El lado oscuro de la ropa "vegana": microplásticos, tejidos contaminantes y consumo rápido

lana vegana
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La industria de la moda, como tantas otras, atraviesa una fase de transformación y revisión. Su impacto medioambiental, uno de los más elevados de cuantas economías mundiales existen, es objeto de hondos debates. En el camino, numerosos fabricantes han optado por promocionar sus productos bajo una etiqueta de creciente audiencia: "veganos". Prendas elaboradas con productos sintéticos o naturales en cuya fabricación no se ha utilizado a animal alguno. ¿Problema? Puede que su huella medioambiental sea, por ello, más alta.

Sustitutos. Dos de las alternativas textiles en el punto de mira: la viscosa (rayón) y el poliéster. Son muy habituales en ropajes que simulan el tacto y la textura de la seda o la lana (ambas de origen animal). Y tienen consecuencias muy perniciosas para el medio ambiente. El poliéster se fabrica a partir del petróleo, y en esencia se compone de microplásticos (causantes del grueso de la contaminación marina). La viscosa se produce de forma sintética en procedimientos muy tóxicos.

PETA, la gran asociación por los derechos de los animales, los incluye como alternativas "éticas"; y otras organizaciones y plataformas veganas también.

Modelos. ¿Por qué? Hace algunos años, la periodista especializada Alden Wicker lo explicaba con toda clase de detalles en Craftmanship:

Para fabricar rayón, debes cultivar un gran número de árboles o bambú, fragmentarlos y batirlos en pequeñas piezas, disolver los pedazos de madera en disulfuro de carbono, y enviar las cubas del material viscoso a una fábrica para cardarlas en fibras semi-sintéticas. Los trabajadores expuestos a los humos emitidos durante el proceso pueden sufrir daños mentales, daños a su sistema nervioso y un alto riesgo de enfermedades cardiovasculares o infartos. Fábricas en China, Indonesia o la India vierten los residuos directamente a cauces de agua, provocando que ecosistemas antaño vibrantes mueran.

La fabricación de viscosa o poliéster permite producir prendas "veganas" que no dañan o no se valen de mamíferos peludos con los que empatizamos fácilmente. Pero sus consecuencias medioambientales y sociales, más indirectas, no tienen nada de sostenible. Gran parte de las marcas que han abrazado la sostenibilidad, como H&M o Adidas, fabrican piezas sintéticas veganas cuya durabilidad y resistencia es breve. Es decir, forman parte del mismo ciclo fast fashion.

¿Por qué? Para muchos veganos o consumidores comprometidos, los métodos de fabricación tradicionales de seda, cuero o lana son inaceptables. Para la primera, por ejemplo, se hierven miles de larvas de mariposa (bombyx mori, especie domesticada hace siglos). La producción industrial de lana, en ocasiones, implica un tratamiento cruel del ganado. Similares argumentos se vierten en contra del cuero o de la piel: en su creación, son numerosos los animales que sufren

Soluciones. Son reparos legítimos, y no todas las alternativas son tóxicas o contaminantes. Numerosas firmas (a menudo pequeñas y artesanales) han desarrollado tejidos naturales ajenos a la explotación animal. El algodón orgánico, el lino, la seda de araña (artificial u orgánica), el cupro (una seda producida a partir del algodón), la seda ahimsa (que no mata a los gusanos, sino que reutiliza sus crisálidas), el cuero de piña, las fibras de naranja o el cáñamo tienen pocas externalidades negativas.

Sus problemas son otros: requieren de procesos muy lentos o costosos, poco adecuados para el consumo accesible y universal.

Tendencia. La etiqueta "vegana", al igual que la etiqueta "artesanal" o "sostenible", se ha convertido en un atributo cotizado gracias a una nueva sensibilidad entre los consumidores. Hoy queremos comprar productos éticos (que nos definan), aunque se trate de una identificación superficial. Disociar un producto del maltrato animal es sencillo; ahondar en el impacto medioambiental o social de tejidos sintéticos que los sustituyen no tanto. Un campo fértil para la publicidad engañosa.

Difícil. El fenómeno ilustra las numerosas complejidades del consumo "ético". El impacto de muchos tejidos tradicionales (como la seda en China o la piel entre las tribus laponas) es bajo, al formar parte de ecosistemas circulares donde todo se reutiliza (ya sea como abono o, como en el caso de los gusanos de seda, como alimento). Muchas comunidades dependen de la explotación animal para sobrevivir, y el uso de lana, seda o cuero forma parte de sus usos históricos

En cualquier caso, no es un fenómeno aislado. Sus contradicciones son similares al consumo sostenible en alimentación o movilidad. 

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