Japón ya ha encontrado la manera de que sus "hikikomori" se relacionen emocionalmente: darles un robot

Orihime Robot
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Las preocupaciones sobre la población japonesa hikikomori surgieron en la década de 1990, cuando se acuñó el término. Pero el tema recibió una atención renovada durante la pandemia, en medio de un aumento de suicidios y problemas de salud mental, y los gobiernos prometieron hacer más para combatir la "soledad", una preocupación general bajo la cual caen los hikikomori. A principios de este año, Japón creo su primer Ministerio de la Soledad, encargado de abordar los problemas de aislamiento.

Y ahora tienen una solución más radical: robots. Kobe City es el primer gobierno local en ofrecer servicios de máquinas parlantes y andantes a personas con un aislamiento social extremo.

Máquinas de compañía. Este robot, de ojos verdes y de solo 23 centímetros de alto, se erige como el alter ego de la gente, y el gobierno japonés espera que sea una solución para las legiones de reclusos sociales del país. Kobe City es el primer gobierno local japonés en experimentar con él y los funcionarios de la ciudad ya han comunicado que prestarán sus servicios a partir de diciembre a los hikikomori.

OriHime (así se le ha llamado al robot) se está implementando en Japón para ayudar a quienes luchan contra la ansiedad por las interacciones sociales. Los usuarios pueden operar el robot a través de una aplicación en sus dispositivos, lo que les permite comunicarse con el mundo exterior sin tener que abandonar la comodidad de sus propios hogares. Así es: medidas desesperadas para situaciones desesperadas.

La cultura hikikomori. En realidad, no existe una definición clara de hikikomori. Pero en Japón medio millón de personas viven como ermitaños modernos. Solitarios que se retiran de todo contacto social y, a menudo, no abandonan su casa en años. Una encuesta gubernamental halló que se trata de unas 541.000 personas (el 1,57% de la población), pero muchos expertos creen que la cifra total es mucho más alta, pues a veces tardan años en pedir ayuda. Puede describirse como una adolescencia sin fin.

Hoy día, este concepto es una combinación de aislamiento físico y social al que se suma sufrimiento psicológico que puede durar seis o más meses. El trastorno se consideró cultural en sus inicios. Y hay razones para pensar que la sociedad japonesa es especialmente vulnerable a él, según Takahiro Kato, profesor de psiquiatría en la Universidad de Kyushu, y estudioso de este fenómeno. "En Japón hay un refrán muy famoso: 'Un clavo saliente se romperá pronto. Las rígidas normas sociales, las altas expectativas de los padres y la cultura de la vergüenza hacen que la sociedad japonesa sea un caldo de cultivo de sentimientos de incompetencia y el deseo de que uno quiera esconderse del mundo", dice Kato.

¿Cómo funciona OriHime? Desarrollado por la empresa japonesa ORY Laboratory, el robot tiene dos brazos, que se mueven expresivamente mientras habla. En lugar de utilizar sus propias voces, los usuarios escriben frases en la aplicación, que luego el robot lee en voz alta. No mide ni medio metro y es mucho más bajo que un adulto medio. Pero ese es el objetivo: es mucho más portátil, por lo que los clientes pueden colocar fácilmente el robot sobre mesas y otras superficies. De esa forma, el robot estará a la altura de los ojos de las personas.

El gobierno de la ciudad planea usar un horario para que los hikikomori puedan pedir prestado el robot, que es gratuito, de acuerdo con sus necesidades. A diferencia del chat online, el atractivo de OriHime es que permite a los usuarios interactuar con otros utilizando un cuerpo que imita el de un humano, lo que permite señales de comunicación no verbal.

Soluciones desesperadas. Esto no es lo único surrealista que está ocurriendo en Japón para combatir la soledad. La organización sin fines de lucro New Start, por ejemplo, ofrece “hermanas o hermanos” en alquiler, empleados que las familias de hikikomori pueden reclutar para hablar con sus seres queridos aislados. A 100.000 yenes al mes por visitas semanales de una hora, se dice que estas interacciones ayudan a reducir el estrés de interactuar con el mundo exterior y les ayudan a sentirse menos aislados.

Pero la historia más rocambolesca la protagoniza Shoji Morimoto, un hombre de Tokyo que ofrece sus valiosos servicios a quien desee contratarlos. ¿Qué servicios, en concreto? Ninguno. Absolutamente ninguno. Morimoto se promociona como un acompañante silencioso y discreto. Un hombre al que pagas para que esté contigo y no haga nada. Hemos hablado de él en Magnet con anterioridad. Y le está yendo bastante bien: exige un pago de unos 80€ la jornada y tiene cientos de clientes. 

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