La oficina del siglo XXI es un canal de Twitch: el auge de las salas de trabajo en tiempos de soledad

Jaime Altozano en su sala de trabajo de Twitch.
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Miles de personas trabajan y estudian en una sala juntos. Un reloj marca los descansos para el "café" y un bot avisa de las horas trabajadas, dando estadísticas de cuán productivos estamos siendo. Todo el mundo está en silencio y una música relajada Lo-Fi suena de fondo amenizando el encuentro. Uno programa páginas web, otra estudia porque tiene un examen al día siguiente, un escritor escribe el guión de su próximo libro y una mujer diseña publicidad. No hablamos de una sala de coworking ni de una biblioteca ni nada por el estilo: es una sala de trabajo digital y gamificada de Twitch.

La nueva normalidad y el cambio de hábitos derivado de la pandemia ha abocado a muchas personas a una vida de procrastinación y de soledad. El teletrabajo se ha vuelto rutinario, a las 9.00 suena el despertador y, enfundados en nuestro pijama, nos alegramos de no tener que coger el metro, pero muchos trabajadores han acabado sintiéndose solos y menos productivos. Quizás porque se ha perdido el sentimiento de pertenencia a un proyecto común, quizás porque si no tenemos a nuestro equipo cerca nos distraemos con cualquier chorrada de Twitter o porque el ámbito laboral no se ve igual desde la oficina improvisada de nuestra casa. "Cuando no se va a la oficina se reduce la motivación", decía Gabriela Paoli, psicóloga experta en salud digital.

Jaime Altozano lo sabía. Sí, ese Youtuber que lleva años creando contenido de divulgación musical y cuyo canal cuenta con casi tres millones de seguidores. Hace meses creó lo que para él era un experimento y acabó convirtiéndose en un fenómeno social y digital: una sala digital de trabajo. Era solo el principio de todo lo que ha llegado después y la solución a los problemas de cientos de personas.

Concretamente: se trata de directos en la plataforma Twitch. Las sesiones duran aproximadamente 3 horas, de las cuáles 2 horas y 20 minutos se reparten en dos grandes bloques de trabajo donde va sonando música que el streamer en cuestión selecciona y luego hay una introducción, un descanso y una charla final sobre productividad. La de Altozano no es la única, existen decenas de estas salas en la plataforma, incluso en otros sitios como Discord, donde el periodista Emilio Doménech (Nanisimo) tiene su propio canal de audio para este fin, o aplicaciones móviles para teletrabajar con desconocidos.

Salas de trabajo y gamificación para sentirse motivado

Diana Acevedo, de 30 años, es diseñadora y realiza tareas de marketing durante su jornada. Descubrió las salas de trabajo por casualidad, ya que Internet se lo sugería en las búsquedas y acostumbraba a teletrabajar con música de fondo y sola. “Me pareció novedoso porque se siente como si estuvieras trabajando en compañía. Es una buena manera de organizarse y sentirse más productivo y para mí lo más importante es poder tener momentos de mucha concentración, estar ahí te ayuda a no estar tan pendiente del móvil u otras páginas en Internet”, explica.

Tras hora y media de trabajo ininterrumpido, por fin llega la recompensa, la pausa para el café o lo que tú quieras. Si lo pensamos bien, hemos dejado atrás esos descansos con los compañeros de trabajo a las 11 de la mañana, el momento de socializar y estirar las piernas. En Internet se simula prácticamente lo mismo: cuando terminas un bloque tienes tu descanso. Porque te lo has ganado. “Es un break del café tal cual, miras redes, el mail o vas por algo de beber, te estiras un momento. Incluso conversas en el chat con otras personas, hablas de tus motivaciones y te sientes acompañada, luego continuas con lo tuyo”, cuenta.

Jaime Altozano en su sala de trabajo de Twitch.
Jaime Altozano en su sala de trabajo de Twitch.

Antonio Ramón Jiménez es periodista cultural autónomo y desde que comenzó la pandemia dedicaba su tiempo a la investigación y a escribir artículos que enviaba a diferentes medios. “Al mismo tiempo que estaba en un espacio virtual comunitario, nunca solo porque cuando trabajaba por las mañanas mi pareja estaba en el mismo espacio, era capaz de abstraerme porque notaba un aura de concentración que no solo estaba donde yo trabajaba, sino también con la sala de trabajo”, cuenta. “La marca de un reloj que contaba el tiempo trabajado y cuánto quedaba para descansar así como la "compañía" virtual que simulaba una biblioteca, me ayudaban a aprovechar el tiempo y la productividad”, cuenta.

Una característica que estas salas online están aprovechando es la gamificación del teletrabajo. Algunos estudios hablan de un crecimiento masivo de la gamificación laboral. Este estudio analizaba el potencial de este tipo de sistemas como agente de cambio empresarial que puede generar una fuerza laboral más motivada y comprometida.

Pero en la vida digital se lleva al extremo. ¿Cómo? Con estadísticas. Un bot en el canal te ayuda a medir cuántas horas trabajas al día y en la interfaz del video puedes ver cuántos bloques has completado y cuánto queda para el descanso. Conforme la gente pasa horas en la sala se suman a sus estadísticas totales, por lo que cada minuto que pasas allí crecen tus cifras. Incluso existen rangos para las personas que trabajan más o menos: Beginner, Intermedio, Avanzado... Todo con su respectiva nomenclatura freak y sus emoticonos divertidos.

No obstante, obsesionarse con las estadísticas y la gamificación puede llegar a crearte una adicción al trabajo si no lo gestionas bien, solo por el hecho de querer tener mejores estadísticas que el resto. Lo hemos visto en el chat de algunos directos, donde algunos usuarios presumían del increíble número de horas que habían trabajado. Al igual que en los videojuegos, la gamificación tiende crear competencia y vicio. No es algo ajeno a las empresas, Elon Musk se jactaba de ello en Twitter diciendo que "si quieres cambiar el mundo debes trabajar entre 80 y 100 horas a la semana".

Buscando la solución a la soledad del teletrabajo

Pero de lo que sí estamos totalmente seguros es de que estos sistemas de trabajo están ayudando a la generación Z y a los millennials a evadirse de esa soledad que ya parece impuesta por la nueva normalidad del teletrabajo.

Adela Gómez, de 25 años, es correctora en editoriales y uno de los motivos por los que se decidió a usar las salas de trabajo digitales era para sentir que había más personas que, como ella, tienen obligaciones y trabajo diario. Y compartirlo. No sentirse sola en los retos del día a día y las frustraciones. Aunque confiesa que en su caso no funcionó: “Mi problema es que al final no terminaba de adaptarme a ese ambiente tipo biblioteca y al final acababa distrayéndome. Me resultaba más efectiva una playlist de Spotify para trabajar que el directo porque no conseguía concentrarme teniéndolo de fondo. Por así decirlo, estaba más pendiente del chat o de lo que hacía el streamer que de trabajar”, comenta.

Lo cierto es que estas no son las únicas alternativas para dejar de sentirse solo cuando se trabaja en casa. Existe incluso una plataforma llamada FocusMate que te empareja con un extraño de cualquier lugar del mundo para teletrabajar juntos por videollamada. Como lo oyes. Te presentas al principio y cada uno se pone con lo suyo, luego comentáis cómo ha ido la sesión al final.

Ana Rubalcava, de 26 años, ya ha usado la aplicación la friolera de 129 veces. Se puede decir que es una experta en FocusMate. “Acudí a ella porque no lograba concentrarme durante la pandemia. Yo siempre trabajaba en cafés o bibliotecas”, explica. La plataforma es muy sencilla: entras, ves los horarios en los que puedes programar una sesión y el sistema te empareja automáticamente con alguien para esa fecha. “Lo que se suele hacer es usar unos segundos de cada sesión para contarle a la otra persona tus objetivos. Mientras más específicos mejor. Algunos los escriben en el chat. Aunque se puede poner en silencio el micrófono, me suelen pedir que lo deje encendido porque les relaja el sonido de que alguien esté trabajando”, cuenta.

Imagen de una conversación en FocusMate.
Imagen de una conversación en FocusMate.

A muchos les ayuda ir actualizándole a la otra persona de lo que van haciendo, informarle de qué han acabado y con qué se van a poner después. Al cabo de 50 minutos suena una alarma y hablan con el compañero sobre cómo le ha ido, qué ha logrado completar y si va a programar otra sesión. Te puedes quedar conversando todo lo que quieras mientras la otra persona también quiera. “Usar la plataforma ha aumentado mi productividad mucho, ver a gente trabajando siempre me inspira a trabajar más, aumenta el sentido de responsabilidad y, al menos yo, me distraigo mucho menos”, cuenta.

El caso de Leo Piccioli es bastante curioso. A sus 49 años se ha pasado la vida dirigiendo equipos y escribiendo sobre liderazgo. Cuando la pandemia entró en su vida, dejó de tener la oportunidad de controlar a un equipo y se sentía solo. “Lo intenté porque después de una carrera profesional siempre liderando a muchas personas pasé a trabajar solo en casa y necesitaba enfocarme "como antes”. En la teoría era perfecto pero en la práctica dejé de usarlo”, comenta. Al igual que él, mucha gente ha comentado que tener a otra persona mirándote de vez en cuando al otro lado puede desconcentrarte: “Me distraía la otra persona, estaba más pendiente de aparentar que estaba trabajando y rindiendo que acababa por olvidarme de mi propio trabajo y no era productivo”.

Cada persona tiene sus necesidades, pero resulta curioso que tanto Twitch o Discord, que hasta hace poco eran plataformas dedicadas a la industria de los videojuegos, se hayan convertido en el motor para que la gente quiera seguir trabajando. Somos la generación de la tecnología, e incluso para sentirnos más productivos tenemos que acudir a ella. Y a gente en nuestra misma situación. Es un claro ejemplo de que el ser humano tiende a juntarse, sobre todo en los momentos de incertidumbre y precariedad. Algo así como sentirse parte de un todo que vive con sus propios problemas y dilemas. Una unión de ciudadanos de a pie que lucha por seguir adelante como puede.

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