La transición demográfica de la humanidad en sólo 150 años, explicada en un gráfico animado

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Durante milenios, la humanidad conoció un único modelo demográfico, extendido a través de civilizaciones, sociedades y culturas: una altísima natalidad y una altísima mortalidad, tanto infantil como adulta. La inexistencia de métodos anticonceptivos y los rigores de una economía agrícola y de subsistencia incentivaban una tasa de fertilidad elevada. Tener hijos aseguraba manos para trabajar en el campo, o abría vías de prosperidad mediante profesiones más boyantes.

¿Que constreñía el crecimiento poblacional, modesto en relación al que experimentarían las sociedades modernas siglos más tarde? Por un lado, la ausencia de avances y conocimientos médicos que redujeran la mortalidad. Por otro, la prominencia de otros factores de mortandad: las grandes epidemias o las hambrunas eran más frecuentes. Ambos factores desterraban cualquier atisbo de pesadilla malthusiana en el largo plazo.

Eran tiempos lejanos, pero no remotos. Este gráfico elaborado por el ilustrador Robert Wilson ilustra cómo bien entrado el siglo XIX la abrumadora mayoría de países del mundo seguían anclados en un modelo demográfico antiguo. En el plazo de 150 años el mundo antiguo quedaría desterrado para siempre. Poco a poco, todos los países del mundo seguirían los pasos de las sociedades europeas y dejarían de tener tantos hijos al tiempo que reducirían sus tasas de mortalidad.

Es un fenómeno que podríamos definir como la revolución fértil, y del que hablamos en su día. La fecundidad en los rincones más pobres de África está cayendo de las cifras antaño estratosféricas (tasas de reemplazo por encima de los cinco o los seis hijos por mujer) a la realidad consumada en Europa o América (ligeramente por encima de los dos hijos por mujer, cuando no por debajo). Es decir, están completando su propia transición demográfica. Una que ya es universal.

El gráfico de Wilson ha sido interpretado por algunos comentaristas como una correlación entre la baja tasa de natalidad y la caída de la mortalidad infantil. Desde este punto de vista, las mujeres habrían dejado de tener más niños al comprobar que los que ya parían sobrevivían más allá del quinto año de edad. La idea redunda en un viejo cliché: en parte, las familias tenían muchos hijos porque un alto porcentaje de ellos morirían al poco de nacer.

Si bien podríamos atribuir cierta lógica de acumulación al modelo demográfico antiguo, lo cierto es que se trata de una relación más casual que causal. El principal factor que contribuyó a reducir la natalidad fue el desarrollo. Existe una clara correlación entre la riqueza relativa de los países y el número de hijos que tienden a tener. ¿Por qué? Por un lado, porque los rigores económicos de las economías primarias (agrícolas) desaparecieron tras la industrialización.

Grafico 1850
(@countcarbon/Twitter)
Grafico 2018
(@countcarbon/Twitter)

Por otro, y esto explica en mayor medida el desplome fértil de Occidente en el siglo XX, por la progresiva incorporación de la mujer al trabajo. Su inclusión en las esferas laborales laminó parcialmente su rol histórico en el hogar. La mujer ya no sólo se dedicaba a cuidar de sus descendientes en casa, sino que perseguía carreras laborales por sí misma. Esto provocó que la natalidad cayera de forma progresiva.

En el descenso de la mortalidad infantil, por su parte, jugaron otros factores. Los principales, los avances médicos. Hallazgos como la penicilina y la implantación de sistemas de salud dotaron de certidumbre a la vida de los pequeños (motivo por el que la esperanza de vida comenzó a crecer y a crecer). La erradicación de las hambrunas y el aumento de la riqueza jugó otro rol paralelo para que los niños, al fin, pudieran superar sus primeros años de vida casi por defecto.

Es un proceso que hoy estamos viendo en África. En China, antaño la campeona demográfica del mundo, se dio (no exento de ingeniería social por parte de las autoridades comunistas). Y en el sudeste asiático está ya muy avanzado. Lo fascinante de este proceso, bien conocido y estudiado, es su velocidad. Tras milenios anclada en un modelo, la humanidad ha incorporado uno nuevo en 150 años. Todas las sociedades han regresado a la nueva media: pocos hijos y que todos sobrevivan. La cuestión, ahora, es si llegaremos al "peak child".

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