¿Le hablas a tu perro? No sirve de mucho: prefieren el contacto físico a las palabras

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Cállate y acaríciame es el título de un estudio científico que tras observar el comportamiento de los perros ha llegado a la conclusión de que esa frase es la que mejor resume sus deseos. Los perros se parecen más a los gatos de lo que creemos y, lejos de prestarnos atención mientras les hablamos, lo único que están haciendo es esperar a que nos callemos para que volvamos a acariciarles en bucle. Al parecer de eso nunca se cansan.

Más caricias y menos cumplidos. Esta es la conclusión principal a la que han llegado un grupo de científicos de la Universidad de Florida: tu perro no quiere que le hables, sino que le acaricies. Y si es todo el rato, mejor. La investigación que ha contado con la participación de más de 100 perros demostró que, a no ser que hagas referencia a palabras clave relacionadas con la comida, los perros prefieren el contacto físico.

El experimento. Para llegar a la premisa anterior, la investigación liderada por la docente americana Erica N. Feuerbacher,contó con más de cien perros para observar su comportamiento. Para la primera prueba los investigadores pusieron en contacto a 42 perros con dos personas, una que se dedicaba a acariciarles y otra a hablarles. Tras medir el tiempo, se demostró que los perros pasaron más minutos con quien les acariciaba.

Pero la prueba que reafirmó que no les interesan nuestras historias fue la última. En ella, una misma persona iba recibiendo uno por uno a cada perro para interactuar de tres formas posibles: acariciándole, hablándole o no mostrando interés. ¿Resultado? Los 72 perros  mostraron el mismo interés en que les hablasen que en que pasaran de ellos y, una vez más, dieron todo su reino por las caricias.

Beneficios. El mismo estudio revela que los perros parecen no cansarse nunca de los mimos y las caricias, entre otras cosas porque son beneficiosas para su salud. Acariciarles contribuye a incrementar su estado de calma y, por consiguiente, a mantener un ritmo cardíaco reducido y una presión arterial también baja. Sin embargo estos beneficios también revierten en los humanos ya que otros estudios han demostrado que las personas que cuidan de un perro padecen hasta un tercio menos accidentes cardiovasculares como ictus o infartos.

Los enfados les estresan. Aunque a priori esta premisa parece una obviedad, la forma en la que los investigadores llegaron a ella no lo es tanto. Con el objetivo de ver cómo evolucionaba la producción de la hormona del estrés ante distintas situaciones, compararon dos tipos de entrenamientos. Por un lado, midieron la presencia de esta hormona en los adiestramientos que funcionan con refuerzo negativo y en los que se basan en refuerzo positivo. ¿Resultado? Los perros que aprendían en base a recompensas no experimentaron producción de cortisol, mientras que los del otro grupo sí lo presentaron en la saliva.

¿Y los gatos qué? Según este artículo publicado por el New York Times a este respecto, los gatos estiman más a sus dueños que a su propia comida. Un experimento de la Universidad de Oregón que privó a los felinos de comida, juego y contacto humano durante varias horas, demostró que al devolverles el trato con éstos tres estímulos, más de la mitad se decantaron por el contacto humano. Sin embargo, otro estudio de corte similar elaborado por la Universidad de Lincoln evidenció que, a diferencia de los perros, los gatos cuando son acariciados segregan mayores cantidades de hormona del estrés.

Imagen: Atanas Teodosiev/Unsplash

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