas redes sociales, como Twitter o Facebook, ofrecen un “scroll” infinito, un sistema que se ha comprobado que produce respuestas neuronales que activan la segregación de dopamina. Placer y motivación ante la promesa de recompensas que facilita la adicción. El sistema de descarte de citas de Tinder usa los mismos mecanismos. De ahí que sea posible que haya gente que pase tiempo en la App sólo esperando que otros perfiles le den "like" sin intentar arribar a ningún contacto significativo.

Y esto está cambiando la forma de ligar: por un lado, la gente se esfuerza en dar la mejor imagen desde el punto de vista digital, lo que merma la verosimilitud de cómo somos nosotros mismos en persona. Por el otro, y ante la sensación de vivir en un mar de oportunidades, la gente pasa mucho más tiempo y pierde opciones de citas por estar buscando a una pareja de fantasía, absolutamente perfecta dentro de sus gustos, lo que puede rebajar nuestro nivel de tolerancia hacia otras personas.

De la plaza del pueblo al macroconcierto: según los expertos, un usuario medio de aplicaciones como Tinder explora 7.500 perfiles antes de conectarse "de manera significativa" con alguien. El cálculo sale de que “hacen falta 10 “swipes” para hacer un “match”, dos “matches” para que se abra la conversación, tres aperturas para que alguien responda, cinco respuestas para elaborar una conversación completa, cinco conversaciones de este tipo para tener una cita y cinco citas antes de que las dos personas quieran volver a quedar.

Esto nos aleja enormemente de las opciones de ligoteo de nuestros ancestros, con mucha más “carne” pasando ante nuestros ojos, pero resulta en parejas con mejores vínculos: es estadísticamente un poco más fácil que se separen parejas que se cnocieron offline que las que lo hicieron online.

La teoría de juego: muchas relaciones humanas se explican con la teoría de juegos (una teoría matemática por la que debemos pensar en los escenarios humanos como si estuviésemos en una partida de ajedrez). El arte de la seducción nunca ha dejado de ser eso, un juego, en el que las normas y los códigos han ido evolucionando según las épocas.

Juegos offline: Internet no es el culpable de nada. Tenemos otros precedentes cercanos de la frivolización del ligoteo como son los programas de telerrealidad. Por citar algunos, Mujeres y hombres y viceversa, Quién quiere casarse con mi hijo o Next. Las distintas mecánicas de cada uno de estos programas potencian el juego, la gamificación y la deshumanización en busca de la satisfacción propia.

Un juego, pero uno aburrido: para algunos, todo este trabajo social es tan lastimoso que están contratando a terceras personas para que optimicen sus perfiles y hagan el trabajo de campo hasta llegar a esa cita en carne y hueso. Pagas a gente para tener una cita.

Hacia un futuro Tinder: en España 12 millones de personas han intentado buscar pareja por internet alguna vez (la red social favorita es Facebook), mientras que en Estados Unidos el 39% de las parejas heterosexuales y el 65% de las homosexuales que existen actualmente se conocieron en la red. Los millennials son los que han abrazado el ligoteo digital con más fuerza. En un par de décadas es posible que la mayoría de jóvenes descubran que sus padres se conocieron en un bar, sino en Badoo o Instagram.

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